No entiendo las aristas



No me gustan los filos, los bordes, las aristas.
No me gustan los ángulos, las rectas, lo derecho. Tampoco me gusta el ideal de perfección que persiguen. Pero fundamentalmente, me abruma su connotación de agresividad.


Viviría en un mundo redondo, ovalado, acolchonado, donde las puntas nunca sean puntudas, ni pinchudas, ni aristosas. Donde los bordes no estén muy definidos, porque las definiciones son siempre mentirosas y las líneas rectas no se sentirían cómodas y dejarían de existir, ocupando un lugar en la mitología cunado algún nostálgico las recupere evocativamente.


Geometría blandita, formas imperfectas, perfectamente imperfectas. Ennubesitada geometría de las curvas que conservaron el anonimato cuando todas las figuras con lados y ángulos recibieron su nombre; porque todas las figuras con lados rectos tienen ángulos y tienen  nombre. Están rotuladas y encasilladas. Las formas curvas, no. Se escaparon del afán clasificatorio y del dominio del lenguaje, se filtraron de los estándares y se pusieron a bailar.

Coreografía de curvas, sintonía de bucles y vueltas, girando o cayendo torpemente, saltando o solo quietas, pero con la rotunda sensación de movimiento que contagia su presencia.


Las formas erráticas, las formas deformes en toda su contradicción. Esas quiero.


No entiendo los días de la semana




Nunca entendí los días de la semana, ni de donde salen, ni quien los inventó, ni porque son siete…. No sé... nunca los entendí. No entendía que se llamen como planetas, porque no me cerraba el número de planetas con la cantidad de días ni con la inclusión de otros astros, tampoco veo lógica la proporción de trabajar cinco y descansar dos, no sé de donde sale, y porque todos trabajamos y descansamos  los mismos. Nunca entendí nada de eso, o no entiendo desde cuándo y porque quedó así establecido… pero estoy subida a esta rueda y rodeada de gente que naturaliza la existencia de estos nombres que hablan de los días.


Entonces, la curiosidad me llevo a leer un poquito de historia, y lo cierto es que nombramos a los días de la semana desde hace mucho tiempo (muchísimo, tal vez). La palabra semana, incluso, hace alusión al número siete y parece que no es tan arbitrario. La humanidad descubrió el ciclo solar y midió el tiempo en cantidad de primaveras, más tarde delimitó las cuatro estaciones y por ahí descubrió las fases de la luna; llena, menguante, nueva y creciente, que resulta que duran aproximadamente siete días. Ok, de ahí sale el formato de semana de siete días, aunque varias religiones definen el origen de la semana como el tiempo que tardó Dios en crear los cielos y la tierra, y todo lo que hay en ellos (Génesis 1:1 - 2:4).

El origen de los nombres, por su parte, tiene que ver con lo que del cielo veían aquellos; el Sol, la Luna, y los cinco planetas que pueden verse a simple vista: Marte, Mercurio, Júpiter, Venus y Saturno (podemos ver etimologías interesantes en los distintos idiomas que cambian la evocación de deidades grecorromanas por germánicas o toman bíblicamente vocablos hebreos).

Sin embargo, estos ciclos lunares no coinciden estrictamente con los siete días, y el inicio de la semana se relaciona con una convención internacional (si, si… para eso si el planeta se pone de acuerdo) desde 1988, mediante la norma ISO 8601, se indica el orden de los días de la semana. Esta norma establece que la semana comienza el lunes y finaliza el domingo, siendo la reglamentación que se sigue en la inmensa mayoría de los países del mundo (aunque algunos prefieren comenzar el domingo).



