No entiendo el Wabi sabi



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “W” (tarea nada sencilla)


Poco se y mucho me resuena la filosofía japonesa que de origen a la estética wabi sabi. Tiene algunos principios simples y claros con los que sin conocerla había estado tratando de amigarme y estoy cerca de convertirlo en mi bandera de culto.

Es un término estético, pero viene del budismo y me parece muy interesante aplicado a la vida diaria, como forma de perdonarse (perdonarnos) ser humanos. Las ideas del wabi sabi implican:
  • Nada es perfecto
  • Nada es permanente
  • Nada está completo

Entender esto y entender que está bien, es lógico y es natural alcanza. No parecemos necesitar nada más para ser felices en nuestra rutina.
Encontrar esa fascinante belleza en la imperfección de la vida nos reconcilia con nuestros devenires. Para esto tenemos que dejar solo lo esencial (porque no le podemos tolerar imperfección a tantas cosas)
En tiempos modernos de obsolescencia programada y cultura del descarte, me parece precioso que podamos buscar bancarnos los defectos y verlos bellos en lugar de necesitar evitarlos.


Encontrar placer en la irregularidad de las maderas, las cerámicas, las fibras naturales, los tejidos artesanales y no en los pulcros acabados pulidísimos que parecen venir de otros planetas. Poner en valor lo rustico, lo viejo, lo que tiene historia y el paso del tiempo con sus marcas visibles. Lo dicen los decoradores, pero me gustó llevarlo al autoamor, al aceptarse y valorarse con todo lo que la vida vivida nos puso arriba, a nosotros, a nuestro entorno afectivo, y en última instancia a nuestros objetos.

Al pareces, una persona wabi es para los japoneses un humilde por elección en sintonía con la naturaleza (suena tan budista como indiscutible), es feliz con poco  (un camino de ida que es encantador cultivar, mas allá de las cosas, con los pequeños momentos). 
Por otro lado, sabi es la progresión natural, la carga del tiempo vivido, bien vivido, otra palabra que remite a objetos, pero podría hacerlo a personas. Implica que los objetos han estado cuidados, limpios y protegidos, pero el paso de la vida se puede ver igual.
Este movimiento estético celebra las cicatrices en las superficies, el tiempo como regalo, y no como castigo, como algo que es real y no hace falta disimular, objetos con espíritu y corazón.
Pensar en personas en los términos que estos decoradores nombran objetos y ambientes; penumbra, intemperie, perecedero, desgastado, modesto, asimétrico, áspero, sencillo, lleno de grietas; es fácil, así somos, así nos relacionamos. Wabi sabi es una forma de pensar y estar en el mundo.


No entiendo como no salimos a la vida con estos principios de fugacidad de la existencia atados en el cuerpo, orgullosos de nuestras huellas visibles y las sentibles. Con un ciclo de vida que nos crea y nos recrea para ser lo que podemos ofrecer al que se nos quiera acercar. Con eso claro, disfrutar el hoy y las pequeñas cosas es una consecuencia natural. Como vivir.


No entiendo la Vocación



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “V”


Desde chiquitos escuchamos hablar de la vocación, del llamadito, o el talento innato para hacer algo, para ser alguien. No todos lo escuchamos, no todos a tiempo, muchos ni sabemos si lo escuchamos o nos imaginamos la voz que nos convenía oír… sin embargo, estamos rodeados de personas cuya vocación los mueve a hacer cosas increíbles y personas que apagaron esas voces para sumirse en una profunda  negación de si mismos.
Esa convocatoria extraña a una forma de vida, ese interés profundo que nace desde muy adentro es lo que nos hace mezclar un poco de lo que tenemos y otro poco de las herramientas y conocimientos necesarios que buscamos, para seguir el camino que creemos que es el nuestro.

Pensando estas y otras cosas, un día escribí un cuentito... y acá va.



