No entiendo... un cuentito de madres que buscan.




Algún día del año pasado me puse a escribir un cuentito sobre mamás... que en esta fecha, tiene sentido compartir. Porque de maternar y buscar, hay muchas formas. 



Madres que buscan

Y un día me puse en sus zapatos, o en sus pañuelos. Me vi espejada en la desoladora búsqueda de un hijo que no sabemos si algún día va a aparecer, que no sabemos si estamos buscando bien, que no sabemos dónde puede estar.



Un día me sentí como todas esas madres que buscan insaciables ese amor que tienen a la maternidad, a la familia, al lazo de sangre, a la transferencia de ADN. Las vi mirándome, me vi mirándolas, me descubrí siéndolas.



Un día, entre tantos otros días, me compare con lo incomparable y no me dio culpa. Me sentí como ellas, aunque nada que ver. Vi mi lucha espejada en una de las más tristes luchas que alguien puede imaginarse jamás.



Sé que no es correcta la metáfora, entiendo que no se puede medir con la misma reglita, pero en mi angustia, pensé en la de ellas. Y bastante poco me importa que se pueda decir que es una mezcla, un pastiche, una sobre interpretación. No le pedí opinión a nadie. Ni opinión, ni ayuda, ni contención, ni lastima. A nadie. 
Somos dos que te buscamos entre las sabanas, y sabemos que quizás, ahí no estés. Somos dos que te buscamos en el dormitorio de casa, cuando tal vez estés en la casa de otro, en algún espacio judicial frío, en el seno de una familia sin amor. En el vientre de alguien que maldice portarte. Pero con tu papa te buscamos casi como un ritual entre las sabanas de nuestra cama, casi como una tarea más de la agenda con la que hay que cumplir en las fechas que grita el almanaque más que la emoción. 
Y no sabemos si la lucha tiene sentido, y no sabemos si es egoísta y narcisista. 
Y no sabemos si te vamos a encontrar. Pero te buscamos. Y como el tiempo pasa, hay cosas que van cambiando de color, hay matices en la mirada, hay palabras elegidas para no dañar, y hay soledades elegidas porque la lastima no es nuestro juego.



Y como ellas buscan a sus hijos, nosotros buscamos el nuestro. Los motivos son muy distintos, pero la desazón puede llegar a ser comparable. Ellas tienen fotos, nosotros tenemos estudios, y pastillas. Ellas tienen pañuelos, nosotros tenemos espermogramas y ecografías. Ellas tienen valentía, nosotros una cobardía inmensa que nos da vergüenza admitir.
Ellas son madres, nosotros no. Pero es comparable.

No entiendo la angustia de buscar un hijo... no existen palabras para explicarla.


No entiendo la gilada de discriminar al gato negro



Hola… aquí reportando desde el año 2017; creemos (no estamos seguros) que el hombre llego a la luna, nos comunicamos de manera inalámbrica a lo largo y ancho del globo terráqueo, podemos sobrevivir a cientos de enfermedades otrora calificadas de letales peeeeeero, queridos compañeros de la especie humana, todavía nos parece que nuestro futuro y sus  peripecias se pueden basar en que un felinito de color oscuro se cruce en nuestro paso.


Ah, sí! En los tiempos que corren y con los avances de la ciencia tradicional, las ciencias paralelas y las miles de revelaciones de todo tipo que nos circunvalan, siguen existiendo seres humanos que están dispuestos a responsabilizar a los gatos negros de la mala suerte de uno o más días. Genial. Estamos listos.


Mala suerte, ya que exista tal cosa es raro, pero asociarla a un pobre gato que no tiene ni la menor idea de cómo hacer para abrir una puerta, y mucho menos aún para arruinar tu vida (que, por cierto, seguramente le interesa bastante poco), es impresionante.

Parece que todavía pesan los argumentos de la Iglesia Católica en la Edad Media (por los que la mismisima iglesia ya se disculpó… y admitió su error), cuando en la inquisición de finales del siglo XII se combatió la herejía y la brujería. Fue en aquella época que se empezó a considerar al gato como un animal sospechoso de confabular contra las autoridades y su imagen comenzó a ser relacionada a la brujería y la maldad. A partir de estas falsas creencias aparecieron muchas leyendas en las que se intentaba hacer creer que los gatos eran, en realidad, brujas camufladas. El color negro, además, ha sido un color que en muchas culturas se ha vinculado a lo misterioso, lo oculto, el lado oscuro… Por ello, en seguida esta relación de temor a los gatos se vinculó especialmente a los gatos negros.


La ciencia por su parte, no ayuda a desmitificar; un grupo de científicos le puso fichas en contra a los gatos negros, porque dicen haber descubierto que producen más cantidad de una sustancia en su piel, su saliva y sus glándulas sebáceas (la proteína fel d1), que causa los síntomas de la alergia y provocan más estornudos y problemas respiratorios a los pacientes con alergia que los gatos de color claro.

Crease o no, el mundo sigue girando y los gatos negros aun preocupan a los moradores de este incomprensible planeta.


No entiendo la gilada de discriminar al gato negro… realmente no me cabe en la cabeza.


No entiendo al paso (6)



No entiendo mucho a las escaleras mecánicas...
Son muy lentas y a diferencia de otros países, no hay códigos de uso para viajar en ellas


No entiendo al paso... pequeñas cositas cotidianas,


No entiendo a febrero



Febrero. El mes corto que cada cuatro años se hace un poquito más largo, para seguir siendo el mes más corto. Pobre febrero. El patito feo del calendario. 


El mes bisagra entre no hacer y empezar. 
El de las vidrieras con salvavidas de colores y guardapolvos blancos. 
Febrero de exámenes decisivos que determinan el resto del año. 
Febrero de rutinas de verano aceitadas y llegando a su final.

Febrero con música de murga y carnaval. Ruido de ventiladores cansados y charquitos de aire acondicionado. Febrero de mosquitos zumbando al oído cuando queremos dormir, interminables filas en las heladerías y listas de pendientes que empiezan a engordar. 

Y así llega febrero, y así también se va. 
Muchas fotos de playa y gente al sol, muchas quejas por el calor y un poquito de ganas de que la rutina vuelva a rodar.

Febrero huele a cloro de la pile y tiene gusto a helado que se pegotea en las manos mientras se derrite más rápido de lo que la lengua lo puede saborear. Febrero de altas temperaturas y bajas expectativas… un mes que está ahí, porque alguno tenía que estar.


No entiendo a febrero, me promete cosas que no dependen de él.