No entiendo a Marzo



Tengo una obsesión con entender cuando empieza el año (aunque para cada persona debe haber una fecha diferente)... ya lo cuestioné muchas veces... pero estoy   casi segura que el primero de marzo deberíamos descorchar algo y brindar por el año nuevo... poner el pie oficialmente en el suelo y saber que ahora las cosas se van a empezar a mover.


La educación formal tiene en nuestras sociedades un peso enorme que hace que vayamos acomodando nuestro calendario a la escuela... aun los que no asistimos... aun los que no se vinculan con las aulas y calendarios académicos en su vida adulta.

¿Será que quedamos formateados desde nuestro transito por la escuela y pese a no seguir ahí... nuestros años homenajean aquella cadencia?
¿Será que marzo nos convenció de empezar a pensar cuando el llega?
¿Será que el verano no nos deja pensar bien?
¿O que las alfombras de hojas crujientes nos indican el inicio del año con mas calidez que las alegóricas hojas de muérdago que no nos evocan más que marketing anglosajón de climas ajenos y tradiciones mal implantadas por la tele en nuestros hogares?

Sea como sea... cuando las zapaterías y librerías se visten de marzo... el año empieza  a tomar color. Cuando los guardapolvos invaden las góndolas de los supermercados, sentimos que de verdad viene otra vez el año con toda la fuerza que suele mostrarnos.
Y ahí está marzo... volviendo a llenar el transporte publico de niños y las veredas de uniformes.
Hola marzo de agendas meticulosas y rutina estable para alegría y colapso de todos.

No entiendo porque necesitamos pedir permiso al calendario escolar para iniciar el ritmo de nuestro año.

No entiendo el Zodiaco



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “Z”… 
...si, la última… hemos resuelto el desafío, hemos llegado al final de este bonito juego. Hoy se terminan los días de abecedario.


Y llega ese momento de confesar que me parece una real paparruchada hablar de los signos del zodiaco. No voy a ser ni la primera ni la última en hacerlo… solo voy a ser una más diciendo “todo muy lindo, los astros y la vía láctea, pero nada que ver”



Es que se me hace insostenible tratar de asociar personalidades, actitudes o infortunios al sol, la luna y las estrellas. Y no es que no crea que el universo es un todo conectado, es solo que no creo que haber nacido en marzo te haga más creativo que a un nacido en octubre. Simplemente se me hace raro tratar de achacar a la fecha de nuestro natalicio el resto de aciertos e infortunios, como si los pasos después de nacer no influyeran en nuestros espectros de suerte y desgracia, éxitos y fracasos.

Se me hace más cercano el pensar que esta semana hay cosas que genera la luna, o que el humor nos muta por la proximidad de Urano (¿?), pero me complica mucho más creer que un divorcio sea evidente por culpa de un capricorniano o un talento empresarial sea fruto de un autentico taurino… sobran los ejemplos.

Estoy tratando de ser clara en que no niego que los astros y nosotros convivimos y nos acompañamos, pero los signos del zodiaco son bastante poco efectivos como testimonio de esta conexión. Todos conocemos más de una persona de cada signo y podemos ver lo infinitamente diversos que son (si, porque él es libra con la luna en Venus y aquel es libra, pero con ascendente en Escorpio… podrán decirme… de hecho... ya me lo dijeron...)

Ciertamente no soy una entendida en el tema y solo me tropiezo con estas frases en bocas múltiples que se alegran o apenan de la fecha de nacimiento de mis parientes por los supuestos dogmas que eso acarrea.


No entiendo y capaz eso se debe a que soy acuariana 


No entiendo el YinYang



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “Y”

Foniátricamente disfruto un montón de la y, que la tienen todos, pero en argentina la mimamos  muy especialmente y le damos una fuerza impresionante y característica. Nadie la pronuncia como nosotros.
Nuestro Patrimonio lingüístico no es solo las palabras y sus significados, ni sus acepciones y cositas, también es lo divertido de saber que el español mima la “ñ” y El argentino ensalza la “y”


Hay algo en lo binario que des hace tiempo viene haciendo ruido, y el yin yang es un intento milenario de romper con esa polaridad, es un símbolo de no diferenciación que propone no pensar los opuestos como antagónicos (pese a seguir entendiendo la existencia de esos opuestos en tanto tales), que postula la superposición de los matices, el encuentro en lo diferente, la convivencia de lo contradictorio.
Encontrar lo masculino en lo femenino, entrelazar la luz y la oscuridad, combinar le día y la noche y entender que todo existe junto y mezclado, circular y salpicado, armónico y equilibrado.



