No entiendo como confunden arte con marketing



¿Cuál es la diferencia entre “renacimiento” e “involución”? Seguramente habrá tesis enteras acerca de alguna brecha, sin embargo, desde el desconocimiento, afirmo que la diferencia es de cohorte valorativo. Supongo que ensalzar algo como renacentista implica  un dialogismo con los grandes del pasado, mientras la involución se emparenta con una lógica lineal compuesta de instancias superadoras encadenadas que han sido interpretadas por quien toma elementos de eslabones vetustos.

Básicamente, me da igual. Quiero divagar sobre una práctica que podría encasillar en una u otra categoría, pero elijo hablar de reinvención (y allí voy a dejar contenidos los términos en litigio)
Me llama la atención hace unos años (y no es la primera vez que escribo sobre el tema) una práctica artística en la que las organizaciones encargan a los artistas plasmar su esencia dentro de márgenes muy acotados, algo así como una producción seriada, en la que la serie amalgama el soporte, un soporte provisto por los convocantes y dotado de alguna significación icónica, sobre el que los artistas hacen ni más ni menos que lo que pueden. 

Un ejemplo de estas intervenciones a pedido

Esta práctica llegó a remitirme a los tiempos del mecenazgo, de la pintura por encargo y de la relación artista-cliente que condicionaba el producto dejando a la expresión  reducida a información (una serie de datos que deberían ser comprensibles para ciertos actores consumidores)

Así pues, cuando el rey elegía un pintor, lo hacía con la confianza de creer que sería quien logre la mejor reproducción de la imagen de sus hijos, de esta forma se relegaba el arte a la función mimética de inseparable relación con la realidad de la cual se despojaría con la controversial aparición en el siglo XIX de la fotografía.
Aunque fuera más allá de lo mimético, el arte no perdía la carga clientelar, en la decoración se ponían en juego criterios pedagógicos (un mensaje para el pueblo o la feligresía) y estéticos (moral, canon perfecto, proposición). O sea que, aunque lo expresado no fuera copiado de la realidad, tendría que reflejar fielmente una historia, una deidad,  un concepto, esa realidad irreal que les tocaba realizar (¿?)
La fotografía tomó como propia la tarea de capturar la realidad, llevando para su cancha varios artistas del campo de la plástica y los que se quedaron sintieron esa liberación que permitió el surgimiento de las vanguardias estéticas, con lo cual los ismos pudieron mostrar con el arte mucho más que retratos y alegorías y aparece el artista como parte nodal de las obras, aparece (con Velázquez y después) en la obra.

Ir al Pompidou y ver la obra de Duchamp es ir a verlo a él (cuantos saben el nombre de su obra?). Encontrarnos con él, es ver en esa obra mucho más que estética plástica, virtuosismo artístico, estamos viendo un momento, una coyuntura, un conflicto, un show de quiebres y cortes que el artista nos cuenta sin que nadie se lo pida. En otros momentos y lugares,  vamos viendo surgir nombres que por medio de su arte plasman radiográficamente la coyuntura, y también aparecen movimientos de l`art pour l`art, todo esto en una danza feliz y denunciante de sujetos con función política a la vez que poética (hibridando títulos de Aristóteles), así vemos el arte contemporáneo y una paleta multiforme de personajes y obras de las que gozamos entendiéndolas o dejándonos mover por su impacto visual.


En esta cronología que no es más que un grosero y violento resumen de la historia del arte, quiero anclar mi pesar por las propuestas a las que aludí renglones atrás.
Al parecer hemos vuelto a pedirle al artista que se exprese según consignas (lo cual no se extinguió nunca, pero se había corrido del centro de la escena). Entonces el artista (puro fluir y libre expresión) se encuentra sentado frente a una vaca, un ladrillo, un balero con la consigna de intervenirlo. 
Si bien por lo general la cuestión tiene por fin una cosita entre benéfica y snob (culminando en una subasta cruza de"exclusiva"con"under"),no deja de ser a todas luces la fetichización de su esencia mística en pos de la estandarización (pues más allá de las improntas de quienes hacen arte sobre ellas, no dejan de ser todas vacas, ladrillos, baleros). El artista suele tomar este pedido como posibilidad de exposición pública (omitamos decir marketing, porque suena choto), y ahí se pone a darle vueltas al soporte imaginando como hacer algo lo suficientemente personal como para plasmar su esencia y lo suficientemente radical para que su obra se despegue del conjunto y no pase desapercibido para el público (acaso cliente).

Con estos dos puntos en claro, la emoción en la que nuestro obrerito cultural encara la tarea puede ser; 
  • desafío “a ver, como hago algo bueno con esta consigna”, 
  • adaptación “es un trabajo como cualquier otro, no siempre se puede hacer lo que se quiere”, 
  • o bien, desmotivación “hasta cuando voy a tener que hacer estas cosas por prensa”. 

Volviendo al principio, quizás es una cruza entre la vuelta al trabajo a pedido y la necesidad de visibilizar y comercializar lo que logra este tipo de despliegues en los que la libertad irreverente del artista contemporáneo sucumbe ante la lógica de la sociedad de consumo y un nuevo modo de estandarización de la producción. Lo cierto es que no hay forma de que me guste (más allá de la ocasión de foto chistosa) ninguna de esas piezas y en parte lo atribuyo a que veo opresión del autor en las materializaciones repetitivas de elementos intervenidos al solo efecto de su venta (por mas altruista que sea el cometido aducido). He dicho (en verdad, esto lo he dicho el 24.04.2013).

No entiendo como se puede borrar la necesaria línea entre el arte y el marketing... pero es tendencia.

(Agradecimiento a Fede.... que casualmente estaba en todas las fotos que ilustran las ideas de esta exposición)




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