Se levantó sonriendo en mitad de su sueño. Soñaba con su familia, con un almuerzo familiar en el que estaban todos. Estaba la abuela Delia con la mirada dulce, estaba el abuelo Emilio con la carcajada estruendosa, estaban sus padres, contentísimos, sirviendo la mesa, estaba su hermana, contándole cosas graciosas de la semana laboral, estaba su hermano, presentando novia nueva, estaba Haras, la labradora dorada que desde cachorra viva con ellos en el coqueto barrio porteño que la vio nacer. Estaban ellos y estaban otros, los muy cercanos y los no tanto. Y se levantó sonriendo.
Se acercó a la ventana y corrió la cortina. Era domingo. El sol entró y desde el marco inferior de la ventana emergieron tres cabecitas profundamente oscuras, tres cabecitas rapadas con enormes bocas repletas de dientes excesivamente blancos. Inés devolvió la sonrisa y fue a abrir la puerta. Un viento suave peino la tierra de la vereda y como un suspiro caliente besó el cuerpo de Inés.  Viento africano, aire de Mozambique.
Más criaturas se acercaron a la puerta para llenar de cariño físico a Inés y mezclar el portugués natal con el español que tímidamente venían aprendiendo en la escuela.
Ante el alboroto y para no perderse el revuelo, de abajo de un sillón salió un perrito petiso, bigotudo y bastante chueco que moviendo una cola larga y despeinada se ganó el protagonismo de la improvisada reunión.

Inés miro su nueva mascota, sus nuevos amigos, su nueva casa y recordó su sueño reciente. Evocó a su familia. Que nostalgia de Buenos Aires sentía a veces. Las risas aumentaron de volumen y ahuyentaron los pensamientos de Inés que se unió a los juegos de los chicos del barrio. 
Mañana otra vez seria lunes y la salita de cuidados médicos le seguiría confirmando que estaba justo donde tenía que estar. La vocación de la doctora Inés estaba muy lejos del coqueto barrio porteño que la vio nacer. Y la distancia cuesta, pero ella es increíblemente feliz.


No entiendo como la vocación nos mueve y nos conmueve de maneras maravillosas e insospechadas. Somos capaces de mucho cuando descubrimos a que venimos.


No entiendo los Unicornios



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “U”


Me gusta la fantasía, me gusta la magia, me gustan los personajes mitológicos, pero me tienen harta los unicornios.

Yo entiendo que la moda, el marketing y los patrones de consumo lo están manteniendo en la cima de la popularidad, pero me encuentro sobrepasada en mi capacidad de ver productos muchos con variadas versiones de este animalejo.


De patas largas y estilizadas o con cuerpos rechonchitos, de cuernos coloridos o dorados, dulces o malvados, en mochilas y agendas, en tazas y remeras, en todos los accesorios que sean capaces de imaginar. Los unicornios nos esperan con enormes alas o con tímidas alitas para llevarnos de viaje por la estandarización; los otrora sinónimo de irrepetible (al decir de Silvio Rodríguez) han hecho el movimiento pendular que los ubica del otro lado y ahora todos somos unicornios (con ayuda de una repetida vincha de plástico)


Frases sobre utopías acompañan la silueta e invitan a soñar, volar, creer y ser original (menuda paradoja), tanto que los monocuernos han migrado de los caballos alados a otros animales como caballos sin alas, gatos, delfines y más, tanto que las crines multicolores invaden las fiestas de cumpleaños y los salones de las escuelas, tanto que las cocinas de las abuelas y las carteras de las tías están repletos de ellos, tanto que no los quiero ver más.

¿Faltara mucho para que sirenas, minotauros o dragones le ganen protagonismo al emblemático caballito? Me parece muy compatible cualquiera de estas opciones con los mismos productos y hasta con idénticas frases…. ¿O todavía tenemos que esperar que alguna productora audiovisual le ponga nombre y tema musical al bichito estas vacaciones de invierno?


