No entiendo - Diario de encierro #20



Quizás nadie se dio cuenta del poder de una letra. Prefiero creer eso. Quienes trabajamos con el lenguaje sabemos que al decir, creamos el mundo que habitamos... es muy largo de explicar, pero créanme que es cierto, y hay mucha gente que después de estudiar muuuuucho, respalda esto que digo.

El punto es ese,  si digo que alguien es población DE riesgo, lo pongo en un cuadro peligroso. Se trata de alguien riesgoso, de temer. Hablar de población EN riesgo es muy otra cosa. Es gente que corre peligro, que necesita ayuda, es de proteger.

Desde hace más de siete meses los adultos mayores fueron sumidos en la categoría DE riesgo, cuando no lo son. Son personas EN riesgo, cuyas defensas no les serian suficientes para protegerlos del virus que nos mantiene encerrados. Son personas grandes, personas con mucha vida vivida, en su mayoría sin un trabajo que virtualizar, porque alcanzaron su merecida jubilación. Son personas que han sido atemorizadas por los medios de (des)información, que han sido corridas de sus rutinas, que han sido aisladas de sus afectos, que han sido encerradas en soledad. 


El cumple de la abuela


Quedarse en aislamiento para muchos adultos mayores, es estar sin ayuda para las tareas domesticas, es tener poco coraje para consultar un médico a domicilio, es el miedo a ir a una guardia ante cualquier malestar, es no molestar a los hijos con "cositas tontas" y tratar de resolver cosas que ya no les resultan simples (como cortarse las uñas de los pies, o limpiar el piso), es no querer interrumpir y esperar que suene el teléfono, largas horas, eternos días o infinitos meses. 

En muchos casos la soledad se combate con pantallas (como las que ahora juntan tus ojos y mis letras), estas pantallas representan para la población EN riesgo un gran desafío, y en muchos casos deviene en frustración, y termina en una baja de la autoestima. Entonces el combo es trágico... es una mezcla perversa de soledad, aburrimiento, sentirse en peligro de muerte y sentirse un inútil con un aparato que no le hace de ventana para ver a sus seres queridos del único modo recomendable.

¿No será mucho?

Dice la murga; "Si he de morir, que me muera de tanto vivir" (Agarrate Catalina 2008)

Entonces la gente se va enfermando, no los mal llamados DE riesgo, o si; esos y los otros... y las listas de gente se hacen más largas, y los nombres conocidos empiezan a multiplicarse, y el riesgo se hace mas palpable, quizás lo sentiste cerca, quizás te pasó, quizás perdiste a alguien querido, quizás te está pasando, con mucho síntoma, con poquito, asintomático, porque el bicho tiene toda la versatilidad de hacer lo que se le ocurre en cada cuerpo.

Y sucede lo esperable... los médicos de algún apunte tomado más cerca del pasillo que dentro del aula, o con algún recurso más de la experiencia que de la bibliografía, deslizan con timidez o quizás con fe, que lo importante es que el paciente no se desanime. Comienza a resonar la importancia de la fortaleza anímica. El humor, el optimismo, las ganas de estar bien. Eso, sin una red, sin un abrazo, sin un beso pegoteado de chupetín, es mucho más difícil. Eso, después de siete meses de arresto domiciliario, es muy duro.


El barbijo casi como gorrito de fiesta


Sin embargo, y sin ponerse colorados, lanzan el remedio que conocemos, y con muchos recaudos, y con bastante miedo, nos animamos a ir a mirar a los ojos a los que están en riesgo, y nos arriesgamos a hacerlos reír, y compartir una charla en torno a una mesa, nos aventuramos a hacer que la vida no se les vaya tratando de estirarla. Porque lo cualitativo tiene más profundidad que lo cuantitativo, porque vemos que nos necesitan en tres dimensiones y porque hay razones del corazón que la razón no entiende.



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