No entiendo algunas canciones infantiles



En el fondo, la verdadera  preocupación que tenemos, son las próximas generaciones. 
Y si… los chicos como presente y como futuro son la joyita más preciada que cada especie tiene para garantizar su continuidad, pero nos resulta muy complicado; los chicos vienen violentos y conflictivos, inexplicablemente.


Hay montones de cosas en relación a la crianza de niños que me generan dudas, muchas cosas de esas que no entiendo… pero una de las que más me preocupa es que como sociedad, hemos descubierto hace mucho tiempo que los chicos aprenden jugando, y para desarrollar habilidades de socialización y aprender a hacer distintas operaciones lógicas, aparecieron los Jardines de Infantes (esos que se metaforizan con el prado lleno de margaritas a regar para que crezcan sanas y derechitas). 

Como aprenden tan fácil y tan rápido, nos dimos cuenta que las canciones le suman pregnancia. Los chicos disfrutan las canciones y las repiten con facilidad abrumadora…. Sin embargo no somos muy estratégicos con lo que les hacemos repetir.

No sé hasta cuando repetiremos que Sana sana colita de rana… si las ranas no tienen cola.
No me causa gracia admitir que si Mambrú se fue a la guerra no sé cuándo vendrá
No quiero que alguien me diga “Yo quería una de sus hijas, Mantantiru-Liru-Lá”
No quiero que Manuelita viaje hasta Paris sólo para ponerse linda para un tortugo
No estoy de acuerdo con la amenaza de la mamá de Trompita con hacerle chas chas en la colita.

No tengo ganas de que los chicos y sus permeables cabezas repitan estas estrofas robotizados. Porque podrían repetir otras cosas, mas poéticas, más profundas o más superficiales, pero más interesantes, y para ellos sería igual de divertido, sin ser taaaan hueco. ¿no?

No entiendo algunas canciones infantiles.


No entiendo a los que no buscan tesoros.



Desde chicos, todos esperamos hacer grandes descubrimientos, jugamos a encontrar a nuestros amigos, encontramos lo que esconde la seño, mezclamos ingredientes para revelar misterios que todavía son desconocidos y buscamos al grillo en las noches de campamento, amamos encontrar tesoros.

Sorpresa en el hueco del árbol

De más grandecitos, queremos encontrar un amor, descifrar una fórmula de alguna materia de la escuela, develar nuestro estilo y nuestra personalidad.

Cuando seguimos creciendo experimentamos el mismo placer al hallar un libro muy querido en el anaquel de alguna librería, o las proporciones perfectas de una receta de cocina nueva, e incluso nos fascina descubrir un conocido en la vereda por pura casualidad.

Al señor le tuvimos que explicar nuestra actitud sospechosa

La cosa cambia, la esencia sigue intacta. El placer de encontrar algo, lo que sea, nos maravilla a todos. De esto se dio cuenta un grupo de gente hace un tiempo y crearon un juego enorme, tan grande que sus participantes están en muchísimos países, tan grande que su tablero es el mundo entero.

Se llama Geocaching y se juega con el teléfono, el GPS o las pistas on line. Hay tesoros físicos, pero lo verdaderamente importante, es la magia de encontrar algo. Los lugares son remotos o cercanos, difíciles o recontra fáciles, muchos están escondidos a la vista de todos, y nadie sabe que están ahí. Son cosas de todos los tamaños o simples contenedores de dimensiones mínimas con algún papelito adentro para firmar que lo encontramos. 
Es una genialidad.


Jeremy Irish, se llama el creador… y somos cientos de miles los que creemos que él nos hizo un regalo mágico. Jeremy y su juego nos permiten jugar a lo grande. Con el teléfono o el GPS en reemplazo del ajado mapa del tesoro de las películas, nos aventuramos en nuestra ciudad, en nuestras vacaciones, o en escapaditas de un par de horas o algunos días… nos vemos en una misión secreta, intentando que nadie sepa que estamos en mitad de una búsqueda, nos trepamos a un árbol, nos tiramos al suelo a revolver entre las hojas, nos pasamos horas mirando el tronco de una palmera o nos adentramos por caminos de tierra que nunca hubiéramos caminado sin esta motivación. Releemos las pistas, consultamos informantes claves y metemos las manos entre bichos y objetos que mejor ni mirar.


Cuando por fin el contenedor aparece, todo valió la pena. Sonrisa, satisfacción, tarea realizada, alegría inmensa. Y no  estamos frente al cofre de monedas de oro, ni nada que se le asemeje. Estamos ante una tapita de gaseosa, un burbujero viejo o una cajita de pastillitas que en su interior preservan algún papelito doblado en el que pondremos nuestro nombre y la fecha del hallazgo, mientras leemos cuando fue descubierto por última vez y cuanto hace que está oculto en ese lugar. En ese lugar de cualquiera de los países de nuestro ancho mundo.