No entiendo hasta cuando hay que naturalizar las nenas cornudas y los enjambres de artesanos ofreciendo cuanta chuchería sea posible con el citado bicharraquito, no entiendo como no se cansan, como no se corren de un lugar tan común, de un algo tan visto, remasticado y re mil usado. Harta de los unicornios.


No entiendo la Temporada alta



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “T”


Se va el verano y comienzan las rutinas, porque muchos ya están renovados de las vacaciones, otros volvieron hace un mes y la mayoría recién se termina de reencontrar con sus equipos, porque en un periodo muy cortito del año, todos se van de vacaciones.


En algún momento, parece que la fecha de escolarización de las criaturitas nos marcó el almanaque a todos. De algún modo emergió la temporada alta, como concepto rector de la partida de la propia ciudad, es el momento en que hay que descansar (como si todos nos cansáramos en la misma fecha, o como si hacer faltar a los chicos dos semanas a clases les arruinara el futuro).


La temporada alta, es ese momento después de la navidad y antes del reinicio de clases en que todos corren a las agencias de turismo, a las revistas especializadas o a las rutas, porque es cuando se descansa, es cuando hay que estar de viaje, es cuando tenemos que hacer la pausa del año. TODOS.

Así nace el amontonamiento en los dos o tres lugares de veraneo obligado, porque el país es muy diverso, pero para muchos, “vacaciones” es sinónimo de Mar del Plata, Carlos Paz o alguna otra cosita no muy diferente a esas.
Este amontonamiento, esta explosión de estos lugarcitos y de otros que van emergiendo para tomar las familias que no encuentran lugar en los primeros, o las osadas que se animan a otras latitudes, tiene consecuencias. 
El amontonamiento genera aumento de precios, porque muchos quieren estar ahí, y no tiene sentido que les resulte tan simple alcanzar su objetivo. 
El amontonamiento trae stress, porque necesitamos conseguir donde dormir, en que llegar, que comer y donde “descansar” siendo muchos en el mismo lugar y en esto se suman las prisas, porque para lograr la felicidad en el lugar en el que nos amontonamos hay que estar muy atento al reloj, a que hora se llenan los comedores, cuando hay que bañarse para que no nos quedemos sin mesa, cuando sirven el desayuno del media pensión y otros muchos reglamentos de nuestro tiempo sin reglas que aportan a que necesitemos descansar del descanso.
Todo porque no nos animamos a viajar en septiembre, o en mayo.


No entiendo la temporada alta, sus incomodidades y esa falsa ilusión de fecha feliz que es para muchos (por suerte, para cada vez menos)


No entiendo la Serendipia



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “S”


La vida nos regala lo que cree que necesitamos. Puede no coincidir con lo que esperamos que nos regale. Puede parecer que no nos entiende y hasta podemos sentir que nuestra propia vida no nos conoce.

Buscar calma y encontrar música

Hace falta estar predispuesto. Necesitamos ser felices con los cambios de planes no elegidos porque buscar algo y encontrar otra cosa es maravilloso. Es un movimiento serpentino que nos envuelve y nos desborda.

No entiendo como la vida nos regala la alegría de cambiar nuestro rumbo como si supiera que no lo vamos a decidir sin que intervenga. Hay que estar predispuesto a la serendipia que es esa doble alegría de encontrar algo (que siempre está bueno) y a eso sumarle la sorpresa de no estar buscándolo, eso es lo que le da un plus, le suma magia, es algo que nos elige, un rincón de la búsqueda con mística de puntos suspensivos, porque no es el objetivo de nuestra búsqueda, pero es algo que se encuentra. Tener los ojos abiertos a la bifurcación y poder ver en todo siempre la posible serendipia.

Buscar hacer un trámite con una larga fila y encontrar tiempo para jugar al ludo en familia

¿Cuántas serendipias nos perdemos por no dejarnos sorprender?
(¿Será que estoy sobre interpretando y el significado de esta palabra no es tan coloquial?)
Que contradictorio suena alegrarse por no encontrar lo que se busca sino otra cosa. Hay algo de paradoja en esa alegría, en esa satisfacción, en esa conquista de lo que nos esperaba allí en ese hallazgo que nos revela para nuestra suerte una sorpresa que nos sacude.