¿Para qué nombramos los días? ¿Y les ponemos número? ¿Y los agrupamos en meses? Qué necesidad de andar clasificándolo todo.  Entonces me di cuenta de que por alguna extraña razón había cosas que le quedaban muy bien a algunos días y no muy bien a otros. Por una razón no tan extraña, porque en el fondo, todos estigmatizamos a los días de la semana y les hacemos cumplir nuestros presagios, como a los meses del año, como a las nomenclaturas del horóscopo…. Y así… le hacemos cargo a los miércoles de estar en el medio y a los domingos a la noche los culpamos de la tristeza y a los lunes los llenamos de energía mal querida por el inicio de la rutina y vamos por el mundo preguntando quien es de Aries o de Libra, para achacarle estereotipos que alguien trazó culpando a las estrellas… entonces es pura casualidad… o no… que se yo.



No entiendo al paso (5)



No entiendo como se prenden estos ventiladores de techo....



No entiendo al paso... pequeñas cositas cotidianas,


No entiendo como no amar el transporte público (9)



Hoy no entiendo como no somos más solidarios y pienso en lo que amé el transporte público de Perú…. No el turístico, sino el local, el que lleva chicos a la escuela y lleva doñas al mercado, el que es una combi compacta que se llena de gente con muchos bolsos.

En ese transporte público, la solidaridad hace que todo el pasaje se involucre en lograr que el espacio se potencie. Es la corporeización de la palabra “cooperación”.
Apenas subís, alguien te indica donde sentarte, otro te tiene de la mano para que no te caigas por el movimiento, alguno pone tu bolso bajo las piernas de alguien o sobre la falda de cualquiera. Así, llegas a hacerte parte de la masa compacta que constituye el pasaje, lo más cómodo que se pueda. Dentro de lo prensado que se viaja, todos te sonríen, todos somos compañeros de viaje. Alguno se baja, saluda. Otro hace una pregunta, varios ríen. Casi todos quieren saber porque no sos de ahí, a donde vas, como te pueden ayudar a llegar a tu destino.

En un punto del recorrido, sube una mujer con dos chicos y varios bolsos. Le alcanza un bolso enorme con verduras a un fulano con total naturalidad, se acomoda en un asiento y ubica uno de los niños sobre ella, el otro chico es agarrado de la cintura por un pasajero que en su falda lleva el bolso de la señora y lo deposita con total naturalidad sobre mis piernas. El niño ni lo nota. La coreografía no ensayada fluye con tanta naturalidad, que sonrío, trato de jugar con él y pienso…. ¿Cómo no amar el transporte público?

Viajar en estos medios compartidos es lo que más nos hermana dentro de la despersonalización de las grandes ciudades. Ser comunidad, ser en relación con otros seres, y celebrar que todavía pasa, aunque no sea en todas partes.


Cuando en mi ciudad veo gente parada en el pasillo del transporte público, bastante más amplio y cómodo que aquel de Perú, y veo niños pequeños ocupando asientos completos, siento que nos falta aprender de aquellas combis peruanas que nos invitan a hacernos familia para aprovechar el espacio disponible. 

No entiendo el bidet




Algunas palabritas, girar las manijitas, mostrar agua fría, agua caliente, posibilidad de usar un tapón y para el gran final; la manijita del medio haciendo emerger un enérgico conjunto de chorritos, cual aguas danzantes, en pleno baño de casa.

Todo comenzó una tarde, en la que un trío de huéspedes extranjeras, juntaron valor y aventuraron la pregunta que llevaba meses sobrevolando su imaginación; “¿para qué es la segunda taza del baño?”. Esa tarde, di una charla teórico práctica sobre los usos y aplicaciones de este entrañable objeto y su polisémica lectura.


Para todos nosotros es muy común encontrar en cada casa y aun en baños de uso colectivo el bidet al lado del inodoro, sin embargo esta pieza constitutiva de nuestros cuartos de higiene poco tiene de universal. Es más... No es de lo más habitual. Tanto en Estados Unidos como en Europa solo están en hoteles de alta gama, en España o México cada vez se usan menos. En Inglaterra lo consideran cosa de franceses; en Alemania, dicen que es poco higiénico; y en Italia, lo ven como un accesorio de lujo. Argentina es uno de los pocos lugares del mundo en los que forma parte del equipamiento ideal y hasta básico de lo que llamamos baño completo: inodoro, bidet, bañera y lavatorio.


