No entiendo a quienes no aprueban la lista de bodas para la luna de miel.


Desde hace algunos años (ya bastantes) las parejas de contrayentes han dejado de fijar su lista de bodas (posibles regalos que pretendan de sus invitados) en bazares y han pasado a sugerir que se les colabore en los gastos del viaje de Luna de Miel.


Los motivos son muchos; en algunos casos llevan años conviviendo y no necesitan que 200 personas les hagan llegar regalos para la casa, en otros casos se mudan a departamentos pequeños que no tienen lugar para tantos elementos  u ornamentos y en la mayoría prefieren no tener vajilla de diseño y comprar sus enseres en tiendas de menos jerarquía que aquellas que suelen  ser las favoritas para el armado de listas de bodas.

En todos estos casos, los novios apuestan a que la familia y los amigos se sumen para ayudarlos a pagar el viaje. Este cambio encuentra resistencia y hasta detractores por ser considerado despersonalizado y por reducir el regalo a un frío monto en efectivo. No lo entiendo.

Me alegra mucho que este cambio se haya popularizado y que cada vez sean más las parejas que nos piden a sus invitados que lejos de poner nuestras buenas intenciones hacia ellos en objetos, hagamos una inversión en que la pareja disfrute en nuestro nombre momentos.

De corazón deseamos que el matrimonio se construya sobre la base de acopiar momentos compartidos por encima de un cumulo de objetos. Celebro el corrimiento de lo material a lo simbólico y brindo por capitalizar muchos años de gratos momentos como base de todo matrimonio feliz.

No entiendo a quienes no entienden lo bello de aportar a la Luna de Miel como opción superadora de las cosas materiales tangibles.


Que sean muy felices.  



No entiendo que no vuelvan a intentar



Y lo llamo síndrome del Coyote.


Repasemos, por si no tienen mucha memoria, o por si les viene bien un poquito de nostalgia.


Es esa actitud de tener iniciativa y tras un tropezón, considerar que ya se ha hecho lo suficiente y no hay caso.

El coyote empieza con cuchillo y tenedor, el objetivo claro, la meta perfectamente determinada, compra los insumos, monta la trampa, aguarda, ataca, falla. El correcaminos no ha pasado por ese camino, o pasó muy rápido o pasó sin ser visto, da igual, se fue.
El correcaminos sigue corriendo y el Coyote sigue queriendo comérselo. Entonces el primer momento es la frustración; el rostro del Coyote muestra que no está feliz, está abatido.
El Correcaminos es ese objetivo que no ha sido alcanzado, sonríe, saca la lengua, disfruta del error y se aleja con un irónico VIP VIP (Very important people?)

Los motivos de la falla son muy raros, impensados, pero nunca se analizan ni se reformulan. Entonces hay que volver a empezar, pero parece que no es un nuevo intento, sino que hay que volver a cero: otros insumos, otra trampa y una nueva falla. Los planes del Coyote llevan mucha preparación; técnica, insumos, recursos, creatividad.

Sucede en muchas películas y en casi todas las series animadas, si el intento falla, se vuelve a cero para reintentar (o en el peor de los casos se abandona). El punto es la falta de evaluación de donde estuvo el error.
Hay veces que no falló el método, el plan, la trampa, solo fallo el contexto, la implementación y al momento de un nuevo intento, este cambió.


Sin embargo, que esto pase en las animaciones no es tan preocupante como la frecuencia con la que este tipo de procesos tienen lugar en la vida cotidiana.
Empezar una carrera universitaria, conseguir un puesto de trabajo, practicar un deporte, formar parte de un equipo, alcanzar cualquier tipo de objetivo… son muchas las cosas que podemos proponernos, y son muchas las veces que tendremos que intentarlo.

No me gusta caer en el manual de procedimientos para alcanzar una meta, porque no creo que tal cosa exista. Estoy convencida de que hay que darle muchas vueltas al problema para encontrar la puerta por la que entrar al laberinto que entraña su solución. Y verdaderamente, de eso se trata la vida, y es por esto que alcanzar el objetivo se disfruta tanto.
Y como la idea es ponernos dogmáticos, solo me interesa ejemplificar; si ahorras para el auto, y como tenes poco dinero, te compras la moto… al auto no llegas nunca.
Si un intento no te dejó lista la cena de correcaminos, habrá que volver a llamar al delivery de ACME para volver a intentar.
Verdaderamente no podemos permitir en la vida que nos desaliente el VIP VIP, de los errores se aprende. Y ya que estamos en tren de dibujitos… quiero compartir esta escena de película que me parece fabulosa


No entiendo a la gente con síndrome de Coyote

Si... hoy se me dio por los videos... Uno más!



No entiendo la estandarización del arte


Y un día escribí sobre eso. Hoy comparto las ganas de entender que un artista no quiere formar parte de un proyecto en el que no cree. Lo escribí en 2010, y por respeto al paso del tiempo, no edité ni una coma. Este textito me regaló una linda relación con la artista que movió mis emociones en aquel terrible lugar.