Buscar trabajo y encontrar el amor
Goglear una palabra y encontrar un recuerdo
Hacer un trámite engorroso y encontrar un amigo de la infancia


La vida cotidiana se puede llenar de serendipias con cada hallazgo afortunadamente inesperado que se produce cuando se está buscando otra cosa distinta, solo es cuestión de estar atentos.

No entiendo como no brillar cada vez que la serendipia nos encuentra. No entiendo cuantas veces habré sido parte de algo asi <3. 


No entiendo a Rosario




Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “R”


Una de las cosas que tiene mi vida (y sin ánimo de ser autorreferencial), es haber nacido en la ciudad de Rosario. Decía un antiguo eslogan municipal “Rosario, la mejor ciudad para vivir”, y es cierto. Es una ciudad hecha a escala humana;  no es enorme y desangelada, ni pequeña y fantasmagórica, no tiene montañas, ni tiene mar, no tiene glaciares, ni volcanes, ni rascacielos, ni subterráneos. Rosario, como decía otro eslogan local, está hecha de gente. Es una ciudad hecha de personajes, hecha de cultura, de infancia y de césped. 


Rosario está hecha de arte, del arte de Berni y de Fito, pero también el arte de Messi y hasta del Che, todos nacidos bajo este cielo, que ostenta la grandeza de haber sido también cuna de la Bandera Nacional, enarbolada por vez primera un verano de 1812 en estas barrancas,
Rosario es educación, porque fue designada Ciudad Educadora, y porque además de un montón de acciones y proyectos de pedagogía urbana, tiene excelentes universidades públicas, gratuitas e irrestrictas en las que miles de personas transforman sus destinos cada año.


Rosario también es una Ciudad de los Niños, suscribiendo a esta idea al igual que muchas otras ciudades del mundo que asumieron el compromiso de escuchar a los chicos y convertir sus voces en políticas públicas.
Esta ciudad que mira a los chicos, los agasaja con el tríptico de la infancia, compuesto por tres espacios públicos en los que las familias pueden recrearse celebrando la naturaleza, la imaginación y la creatividad entre propuestas que abrazan el alma y nos regalan imborrables momentos.


En Rosario hay una extensa red de ciclo vías, y una calle recreativa que cada domingo despeja muchos kilómetros de tránsito vehicular para recuperar el uso del espacio público y habitar la vereda entre vecinos. Es capital del helado artesanal… y eso dice mucho! 


Rosario es sus ferias los fines de semana, sus museos y bulevares, sus parques llenos de rondas de mate, es espectáculo en los lugares turísticos, pero también en cada recóndito barrio, es su gente y sus historias, es su agenda cultural siempre gordita y generosa, es su río marrón, y su inmenso amor por el visitante, la palabra amiga al extranjero, porque los rosarinos descendemos de los barcos y existimos porque fueron viajeros nuestros abuelos, porque entre la gente que andaba de paso se formó un caserío que nos dio origen hace más de doscientos años y porque la segunda guerra nos desembarcó en estas tierras buscando la felicidad en medio de la nostalgia, y así, de la diversidad de costumbres y de idiomas, de las variadas tradiciones y texturas, nacimos los rosarinos, como guiño de ojo a la mezcla que redunda en cosas buenas y hay que venir a ver de que se trata esto.
Rosario es gastronomía y pic nic, es espacio verde y cemento, es su centro peatonal (que no queda en el centro, porque nacimos junto a la barranca) y sus grandes centros comerciales, es sus artistas callejeros y sus megaeventos, es de esos lugares que no se pueden explicar, porque hay que vivirlos, experienciarlos y dejarnos llevar.
A Rosario se llega por curiosidad, de casualidad, porque es muy difícil explicar que tiene de especial.

No entiendo a Rosario que se deja acariciar por el Rio Paraná, esta Rosario que es una ciudad embanderada de celeste, esta Rosario, que es una ciudad sin Este.