Al pie de las torres Petronas


No entiendo como no están todos los seres humanos del mundo sumados a esta movida.


No entiendo a los delfines




Para entenderlos, encontré un lugar donde los explican. 


En Mozambique el océano índico es el anfitrión y dentro de este país, para visitar los delfines en su hábitat natural, es necesario alojarse en la localidad de Ponta do Ouro, una pequeña ciudad que fue declarada Área Marina Protegida por Unesco, considerado un sitio clave de biodiversidad de importancia mundial en el África oriental. Ese titulo le confiere a la ciudad la responsabilidad de preservar concienzudamente el medio natural. 

Llegar a Ponta do Ouro no es tarea sencilla. Desde Maputo (la capital de Mozambique) el primer paso es tomar un ferry a Katembe, allí se buscará un chapa (transporte local), un taxi o en el mejor de los casos algún vehículo con tracción 4×4. No hay ruta y si bien no son muchos kilómetros, sí son muchas horas. Después de andar un buen rato por carreteras de asfalto deteriorado e invadido por pozos, el camino se vuelve arena y aun seguirá faltando un buen rato de rebotar por el medio de la nada para llegar a destino. 

Una vez en la ciudad todo es arena, ni calles ni vereda: solo arena. Hasta acá no suena para nada tentador, sin embargo llegar a la playa hace que todo haya valido la pena. 


Probablemente pensar en Mozambique no sea sinónimo de playa para mucha gente, sin embargo, el paisaje que nos interpela será una verdadera sorpresa: una pequeña bahía enmarcada por montañas bajas, y coronada por una ancha playa de arenas claras con una paleta de colores de agua imposible de describir con predominancia de matices turquesa.
Esta bahía, en la que el sol nace para atardecer sobre el poblado, es el hogar de múltiples especies marinas, pero los protagonistas indiscutidos del ecoturismo son los delfines.

El tour para el encuentro con los delfines puede durar tres o cinco días; se inicia con prácticas de snorkel en la playa y una charla con videos instructivos para estar capacitados sobre la forma de acceder a una buena experiencia e interiorizarnos sobre sus hábitos y conductas para comprenderlos y lograr una armoniosa interacción con ellos.


A partir del segundo día, las jornadas comienzan a las seis de la mañana en la playa, donde entre todos empujamos el bote al agua y nos trepamos con torpeza para comenzar la navegación. Las olas son enormes y la sensación de inmensidad del océano nos atraviesa a medida que nos adentramos en él y dejamos la tierra atrás cabalgando sobre las olas.

A los pocos minutos, sucede la magia: divisamos delfines y ellos nos divisan a nosotros. Con total naturalidad, como si se tratara de perros junto a un auto, los vemos saltar y acercarse, seguir el barco y saludar con piruetas. No es fácil saber cuantos son, pero siempre son grupos. Es el momento de ponerse las patas de rana, tomar una máscara de snorkel y saltar al agua, a mar abierto. En cuestión de minutos estamos en el agua nadando con las bellas criaturas hasta que ellos consideran que ya fue suficiente socialización inter especial y se marchan, entonces volvemos al bote a compartir nuestro asombro y agudizamos la mirada buscando otro grupo para nadar un ratito más.


Todo se ejecuta con un perfecto respeto por la naturaleza y tratando de molestar lo menos posible el normal desarrollo de las especies, los paseos de nado con delfines son dirigidos por un equipo de conservacionistas apasionados que promueven un estricto código de conducta que se ha desarrollado sobre la base de consejos y directrices de los expertos marinos internacionales y locales de mamíferos, lo que resulta en un programa que permite una estrecha interacción en términos de los delfines. Y si… según dicen; donde fueres haz lo que vieres.


No entiendo a los delfines, pero compartir con ellos en la libertad de su hogar, es màgico.

Éste artículo fue publicado en http://revistaelviajero.com/ponta-do-ouro/


No entiendo al paso (2)



No entiendo a los que dicen que el aire es gratis... no siempre es cierto





No entiendo al paso... pequeñas cositas cotidianas.


No entiendo cómo se forma un ecosistema en el arroz



No soy buena ama de casa. Odio la cocina, no soy prolija en las comidas, no le llevo el apunte a mi nutrición. He dicho.