No podemos seguir pensando en lo dual porque sería desconocer lo múltiple, seria negar un innegable abanico de matices y la existencia misma con toda su complejidad.
Este símbolo del taoísmo es un indicio, pero se queda corto… hay mucho más que negro en blanco y blanco en negro, hay magia en el “entre” y un sinfín de grises. El símbolo de la dualidad olvida que hay mucho más que dos en todos los temas imaginables, en las fuerzas opuestas hay más que oposición, lo que se supone que complementa no puede evitar convivir, esa armonía es inevitable, la luna no se ve sin la luz del sol, no existe el hombre sin la mujer, ni la mujer sin el hombre. No hay más que un bella simplificación de esta verdad en ese símbolo, no hay sino resumen de un despliegue inabarcable de una mirada complejizante que sin duda muchos monjes (¿?) taoístas han tenido, no hay forma de recriminar que no lo sepan, seguro lo han sabido, y la popular imagen ha perdido parte de su mensaje en la multiplicación simplista de su misión.


No entiendo el yin yang más que como una simplificación de una verdad bella, mística y múltiple, más que como un resumen de un montón de cosas que se interimplican de manera inevitable… como la complejidad misma.



No entiendo la Xenofobia



Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “X” (no entiendo porque el final del abecedario se pone tan complicado)


Nunca entendí la xenofobia, no sé cómo nació, pero seguro nunca tuvo sentido, no debe ser que ahora se volvió indignante. Viene causando daño desde tiempos remotísimos y en cada contexto tomó formas diferentes, pero todas feas y absurdas.
Y es que es muy fácil mirar al otro y no entenderlo. Sin embargo, no hace falta ni explicarlo, solo toca entender que es otro, con su otredad a cuestas, con sus ancestros y sus variables.

Hay momentos donde somos el otro. De hecho, siempre que nos encontramos con un "otro" estamos siendo el "otro" para él. ¿Que motivos podemos tener para conferirle odio? ¿Que motivos pueden llevarle a odiarme?


Hace algunos años elegí vacacionar en un país en el que se notaba mucho que yo no era de aquellas tierras, lo hago cada vez que puedo, y los resultados son diversos. En aquel momento, sucedió que la gente me hacía sentir mucho más distinta que las otras veces que había sido distinta en latitudes diferentes. Un taxista con ganas de ser hospitalario resumió el pensamientos de otros muchos “Si baja el sol se vuelve peligroso. En África a las seis de la tarde te matan”. Eso nos dijo, mientras nos retaba por haber estado circulando en el barrio donde tomamos el taxi sin las precauciones correspondientes (todavía no sé cuáles serían). Ciertamente sonaba exagerado, y hasta un poquito absurdo. No nos gusta estigmatizar a la gente, ni a los países y mucho menos (como en las palabras del taxista) a todo un continente, no nos gustan los prejuicios a ninguna hora, aun a las seis de la tarde.
Tomamos la anécdota como una desbocada intención de hospitalidad de aquel taxista negro que también nos había dicho que los barrios en los que no viven las personas blancas son muy peligrosos (si, él, desde su boca negra, agitando sobre el volante sus manos negras, nos hablaba del peligro que corríamos por culpa de los negros).
A las pocas horas tomamos un bus de JoBurg a Pretoria. No habíamos tomado en cuenta el horario de arribo, llegamos a destino casi con la noche. Abordamos un transporte público local pidiendo a los pasajeros indicaciones y a la luz natural que se quede un ratito más. Teníamos que encontrar la casa de una pareja que nos iba a alojar y bajamos del vehículo con algunas pistas y pocas certezas. El atardecer se vaticinaba en el ocaso. Con un inglés improvisado nos interpeló una señora desde una ventana, aprovechamos su curiosidad para reforzar nuestros indicios sobre la calle que buscábamos. La señora desapareció de la ventana y apareció en la puerta. No conocía la calle, pero quería acompañarnos. Nos guió a la casa de un pariente, le contó la situación y comenzamos a avanzar los cuatro. Un vecino fue interrogado y se unió al movimiento. En una esquina, un vigilador privado no logró responder sobre la dirección que buscábamos y fue obligado por la señora a venir con nosotros (abandonando su lugar de trabajo) “Eres el encargado de la seguridad, son blancos y están perdidos. Es de noche, si algo les pasa será tu culpa” le gritó la señora para convencerlo.
Preguntando, sumando gente. Encontramos el destino. Éramos seis cuando el encargado del edificio correcto nos abrió la puerta. El camino amarillo llegó a su fin, el león, el espantapájaros y el hombre de hojalata volvieron a sus hogares satisfechos.

Después de las seis de la tarde, en África te matan, o te pasan cosas como esta, que aparecen africanos absolutamente decididos a ayudarte sin que lo pidas.

Y es que tiene un montón de sentido que el otro, el extranjero, el desconocido, no necesite matarte, o lastimarte, o hacerte sentir poco querido. No hubo un sólo momento de ese u otros viajes en que nos hayamos sentido en riesgo. Muchas veces quisieron convencernos (en destino y fuertemente antes de viajar) de los peligros que implica ser el diferente en cualquier parte.

No entiendo la xenofobia, no entiendo hasta cuando vamos a vivir con el fantasma del odio y sus muchas formas, con los miedos de lo desconocido tratando de sacarle la magia a la sorpresa de la diversidad y la riqueza que nos aporta.