No entiendo los Quelonios




Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “Q”


Imaginemos un gliptodonte. Repasemos aquellas lejanas eras. Volvamos a aquellos años del planeta en que las temperaturas y los peligros obligaban a todos los seres a tener cuerpos duros, preparados para intentar sobrevivir en la adversidad que acechaba en todas partes.

Ahora imaginemos el patio de una doña, con sus macetas de cemento y sus baldosas pulidas, con su toldo para el sol y la enredadera que aminora las temperaturas. Hoy la vida de las tortugas, vuelve su caparazón un despropósito


La palabra Quelonio define una grupo de reptiles de cuerpo corto y ancho, con protección rígida para los órganos de su cuerpo. Este caparazón, posee una abertura delantera, de la que emergen la cabeza y dos patas, y una trasera para las otras dos patas y la cola… esto, lo sabemos. Lo que no todos saben, es que ese caparazón está soldado a gran parte de su columna vertebral, evitando el movimiento del tórax, y obligando a respirar con los músculos del abdomen y la faringe.
Aunque muchos hemos sido mordidos por tortugas domésticas, en momentos de intentar sostenerles la lechuguita, otra característica de estos animales es su carencia de dientes. Pese a esto, comen muchas frutas duras, que pueden ingerir y fragmentar gracias a un pico córneo que se parece al de las aves.

Las tortugas, están dentro del grupo de los reptiles más antiguos dentro de la historia del planeta. A diferencia de la mayoría de los animales, las tortugas iniciaron su vida en la tierra, y cien millones de años después, algunas se volvieron acuáticas, primero en agua dulce y cincuenta millones de años más tarde llegaron a adaptarse al mar. En la actualidad, hay tortugas de hábitat terrestre, marino y de agua dulce, ninguno de los eslabones de esa rama evolutiva desapareció.

A todas ella, comúnmente les atribuimos la lentitud. En muchos casos, y dado su longevidad, las asociamos con la sabiduría, la tolerancia y la paciencia, no entiendo como no asociamos su inusual capacidad de esconder la cabeza, las extremidades y la cola, a la cobardía, la resignación y timidez... 

No entiendo lo obsoleto que le quedó el caparazón a la tortuga, y lo raros que son los quelonios, en general.


No entiendo el Plástico



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “P”


Hay cositas que la humanidad hace en un momento… y después se da cuenta que no estuvo bien. Hay inventos que parecen maravillosos, y llegado un punto, notamos que son bastante menos felices de lo que sospechábamos.
Un día las personas descubrimos el plástico, probamos varios usos, le dimos muchas formas. Nos gustó el resultado, nos pareció versátil, barato, vendible, multiplicable. Entonces empezamos a hacer casi todo con plástico.


Hagamos un ejercicio; donde estés sentado, mirá. Mirá tu entorno, mirá tu bolso, mirá tu ropa. Mucho de todo lo que ves y usas todo el tiempo, es plástico. No hace falta demasiado para descubrirlo. Mirando un ratito vemos el predominio de este material, vemos su protagonismo y entendemos su exceso.

El gran problema emerge cuando, sin tener demasiado conocimiento, nos remitimos a indagar el origen de este producto, las materias primas que le dan existencia. Ahí encontramos que el plástico nace de recursos no renovables, y por lo tanto, limitados... es decir, hay mientras hay y después ya no habrá.
Sin embargo, no es eso lo más problemático (llegado el caso, se termina y lo que no se hizo, no se hace y se piensa en otro material). 