Su nombre es bidé o bidet  y viene del vocablo francés “caballito” que hace alusión a la postura que se emplea durante su uso. Consiste en un recipiente de porcelana bajo, ovalado con agua corriente, desagüe y lluvia invertida para higiene íntima. 
Al parecer se inventó en Francia en el siglo XVIII, en el período en el que la limpieza corporal se llevaba a cabo una vez por semana. Fue inventado para asear las áreas "privadas" del cuerpo, entre baños regularmente programados. 
Una curiosidad es que su lugar era el dormitorio hasta el 1900 en que se mudó al baño. Generalmente se asemeja a la forma del inodoro. Existe una amplia variedad de estilos de bidets, todos ellos combinan con el correspondiente retrete. y se ponen al lado este en el cuarto de baño. Para su uso, se puede escoger sentarse viendo hacia los controles de agua del mismo o dándoles la espalda.

También cabe aclarar que estamos mucho más acostumbrados a verlo que a usarlo, o al menos esas son las estadísticas que arroja mi somero relevamiento de campo en casas de amigos que lo han mutado en revistero, lavapiés, espacio para lavar ropa a mano o cortardero de uñas, depósito de rollitos de papel higiénico agotados (si… el relevamiento fue breve, seguro hay miles de datos que a todos nos sorprendería conocer).

Más allá del uso o la falta de uso, nadie concibe construir un baño sin incluirlo en los planos, incluso en lugares de uso público en los que nadie sentiría necesario darle utilidad. Es uno de esos muchos orgullitos pavotes que ensalzamos los argentinos.      


No entiendo la fuerza de algunas palabras; Aurora




Nuestro lenguaje es dueño de una riqueza de la que hacemos caso omiso.
Usamos muy pocas de las muchísimas palabras de nuestro léxico y desconocemos incuso el significado de otras que si usamos, pero mal.

En esta sección le regalamos cuentitos a las palabras cargadas de sentido y nos permitimos amar lo necesarias que resultan. Quizás con un poquito de esfuerzo podamos sacar de adentro del diccionario algunas de las muchas combinaciones silábicas que no entiendo cómo nos olvidamos ahí.


Se levantó sigiloso en medio de la noche y abandonó la cama que compartían tratando de no despertarla.
Bajó las escaleras a oscuras y con la claridad que se filtraba por la ventana escrudiñó los lomos de sus libros hasta encontrar el diccionario.
Revisó las primeras páginas y encontró la definición que buscaba
luz sonrosada que aparece en el oriente inmediatamente antes de la salida del sol
Sonrió satisfecho y volvió a la cama.
Horas más tarde ambos desayunaban en la cocina. Ella hablaba sobre las cortinas para el dormitorio o el suavizante para ropa que tenía previsto comprar. Él la miraba circular por la cocina con la cabeza llena de ideas y los ojos rebalsados de ilusiones.
Ambos compartían largas horas tratando de poner en palabras sus proyectos, pero había una palabra en la que aún no habían logrado coincidir. 
Ella descubrió su silencio y le sostuvo la mirada. Él le devolvió una sonrisa tímida y movió la cabeza hacia los lados. El silencio se prolongó algunos segundos más, hasta que el decidió arriesgar una respuesta.

“Tengo el nombre”, le dijo sonriendo, pero con tono serio. Ella lo miro sin muchas expectativas. “Se llama Aurora”, dijo él. Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y tomando su panza de siete meses con ambas manos se acercó a su marido sin disimular la emoción. “Es verdad”, dijo ella, “se llama Aurora”.


No entiendo el “Miguelito”



Me gusta viajar, me gusta recibir extranjeros y me gusta probar cosas nuevas.