Estas cuestiones repercuten en mi forma de encarar el supermercado. Prefiero ir picoteando chocolates y snacks hasta tener tiempo de algo más. Alfajores, galletitas, golosinas, papas fritas y claro, alimentos no perecederos para cuando hacen falta comiditas de verdad., o más o menos. 
Latas. Amo las latas. Principalmente atún, pero mucha caballa, arvejas, jardinera, choclo y hasta remolacha y verduras de hoja. Cuanta felicidad cabe en una lata. El contenido de una lata y tres huevos constituyen el "omelette de lata" que es casi la base de mi pirámide nutricional. 
También incluyo en mi lista de compras dos componentes tipo comodín que se alinean en mi religión de los no perecederos: arroz y fideos. Los fideos son como una mentira, me gusta comprarlos de diferentes formas y variedad de marcas para tener la ilusión que no es más de lo mismo, pero todos sabemos que son harina con agua por mas tallarines, tirabuzones o cabellos de ángel que los hagamos parecer.

Con el arroz, la relación es otra y no puede estar muy lejos del amor.
El arroz es plato principal, es guarnición, es frio y caliente, de hoy y de ayer, más crudito o bien pasado, con salsa o con manteca, el arroz es todo. Tiene historia, tiene mística, magia, carisma. Es aristócrata y popular… una comidita universal; el deber ser de toda alacena.

El arroz en casa no puede faltar. En bolsa, en caja, del mas berreta o el más aburguesado, siempre tengo arroz y como mis tiempos son caóticos y me cuesta agendar un momento para ir al súper, siempre me encargo de comprar mucho, pero mucho arroz.
Esto lleva (y no se horroricen) a que muchas veces mi arroz mágicamente se transforma en ecosistema ­{me parece ver caras de lectores horrorizados y ni quiero imaginar a la gente con la que he compartido arroces}. Abrir el paquete, encontrar movimiento, vida.


A mí siempre me sorprende la biodiversidad. Aun en mi comida. Pequeños bichitos negros e inquietos gusanitos rosados emergen y se sumergen entre los granos crudos de arroz.


Los miro, me pregunto como llegaron ahi.... me pregunto que hubiera pasado si no olvidaba durante tanto tiempo aquel paquete en la alacena. Me sorprendo de que puedan vivr en una bolsa hermeticamente cerrada. Somos lo que comemos. ¿Será que ellos son arroz?


No se cómo pasa, y no sé porque me gusta tanto. Soy feliz con la vida. No entiendo como se forma un ecosistema en el arroz, es mágico. Es un regalo.


No entiendo las Cataratas del Iguazú



Al norte de Argentina y al sur de Brasil se encuentra, sobre la frontera entre ambos e inmerso en el magnífico entorno de selva subtropical, el parque natural Iguazú.

Este jardín binacional es un verdadero show de la naturaleza y, según los habitantes de la zona, el espectáculo tiene por escenario el lado argentino y como platea el lado brasilero.


Las cataratas, se originaron hace 200 mil años donde se juntan los ríos Iguazú y Paraná, en el lugar que hoy se conoce como la Triple Frontera por ser un punto de convergencia entre Brasil, Paraguay y Argentina, sin embargo, actualmente se encuentran a 22 kilómetros de aquella desembocadura en la que se formaron.

El Río Iguazú alimenta los 275 saltos de hasta 80 metros de altura por los que fluyen un promedio de 1.500 metros cúbicos de agua por segundo, que  en temporada de lluvias (de noviembre a marzo) ascienden a más de 12.700. 
El nombre de este río y de las cataratas (Iguazú) viene del idioma guaraní y significa “agua grande”, de hecho, estas cataratas son las más grandes del mundo (cuatro veces más extensas que las del Niágara, en Estados Unidos)


En Argentina, las pasarelas permiten recorrer los saltos de agua con una gran proximidad, experimentando de cerca el ruido y la sensación que el agua genera en el ambiente, de este lado se encuentran dos tercios de las Cataratas del Iguazú. En Brasil, es posible obtener las mejores fotografías, ya que la vista es más amplia y se pueden apreciar los saltos y la caída del agua que con su fuerza, da origen a una nube de llovizna de 30 metros de altura.

Se trata de un destino dotado de una variada oferta hotelera en ambos países, dispuesta para recibir a los miles de turistas de las más diversas nacionalidades que lo visitan anualmente; una de las nuevas siete maravillas del mundo que fue declarada por la UNESCO como parte del patrimonio de la humanidad.

El salto de mayor renombre es la Garganta del Diablo, con más de 70 metros de altura, es uno de los favoritos de los viajantes por su impacto, ya que deja caer cerca de tres millones de litros de agua por minuto.