Para ponerlos en situación, contextualizo un poco el fluir de esta leyenda. Yo trabajaba en un lugar horrible al que todos veían lindo, un lugar muy comercial que pretendía disfrazarse de cultural. Tanto es así que, aquella vez, trajeron una curadora para que desparrame los baleros intervenidos por artistas sobre unos tablones (cual parripollo de club de barrio, pero con pretensiones museológicas).

Vista aérea de la muestra. Tablones llenos de objetos en un corralito.

Como el showcito era insostenible, al gerente se le ocurrió que los empleaduchos escribiéramos un par de renglones sobre el balero que nos pareciera más lindo (si, todavía hay gente que cree que el arte tiene que ser lindo).
Allá fui… miré, elegí y escribí.
Pasen y vean.


Historia del balero

No quería que “mi balero” se convirtiera en un objeto de arte. 


El arte como sobreviviente de la industria cultural, se ubica en la cultura de masas como un elemento difícil de incorporar. El contexto de producción artística, choca con el resto de la mercadería que el mercado ofrece a los consumidores en su tiempo libre.
Quizás en este pensamiento podamos comprender la necesidad de Marga, que ve con pena el balero recibido y elige no exponerlo para el reducido público que gusta del consumo reflexivo.
El objeto de arte, político por definición, se opone a la lógica lúdica que le es intrínseca al balero y en su imposición de intervenirlo, la artista reconfigura la propuesta e intenta liberarlo, darle al juguete la posibilidad de volver a ser.
Esta primera rebeldía de la artista convocada, encuentra su correlato en una segunda rebeldía, a cargo de los niños encargados de revivir el objeto clásico caído en desuso; se niegan a jugar con él.
Llegado el momento de entregar el producto a la muestra temática, la alternativa se plasma en la devolución de la pieza en su estado original adjuntando una nota que expresa la situación por la cual este balero no tiene marcas de transformación.
Quienes montan la pretendida muestra incurren en la tercer rebeldía por la que tiene que atravesar este objeto y rechazan en la práctica lo que aceptan en la teoría. Explicito:
El texto que acompaña el balero culmina con la expectativa de que algún niño juegue y hasta se adueñe del juguete (en alusión a la idea de la artista convocada); el mismo texto inicia (con la frase que cito al inicio de esta reflexión) con una negativa de poner en el nivel de concepto una pieza que la artista elige mantener en la acción.
Quienes invitan a Marga a intervenir un balero, rechazan la intervención. De qué manera? En una doble negación de su mirada artística. En primer lugar, niegan su idea de dejar que ese balero recupere su función y sea instrumento de juego y hasta propiedad de algún niño que participe de la exposición (como intentó hacerlo antes de que sea expuesto). En segundo lugar, a este balero se le niega la voluntad de la artista, que inicia la esquela expresando la necesidad de no volver arte al objeto.
Inserto en una compilación grotesca de piezas multicolores, el balero no intervenido compone la pieza más notoria (y más discreta) de esta exposición.
Merece ser puesto de relieve en un intento de graficar la falta de respeto por las ideas ajenas, la falta de interés  por las motivaciones y propuestas, y,  porque no sumarle, la falta de comunicación que se evidencia en el hecho de que esta pieza no invita a hacer arte a la artista, no invita a hacer juego al niño y no logra que los que montan la muestra le den el lugar y la libertad que la obra reclama y la artista postula.

La existencia de esta pieza, engrampada a la mesa del revoltijo que pretende ser exposición, resume la confusión de la que fue víctima y ahoga su desgarrador grito de clemencia. Aflige su identidad y se cosifica volviéndose nada.


No entiendo esta necesidad fetichista de que muchos artistas deban hacer arte sobre un objeto designado por una organización y no entiendo cómo esta practica se vuelve cada vez más frecuente. Aquí, retomamos el debate.


No entiendo las deformaciones de la simbología de Pascua


Seguramente muchos de ustedes tampoco.
Ahora que ya todos celebramos la festividad y comimos todo el chocolate que nos permitió ingerir el cuerpo, ahora que tenemos encanutado el ultimo huevo para comer en alguna noche depresiva, ahora que ya el rito familiar fue cumplido tal y como lo marca la tradición, es ahora cuando podemos salirnos de nuestros cuerpos y mirarnos desde afuera y pensar ¿Qué estoy haciendo?

No vamos a ceñirnos a hablar de la valoración religiosa de ésta, porque como todas las festividades religiosas, salvo en contados hogares, se han vaciado bastante de significado. Sin embargo, si podemos pensar históricamente la cuestión religiosa para ver porque estamos donde estamos.

Si repasamos la génesis de la festividad, nos encontramos con el pueblo esclavizado de Israel, atrapado en Egipto, guiado por Moises a través de las aguas para llegar a la tierra prometida. Para algunos, la cosa llega hasta ahí. Años más tarde, la llegada del cordero de Dios que es sacrificado en la cruz para la salvación de todos (acotadísima síntesis, sabrán comprender que no es el eje del relato) e instituye el rito de la Santa Cena, en torno al pan y el vino.