Hace un par de años, desarrollé una mini adicción por una golosina mexicana (hay muchas que me gustan, pero esta es especial por lo simple) y no entiendo de que se trata.


Lo primero que se hace difícil de entender es que en este país, le llamen “dulces” a sus golosinas que son curiosamente todo, menos dulces.

Se llama Miguelito y según su web oficial nace entre 1973 y 1974 cuando “Valente crea "Chamoy Miguelito Polvo Enchilado y de Sabores", gozando inmediatamente de gran popularidad. Cabe resaltar que éstos fueron envasados en la primera máquina para polvo diseñada por el propio Valente.”

¿Qué es un Miguelito?, ni más ni menos que como dice su pequeño sobrecito “azúcar salada, enchilada y acidulada”


¿Alguien entiende que es el azúcar salada? ¿acaso no suena absolutamente contradictorio?
Me parece que el secreto está en dejar de hacerle tantas preguntas, cortar una esquinita del sobre y permitir que el tradicional, original y orgulloso sabor mexicano haga fuegos artificiales contra el paladar.


El Miguelito tiene un gusto picantón, salado, dulce y acido que nadie sabe de qué se trata, pero enamora y fanatiza; Fiesta de sabores que sorprenden, pero no disgustan. Desorientan por la multiplicidad de sensaciones cuando la arenilla se desparrama por la boca haciendo gala de ese variado espectro. 
No hay mexicano que cruce la frontera sin su provisión de Miguelitos, o que no los nombre con el brillito en los ojos de quien evoca a un ser querido.


No entiendo el Miguelito, ¡pero como me gusta!


No entiendo la sala de profesores




La famosa "sala de proferes", ese lugar que en nuestra infancia implicaba misterio y prohibición, que abría un mundo de especulaciones sobre lo que pasaba al cruzar esa puerta. Pasaron los años... y pude estar del otro lado. Nada mágico.

No tengo gran experiencia en esos lugares. Mis recorridos docentes se centran en espacios para adultos y voy de un lugar a otro, sin que pasar a la sala de profesores sea posible, o necesario.
En los pocos reemplazos que hice escuela media (secundaria) y las inevitables visitas que tuve que hacer en ocasión del dictado de talleres en escuelas primarias, he alcanzado la saturación de entender que los peores vicios del estereotipo docente se dan cita en ese recinto lamentable de intercambio profesional.


Entre las temáticas destacadas en los temas de conversación podemos citar;
  • ·         Familia y familia política
  • ·         Clima y su inconveniencia
  • ·         Maternidad y sus cosas feas
  • ·         Los alumnos y su no futuro
  • ·         La directora y su bipolaridad
  • ·         Los otros docentes y su incompetencia
  • ·         Medicamentos; usos e intercambio
  • ·         Vida cotidiana, stress
  • ·         Sí mismas, la mejor versión posible
También las prácticas frecuentes son limitadas y repetitivas, casi como si hubiera un manual estricto de que hacer en esas salitas que congregan repartidores de saberes:
  • ·         Mate-café-te-infusiones varias-generalmente de marcas innotas
  • ·         Ingesta continua, generalmente harinas y grasas
  • ·         Intercambio de catálogos para hacer compras y datos de profesionales (desde médicos hasta carpinteros)
  • ·         Lectura y comentario de material sindical, artículos, licencias…
En verdad, tener a parte del personal docente de una escuela compartimentada y fragmentaria en un solo cuartito podría ser bastante más aprovechado, sin embargo, lo cierto es que son recintos relegados a las peores expresiones del cuerpo docente del correspondiente establecimiento educativo, refugio de catarsis y exhalación, madriguera donde evadir el afuera del espacio escolar ignorando la existencia de los educandos.

No tengo un gran recorrido por estos espacios, pro me da la sensación de que son el lugar en el que la alienación laboral se expresa.


No entiendo como desconocemos la masacre camboyana



Así, como si hubieran tapado un país entero con una sábana, la historia reciente de nuestro planeta hizo desaparecer el capítulo en el que un tercio de Camboya fue masacrado.