La visita a este destino constituye una experiencia altamente sensorial, ya que al recorrerlo se ponen en juego nuestros cinco sentidos;

El gusto encuentra en esta región una infinidad de nuevos sabores dulces y salados, exaltados en preparaciones a base de ingredientes naturales de este ecosistema selvático. Además de las carnes asadas, lo más típico son los pescados como el dorado, el surubí, el pacú, el paty y el manguruyú. En horas de la tarde, no puede faltar una ronda de mate acompañado de chipá, una tradición que une las culturas de los tres países que allí convergen. También es posible acompañar la merienda con mermeladas y dulces provenientes de la flora local.

El olfato se desorienta en medio de tantos aromas ancestrales, y nos parece respirar algo que, más allá de las pasarelas para recorrerlo, no fue intervenido por el hombre,  sencillamente huele a planeta tierra. La humedad de la zona en contacto con la tierra colorada se mezcla con el viento tibio que nos llena de vahos provenientes de la frondosa vegetación reinante.


El sentido del tacto se pone en acción al recibir la humedad que los saltos comparten con los cuerpos de los turistas, ya que el agua está en el aire y su caricia, merece ser celebrada (aunque se venden pilotos en las tiendas de la zona para quienes prefieran no mojarse). Se puede también realizar un tour en bote hasta las cataratas, donde no se podrá evitar quedar impregnado de ellas.

El oído se encuentra estimulado por el canto de las aves de la selva y el ruidoso bramido del agua en constante caída, que estremece con su fuerza y sonoridad. El agua produce un choque contra las piedras que se convierte en sinfonía para el oído, aquel estruendo que escucharon los habitantes de los pueblos originarios y que le valió al mayor salto el nombre de “garganta del diablo” hace que perderse en esas pasarelas se vuelva un momento místico.


A nivel de la vista la escena es una fiesta que incluye todos los colores jugando a formar paisajes con muchos contrastes conformados por el río Iguazú y la selva misionera, ideales para un sinfín de fotografías que nadie quiere dejar de tomar. Los saltos caudalosos forman nubes de espuma en la caída y el agua suspendida origina magníficos arco íris. La fauna se hace presente en forma de monos y coatíes que deleitan con sus travesuras.
En esta ubicación tropical de majestuosa belleza, no podemos dejar de sentirnos protagonistas del estallido de naturaleza más fascinante de América.


No entiendo como hay gente que viviendo tan cerca, todavía no se aventura a una experiencia sumamente completa

Este texto, hace unos años formò parte de una publicaciòn on line


No entiendo el Mamboretá



Hay muchos bichos que no entiendo. Ya  escribí sobre algunos como el bicho bolita (leer aqui) y el mosquito (leer aqui), hoy le toca el turno a las cosas que no entiendo del Mamboretá.

Lo primero que quiero decir es que me parece una caricatura de sí mismo. Si no lo hubiera visto en vivo, creería  que las imágenes exageran o deforman la verosimilitud de la silueta de este amiguito; La cabeza chiquita, las patas desproporcionadas, el color brillante, como si Disney lo hubiera garabateado en su estudio, como si la mitología lo hubiera engendrado mixando partes de otros bichos. Tienen alas bien desarrolladas, que usan bastante poco y parecen extraterrestres exiliados de algún libro de ciencia ficción.


Cuando camina, se apoya en sus cuatro patas de atrás y las de adelante quedan unidas entre sí, casi en posición de orar, lo que le vale el nombre de “mantis religiosa”, aunque también se lo conoce como “tatadiós”, “santateresa”, o “alabador de Dios”, por esta similitud de su postura con la pose del rezo.

Hasta acá, seguro las novedades son muchas, pero como me parecía fisiológicamente gracioso, hice una lecturita apresurada de sus características más generales para informarme un poco y aprender algo más, entonces, aprecio la revelación… ¡poco tienen de graciosos! 
Además de los nombres religiosos que ya citamos, tiene nombres asociados a su título de "insecto más salvaje del mundo"; madre víbora, matacaballo, muerte, caballito del diablo o mula del diablo, cerbatana...

Su cabeza gira 180º y es un triángulo con dos ojos enormes “compuestos”  y tres ojos “sencillos”, garantizándole el campo visual que un cazador de su talla merece tener. En cuanto a orejas, es el único animal conocido que tiene una sola y la tiene en el torax, bastante original.