Lo complicado es que el plástico, como tal, no se reinserta en el ciclo de la materia. No sabe como hacerlo, no logra ser parte del medio. Todo lo que hacemos con plástico tarda muchísimos años en descomponerse (y por alguna extraña razón, decidimos hacer productos de un solo uso con un material así de perdurable). Entonces, acá se queda, en este planeta, en el que nada desaparece, pero todo se transforma; los materiales que no se vuelven a incluir en el ciclo de la vida (tan bien explicado por Mufasa en nuestra infancia), se convierten en un gran problema. 
La basura que sigue dando vueltas sin cambiar de forma, es basura rebelde. El plástico usado y descartado se pasea por las ciudades tapando bocas de tormenta: inunda. El plástico vuela hasta los cursos de agua, donde los animales lo confunden con alimento: asfixia. El plástico se acumula en las entrañas de muchos eslabones de la cadena trófica, hasta llegar al ser humano: intoxica. El plástico se almacena en depósitos de residuos en todas las ciudades del mundo, sin tener posibilidad de descomponerse, formando un altísimo porcentaje de la basura del planeta, y no por eso dejamos de producirlo, usarlo un par de minutos y tirarlo rápidamente y sin pensar en sus siguientes años. 


Si miramos esa foto, podemos ver las gruesas y enormes bolsas de residuos que un sólo local de comida rápida, de una ciudad promedio, en un día de semana genera; sólo en un día. El empleado sigue sacando bolsas, no sé cuantas más se habrán acumulado en esa jornada. No sé cuantos locales de comida de este tipo, con este volumen de residuos existen en esta ciudad, cuantos en el país, cuantos en el planeta, solo sé que esta foto es un pequeño puntito en el enorme sacudón que los terricolas le estamos propinando a nuestra casa común.
Muchos años van a pasar para que esas bolsas se descompongan, y todo lo que hay en su interior, es más y más plástico, hasta los envases de cartón donde ubican los alimentos están recubiertos de plástico, hasta los aderezos que nos ofrecen vienen en envases de plástico, las bebidas que consumimos sentados en sus sillas plásticas, tienen tapas plásticas y sorbetes plásticos, absolutamente prescindibles y excesivamente abundantes.

No entiendo hasta cuando vamos a seguir pensando que nuestras decisiones cotidianas no tienen impacto en las cuestiones ambientales. No se hasta cuando vamos a poder sostener este ritmo de consumo y descarte. No sé cuando vamos a entender que la responsabilidad es de todos. 

No entiendo la invasión del plástico en la vida diaria y el enorme esfuerzo que requiere evitarlo... no entiendo cuantas generaciones va a llevar el cambio de habito... y no estoy segura de ser parte de la primera generación que lo intente.


No entiendo la Oscuridad



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “O”


En un principio, no había más que oscuridad. Con el surgimiento de la luz, ese origen quedó relegado a una opción. Que elegimos cuando prendemos la luz y que nos pasa cuando no está, es una cuestión tan personal como incomprensible.


La oscuridad nos regala el misterio, un enigma poco valorado que nos ofrece la posibilidad de explotar otros sentidos... agudizar el olfato, el oído, incluso el tacto y tal vez el gusto. Al mismo tiempo, estos sentidos traen fantasmas. Estamos tan acostumbrados a la supremacía de la vista, que anularla nos abruma y hace aparecer todo lo que no solemos percibir y eso (empírica o metafóricamente), nos hace aflorar un montón de temores.


Se entiende entonces, perfectamente, que entre personas de todas las edades haya quienes le temen a la oscuridad. Como siempre, los más honestos son los chicos... sin embargo, muchos adultos reconocen dejar lucecitas prendidas "por si de noche quiero ir al baño" (cuando sabemos que podrían prenderla llegado el caso). Fantasmas, bichos y ladrones... todos podrían aparecer con la luz prendida, pero nos da miedo encontrarlos en la oscuridad... en cualquier caso... dejar la luz encendida sólo les facilita a estos seres encontrarnos con mayor facilidad 😁

Hay tanto potencial en la oscuridad, tanto por explorar si nos damos la oportunidad, un mundo de nuevos saberes y sentires que espera ser valorado.