Muchísimos años después, las palabras; sacrificio, cordero, esclavitud, liberación, cruz, paso, resurrección, renacimiento y otras consignadas u omitidas en el párrafo anterior, se desdibujan y las pascuas se alinean con iconos tales como; huevo, conejo, gallina y fundamentalmente; chocolate.



No entiendo exactamente. El tema del huevo, como nacimiento, ¿no estaría más cerca del significado de la navidad? Después, y relacionado al poco comprensible huevo, surge con una ampliamente legitimada relación la figura de la gallina, pero (seguramente salido de una galera, más que de un huevo) llega a nuestra mesa la iconografía del conejo. ¿Alguien me lo explica?.

El conejo, ¿qué pito toca? ¿Quien lo invito? ¿No es el aniversario del sacrificio del cordero de Dios? Tiene mucho más sentido una oveja que un conejo. Y como sugerencias ¿cruces de chocolate? ¿o coronas de espinas de pastillaje? 
Si lo que celebramos, en cambio, es la liberación del pueblo de Israel ¿No tendría mucho más sentido evocar el cayado de Moises en el formato del igualmente incomprensible bastón de caramelo navideño? Y el temita del chocolate… ¿cómo se vincula con la fe, el paso, o quien sabe que… con la delicia indiscutible del fruto del cacao?

No entiendo las deformaciones de la simbología de pascua, pero me encanta el chocolate.




No entiendo los nombres de los animales acuáticos


Uf, que alivio, ¡por fin lo dije!
Tenía exageradas ganas de contarles que no entiendo ese absurdo paralelo que la gente quiere inventar entre el fondo del mar y la superficie terrestre.
Me parece que es obvio, que allá abajo y acá arriba, no nos parecemos en nada… desde la forma de respirar, en adelante.
Eso no es ni bueno ni malo, digo… no estoy queriendo ser peyorativa, ni sacar ninguna conclusión trascendente. Solo aclarar lo obvio; son cosas distintas.

Ahora bien, si está tan claro esto de la diferencia entre vivir entre agua y vivir entre aire, ¿con qué necesidad queremos convencernos de que son mundos espejados que en la otra dimensión (¿?) tienen una suerte de correlato?
O sea… ¿para qué nos encanta pensar que hay sirenas que son como los nosotros en versión mojada?


¿Es un ejemplo exagerado? Ok, veamos algo más concreto, lo llamaremos “Desafío 1” (porque hay más)… esperen a la noche para hacer este experimento y quizás descubran algo asombroso;


Paso 1: imaginen una estrella de mar… si la imaginación no es confiable, pueden googlear una y mirarla, ¿listo? Ok.
Paso 2: levanten la vista hacia el cielo y ahora miren las estrellas del firmamento(pueden volver a usar el recurso de google imágenes si la noche no ayuda)
Paso 3: hagan una lista de tres mil diferencias entre una y otra.
¿Qué tal?
¿Alguien me puede explicar en que se parecen?
Si una es una bola de fuego y la otra está abajo del agua, ¡ya no pueden ser lo mismo!
¿Cómo pasa que la misma palabra nos sirve para describir dos cosas que  no se parecen ni en forma, ni tamaño, ni función, ni materialidad?… de hecho una es un ser vivo y la otra no. ¿A quien se le ocurrió la brillante (je, brillante) idea de que a las dos les digamos “estrella”?

Supongamos ahora que lo de la estrella fue un accidente, un científico poco creativo, un espíritu no muy iluminado (je, iluminado)… lo que fuera, ¿es un hecho aislado? ¡No! La lista de ejemplos sigue.
Ahora vamos a repetir el ejercicio de observación, pero para que sea más fácil, solo lo vamos a reducir a la búsqueda de imágenes on line (es un pasatiempo invaluable, me lo van a agradecer muchísimo); “Desafío 2”, repetir los tres pasos del primer desafío buscando imágenes de caballos y caballos de mar.
¡Ajá! ¿Qué tal esas conclusiones?
¿Dónde está el abrumador parecido físico que hace que las llamemos con el mismo nombre?, hay ilimitadas características para mencionar en nuestro juego de buscar diferencias, pero para no ahorrarles la diversión de jugar en familia una tarde de lluvia, tan solo quiero decir que uno tiene cuatro patas y el otro ninguna.

Seguro ya vienen entendiendo la dinámica de la comprobación de mi disgusto, hagamos ahora el “Desafío 3”, es el turno de comparar elefantes… solo quiero aportar que si el emblemático Elefante Trompita del cancionero popular infantil hubiera nacido bajo el agua, le hubiera sido imposible mover las orejas llamando a su mamita.

La lista de desafíos continua, pero como es claro que ya todos saben jugar este juego, me voy a limitar a darles algunas especies más y permitirles sacar sus propias conclusiones.
“Desafío 4”: lobo/lobo marino
“Desafío 5”: payaso/pez payaso
“Desafío 8”: carpa (de camping)/pez carpa
¡Seguro hay muchos más!
Pueden agregarlos en los comentarios del blog, o del perfil de Facebook.
Ahora sí, estoy segura de no ser la única que no entiende los nombres de los animales acuáticos.