Artrópodo, ovíparo, carnívoro y caníbal. En detalle:
Artrópodo invertebrado dotado de un esqueleto externo. Se trata del pariente más cercano a las cucarachas.
Ovíparos: Cada saco puede albergar entre 200 y 300 huevos, pero sólo unos pocos sobreviven ya que entre ellos impera el canibalismo juvenil, mueren los que tardan en escapar de sus hermanos
Carnívoro: Aguarda a que se aproxime a él un insecto, con la cabeza doblada hacia abajo y hacia dentro, y sus dos poderosas y largas extremidades anteriores plegadas, de tal forma que cuando un insecto se acerca, las estiran y se apoderan de ellos. Cuando cazan tienden a cortar los centros vitales de la víctima devorando cabeza y cuello. Aunque pueden volar, no persiguen a sus presas por el aire, desarrollan alta velocidad de movimiento en la caza. Devoran insectos de su tamaño o menores, y puede comer pájaros o ratas pequeñas, ranas, lagartijas, polillas y colibríes.
Caníbal: La hembra se come al macho en un 40% de los casos antes, durante o después del apareamiento, el primer bocado es la cabeza.


No son venenosos, no atacan a los humanos y su impacto ambiental es altamente positivo, porque controlan la población de algunos insectos, encuentra deliciosos a los mosquitos y las moscas nocivas.

Todo esto y mucho más, contenidos en aproximadamente cuatro a seis centímetros, no sé cómo no es más popular, ¡no entiendo el mamboretá!


No entiendo el ronroneo



Play-rec y nada
Pese a tener seis kilos de gato vibrando sobre el pecho, el audio no había registrado el ronroneo.
No lo entiendo



Lo escucho, lo siento, pero no queda plasmado en el registro sonoro. Entonces, me pongo a leer, a googlear, a “investigar” que cosa es el ronroneo; algo que escucho desde antes de nacer todos los días de mi vida, una de esas cositas que están tan naturalizadas que no son dignas de curiosidad. Y allá fuimos (mi curiosidad y yo) a preguntarle a la cibercomunidad de que se trata el motorcito de los gatos.


Para mi sorpresa, parece que no se sabe. Algunos lo sitúan en la laringe, otros lo atribuyen a la vena cava posterior en combinación con el diafragma, la mayoría afirma que el gato no tienen ninguna característica anatómica evidente que parezca ser la causante del ronroneo.

También se desconoce la razón de su existencia. Se sabe que los gatos ronronean cuando están felices, cómodos, en confianza, pero también hay casos en los que el ronroneo se asocia a malestares, aparece en casos de gatos heridos, enfermos, pariendo o agonizando. Se sugiere que cuando el gato ronronea, está avisándonos que no es una amenaza, ya sea en busca un mimo o necesitando cuidados delicados. 
Puras especulaciones, porque aun nadie sabe para que lo hacen y como ya dijimos, tampoco saben cómo lo hacen. Al respecto, leí que Cuando hay dolor y sufrimiento, nuestros cuerpos (los de todos los seres sintientes) son traumatizados, apagan la actividad no esencial, y dado que en casos extremos los gatos ronronean, esto hace suponer que tiene que estar relacionado con la supervivencia, ya que ronronean cuando están severamente heridos o muriendo.


Lo cierto es que los felinos ronronean y esto no excluye a los grandes gatos como el tigre, el león, el jaguar y el leopardo, que al exhalar también lo hacen.
Existen, además, diversas investigaciones sobre los poderes curativos del ronroneo tanto para el propio animal, como para los que estamos cerca. Según los estudios, la frecuencia óptima para la estimulación de los huesos coincide con los 25 a 50 hertz de frecuencia dominante en el ronroneo de los gatos, lo que indicaría que es adecuada para el crecimiento de los huesos y la curación de la fractura, la reparación de tendones y las heridas de ligamentos, este tipo de frecuencias son buenas para cualquier tipo de herida, reducción de la infección y la hinchazón, alivio del dolor, y alivio de la enfermedad crónica pulmonar.


Algunas cosas a mencionar en relación a la salud de los propios gatos; no suelen sufrir enfermedades pulmonares crónicas, lastimaduras del músculo y el tendón, enfermedades de los huesos, y otros males que si afectan a especies como los perros.  Esto lleva a pensar si el ronroneo puede ser un fortalecedor constante que tonifica los músculos.
También hay testimonios de especialistas que cuentan con qué facilidad se recomponen los huesos de los gatos en comparación con los de otros animales.

Es curioso que pese a la cantidad de subespecies que se pueden descubrir dentro de los felinos domésticos y las diferentes líneas evolutivas que pudieron haber atravesado , los sonidos que hacen se ajustan exactamente en amplitud como frecuencia, a las frecuencias que se han encontrado que hacen sanación.


Pero mientras los que saben siguen investigando los poderes y propiedades del ronroneo, nosotros seguimos sin entender de qué se trata el motorcito que encienden los gatos, que no llega a ser captado el micrófono de un grabador.