Así, como si fuera una anécdota que alguien se olvidó de contar, una foto que nadie tuvo tiempo de sacar o un ratito absurdo para los miles de años de humanidad en la tierra. Así, desapareció el régimen de los jemeres rojos de los medios de comunicación que ya existían todos. Porque en el año 1975 ya había tele, había radio y estaba la imprenta, pero nada.

Cráneos en el memorial de un campo de exterminio

¿Quién sabe algo de Camboya? ¿A quién le importa? Los adalides de la solidaridad internacional se saltearon ese rengloncito finito y nadie dijo nada. Ni los comunistas ni los capitalistas, los de la derecha o los de la izquierda, los que ven la vida color rosa ni los que la entienden siempre negra, nada dijeron los que eligen el invierno ni los que prefieren verano, todos, pero todos, miraron para otro lado cuando en Camboya mataron a muchísimas personas.


Hoy a la distancia (cortita, pero distancia) esas personas son estadísticas, parrafitos bucólicos. Pero si le ponemos un poco de sentimiento a la noticia que nos llega tarde, esos números de muchas cifras, esos datos con varios pares de ceros, esos relatos con centenares de víctimas inocentes, todo eso, es gente, como vos, como yo, gente que siente, que sufre y que muere, por delirio ajeno, por capricho despótico, por ideas raras.

Algunos restos humanos que siguen apareciendo cuando llueve en lo que fueron las fosas comunes

Se llamó Pol Pot y era petiso, nada amenazador a simple vista. Creía en la vida agraria como camino y destino del comunismo puro y tenía pánico a los saboteadores de su proyecto. Durante los setenta, estuvo a cargo del gobierno y del ejército de los jemeres rojos, su organización guerrillera. En proporción, supero a Hitler, pero en marketing, nadie lo conoce; nadie en nuestra zona habla de él… nadie en la escuela de occidente estudia las consecuencias que aun hoy ese país padece como secuelas de esos años no tan lejanos.

Entre 1975 y 1979 el país perdió hasta su nombre, se empezó a llamar Kampuchea Democrática. Al año 1975 lo nombraron año cero, y desde ahí, comenzarían a escribir la nueva historia, lejos del capitalismo, y la monarquía, incomunicados del resto del mundo, alejados de las fábricas, las escuelas, la moneda, los hospitales, el mercado, el concepto de familia y todo lo que no fuera de los orígenes del hombre y su cultivo de la tierra. 

Todo comenzó, tras la Guerra de Vietnam, la salida de los Estados Unidos y el derrocamiento del general Lon Nol (que regía una dictadura militar desde 1970), el 17 de abril de 1975, cuando la población estaba esperanzada porque se acababa la guerra civil y nada podía ser peor. 

Los disciplinados e inexpresivos guerrilleros adolescentes que entraron, impermeables a todo soborno o ruego, esa misma tarde supervisaron la evacuación de toda la población de las grandes ciudades. Los que se negaron a seguir las órdenes fueron inmediatamente fusilados. Los heridos, operados convalecientes, desnutridos y enfermos fueron forzados a vaciar los hospitales. Los muertos eran abandonados donde caían. Se destruyeron todos los documentos y archivos, los libros fueron arrojados al río Mekong y se incineró el papel moneda. Todo el que admitía ser un burócrata, empresario, profesor, médico o ingeniero era fusilado, incluso usar gafas con cristales gruesos se volvió peligroso. En una semana vaciaron las ciudades, se aniquilaron las clases propietarias, intelectuales y comerciantes para poner fin a las diferencias sociales.