No entiendo a los que duermen con la luz prendida para escapar de la oscuridad, como si no fuera obvio que los monstruos tienen visión nocturna


No entiendo la "Ñ"




Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “Ñ”


Estoy en clase, suelo estar en clase, me gusta la sensación de estar tomando clases. El tema es interesante y la profesora es excelente. Cada palabra suya vale la pena. Lápiz y papel alerta. La mano se mueve rápido, casi como una vibración… un sucumdum… un qué se yo. De punta a punta del cuadernito espiralado arrastrando tinta y garabateando a gran velocidad.
En medio del torbellino; Me enoja un poco el punto de la “i”. De todas formas no es el único. También me enoja el sombrerito de la "t" y los acentos. Digo… todo lo que no me deje tomar apuntes de corrido, me enoja un montoncito. El ir me gusta, el volver sobre mis pasos en el renglón para terminar letras que no se hacen de un solo trazo, no me gusta.


No entiendo la diéresis, ni tampoco la colita de la "ç" (una letra que no tenemos, pero me generaría eso mismo). En esta misma línea ubico el flequillito de la "ñ", de verdad, habiendo tantas formas posibles de trazo como para hacer otras letras, ¿con qué necesidad le pedimos a las ya existentes que cumplan otra función? Y para colmo, las disfrazamos para no ver que son las mismas y pronunciarlas de otra manera. ¡Qué barbaridad!

¿Como habrá sido el momento? ¿Por que ponerle sombrerito a la "n" y no a la "w", que en nuestra lengua tiene tan poco uso?... Es curioso ver que el relato escrito se esfuerza por poner en dos dimensiones lo que en la vida cotidiana fluye de manera impensada y multidimensional. Onomatopeyas e interjecciones, gestos, ruidos y expresiones y las ganas de encerrar sonidos entre papeles, lo mismo que el pentagrama, pero con mucha mayor complejidad.  

No veo absolutamente necesaria la existencia de la "ñ", ciertamente, no logro hilar tan finito como para distinguir su efecto auditivo de un "ni", pero me parece que es un guiño particular que los hispanoparlantes guardamos celosamente del resto de los mortales, como nuestra marquita mimada, nuestro secreto a voces, lo que nos hace especiales. La Ñ tiene una fuerza que es cultural, es algo que no compartimos con nadie, y en un lenguaje tan extendido como el nuestro, es hermoso poder sentir esa diferenciación.

No entiendo como en mitad de una veloz tomada de apuntes me detengo a no entender algo que hace tantos años que hago, me entretengo en repensar las letras que hace toda una vida que uso. Me gusta escribir a mano.

No entiendo algunas particularidades caligráficas


Nota al pie: La imagen que ilustra, es de un cuento que encontré en mi biblioteca, cuando buscaba una Ñ para fotografiar.... nunca lo había leído, ni sabía que estaba ahí. Ya lo amo <3


No entiendo la Negación




Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “N”


Negación, ahí habito. Ahí me refugio, me escondo y me encuentro. 



La negación reserva para mí ese halo de esperanza y utopía, no ver lo que pasa me aloja en un lugar de lo que quiero que esté pasando y allí me quedo y eso elijo. Y eso atraigo y me lo traigo y está bastante bueno. Si la realidad quiere invitarme, solo acepto contadas veces.

En la negación, la ilusión es mi magia y mi luz, voy a eso y casi siempre, eso viene a mí. El juego es óptimo, solo los analistas definen que no está bueno. A mí me sirve, me viene bien, me ayuda un montón; Soy lo que afirmo y cuando niego dejo de ser eso que no admito y me pongo en algo mejor en ese lugar y soy.

Habitar la negación me hace libre de las falsas trampas a la sonrisa, veo solo lo que vale la pena ver. El resto es ineludible, llegara de todos modos y nunca se está preparado para eso, no sirve la anticipación. Sirve soñar.

Niego para afirmar que vale la pena seguir
Afirmo para sonreír porque creo importante avanzar
La negación es mi lugar feliz, cuando se oscurecen mis lugares de siempre.

No entiendo a los que creen que la negación es indeseable.