Árbol de matar. Contra él, los verdugos golpeaban a los chicos más chiquitos

La voluntad del régimen para conseguir el poder total, se lograría acabando con los vínculos familiares e interpersonales que se suponían fuentes de valores morales y defensas grupales naturales frente al poder estatal; algo que no podía permitirse. El gobierno también monopolizó el acceso a cualquier fuente de alimentos, se llegaron a destruir árboles frutales, para eliminar fuentes no controladas de nutrición y cualquier intento de mejorar la dieta era mortal, aunque fueran lombrices, sapos y lagartijas atrapados en los campos. Todos los sospechados de desacuerdo con el régimen eran eliminados, junto con sus familias, sin importar la edad de sus miembros.

Sujetadores para los tobillos de los prisioneros

Los padecimientos terminaron el día 9 de enero, cuando los vietnamitas entraron en Nom Pen y nacía la República Popular de Kampuchea. Para ese entonces, con la dureza del régimen polpotista, la mayoría de los camboyanos anhelaban la victoria vietnamita.
Pol Pot y sus seguidores habían gobernado Camboya durante menos de cuatro años, de abril de 1975 a enero de 1979, y su único legado fue matar entre un quinto y un tercio de sus compatriotas, por cuatro años, que suena a poquito, pero en cantidad de víctimas, es un tiempo desolador. 

Antecedentes personales del acusado Kaing Guek Eav, alias Duch, el ex jefe de la prisión S21

Todos los líderes de aquel moviemiento salieron impunes para las Naciones Unidas y muchos de los altos mandos, formaron parte del nuevo parlamento. Pol Pot, jamás mostró arrepentimiento alguno. Siempre creyó que la salvación de Camboya estuvo en su mano, faltándole tiempo en su mandato para concluirla. Murió consumido sólo por la vejez, sin ser juzgado como rebelde de una causa sin sentido.

No entiendo como tampoco la historia presente se toma el trabajo de juzgarlo.

No entiendo al paso (4)



No entiendo como esta bolsa para evitar el uso de bolsas plásticas, se vende envuelta en una bolsa de plástico.



No entiendo al paso... pequeñas cositas cotidianas.






No entiendo el mal marketing de los sapos



Hay algunos bichitos sobre los cuales el consenso general resuelve hacer mala cara. Por alguna razón, los anfibios son los favoritos para el bulling zoológico.


Yo no lo entiendo. Me resulta fascinante el aspecto irreal y mitológico de sus pieles duras con texturas de hace miles de años.


Pienso en la magia de la metamorfosis que implica su proceso reproductivo, imagino lo que sienten mientras sus cuerpos atraviesan las diversas etapas de la fecundación externa para alcanzar el estado adulto.


No entiendo dónde o como nació el mal marketing de los sapos. Los miro comer bichitos con la  velocidad invisible de sus lenguas. 
Los miro saltar pesadamente y caminar con torpeza inexplicable. 
Los miro a los ojos amarillos de pupilas verticales igualitas a las de tantos seres prehistóricos (me tomo un recreo mental para pensar quien habrá inventado la forma de las pupilas de los dinosaurios, si es imposible que haya restos materiales o relatos orales al respecto). 
Miro sus parpados, veo tres: el transparente, el de arriba y el de abajo (si, los anfibios tienen esa cosa mágica de vivir en la tierra y en el agua… y vienen perfectamente equipados para estas funciones)


No sé cómo todavía nadie los quiere, si tantos bichitos menos estéticos han logrado una pizca de reconocimiento, no sé cómo este anuro popular no logra llegar a los corazones. Habría que hacer una campaña para mejorar la imagen pública de este animalito noble y discriminado que es el sapo.


Mitos y leyendas han desprestigiado desde tiempos inmemoriales a este ser y la falta de información ha hecho que estas criaturas padezcan un rechazo injusto e inmerecido.
Dar a conocer las virtudes y atributos de los sapos, contagiar afición a observar los misteriosos dibujos que tienen tatuados en la piel y popularizar de su rol ecológico y su belleza natural, quizás sea el camino para iniciar el camino al entendimiento (?) de la belleza de los sapos.


No entiendo cómo hacer que los sapos ganen el rinconcito que se merecen en nuestros corazones.