No entiendo los M&M`s




Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “M”


Menos es más, decía el celebre arquitecto Mies Van der Rohe y no creo que se refiriera a golosinas, pero se aplica bastante al éxito mundial de los M&M`s.

Pensar que un pequeño chocolate puede ser la imagen de tu ropa, toallas, accesorios y un amplio etcétera, no parece lo màs obvio.... sin embargo, el marketing de M&M`s ha logrado una fascinación que lleva a que haya enormes tiendas exclusivas en New York, Las Vegas, Orlando, Londres y Shangai absolutamente dedicadas a la venta de estos dulces y todo lo que podamos imaginar con su imagen, además de sus muchísimos puntos de venta a lo largo y ancho de todo el mundo.



¿Cómo algo tan básico llega a ser tan popular?
Los M&M`s nacen en 1941 como una solución a la perdurabilidad del chocolate. la película azucarada que recubre cada confite, hizo que con su eslogan "El chocolate se derrite en tu boca, no en tu mano" se vuelva un favorito de muchas generaciones.



Inicialmente su color era marrón, hasta que en 1960 adopta los colores amarillo, verde y rojo y años después se suman el azul y el naranja
A esto se le han añadido datos impresionantes, como ser el primer chocolate en llegar a la luna (si, increíble) y haber logrado su declaración como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO debido a su relevancia gastronómica, económica, social y cultural.



Así, nacido para ser resistente al paso del tiempo, este grajeado de chocolate no solo logró el consumo durante el verano (algo impensado antes de su surgimiento), si no que se erigió en la primera golosina en llegar a la televisión, mediante los primeros comerciales en los emergieron sus hoy clásicos personajes, allá por 1954.



No entiendo como han llegado a ser tan populares, pero celebro encontrarlos en cada rincón.


No entiendo la Limerencia




Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “L”


No entiendo esta especie de
Locura, es algo absolutamente
Involuntario y por eso no podemos responsabilizar a quien la padece. Involucra una alta cuota de
Miedo, porque requiere la materialización de ese
Encuentro. Tiene una tintura
Romántica que es lo que mueve el terrible deseo. Es un
Estado asfixiante que te pone en situación de
Necesidad, en el fondo solo es un capricho del
Corazón, lo que vuelve tu mundo un
Infierno, como suele suceder con el
Amor.



Dicen los que saben que se llama "limerencia" y es una incontrolable y obsesiva atracción.
No entiendo como evitar caer en sus redes.


No entiendo el Kiwi




Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “K”



Que algo sea endemico, significa que tiene una distribución en espacio geográfico reducido y que no existe naturalmente en ninguna otra parte del mundo. 
Es justo lo que pasa con el kiwi... y no me estoy refiriendo a la fruta (que es originaria de china y fue introducida en varios países), hablo del animalito que por endémico se convirtió en emblema de Nueva Zelanda.


Este pajaro gordito tiene alas de pocos centimetros y pegadas al cuerpo, demasiado inutiles como para ayudarle a volar. Su cuerpo está recubierto de plumones que no llegan a ser plumas y no tiene cola.


Su único punto fuerte es el largo pico con fosas nasales y rodeado de bigotes que le permite jactarse de un gran olfato. Con este pico aspira bichos, come frutas y es capaz de cazar pequeños animalitos, ayudado por las almohadillas de sus patas, que lo vuelven un cazador muy silencioso.


Su nombre proviene del idioma Maorí, tan caracteristico de las islas que habita, y se cree que se debe al sonido fuerte que emite y suena parecido.
Actualmente se encuentra en extinción por la fragmentación de su habitat y la deforestación.


No se entiende que en uno de los sectores planetarios con animales e insectos de mayor peligrosidad, hayan mandado a vivir a este pobre bicho sin ningun talento que bien podría ser un chistecito de la creación. Ese mega pájaro sin alas y con mucha necesidad de correr por su vida. Ese bichito nocturno, torpe y asustadizo que recorre Oceanía escapando de su pocas habilidades... no entiendo al kiwi.