Que no nos roben la utopía.
Crecemos escuchando sobre las prioridades de los seres humanos en términos de estabilidad.
Crecemos escuchando sobre las prioridades de los seres humanos en términos de estabilidad.
Crecemos o lo que es peor; la gente considera que hemos crecido, cuando nos ponemos serios, abandonamos lo que nos hace bien y nos disponemos a hacer lo que todos hacen.
Un hito en la vida de un joven es lograr las
ocho horas de oficina, en ese momento, se lo considera un afortunado. Si
proviene de una familia en la que hay pocos oficinistas, se lo
llamara privilegiado y si proviene de una familia con muchos oficinistas
se lo llamara exitoso. Pensaremos que está en la buena senda y brindaremos
felices por su estabilidad. Probablemente, de pequeño ha querido ser payaso,
quizás artesano o incluso actor. En el total de los casos, de pequeño fue
soñador. Pero ahora creció, y trabaja en una oficina para orgullo de todos,
incluso, quizás, de sí mismo. Si está contento con sus ocho horas diarias y
quince días de vacaciones al año, el joven pasará automáticamente a convertirse
en uno del montón. Otro puntito en una estadística gris que señala que es parte
de un algo más grande en lo que felizmente se pudo insertar.
Lo mismo sucede con cualquier otro trabajo de los que “hay que tener”; sueldo en blanco, quince gloriosos días de vacaciones, ocho horas de labor cuidadas por algún sindicato, la cosa es llegar puntual, hacer la tareita más o menos bien y aguantar a que llegue el franco para pasarla bien. No durante, siempre después.
Pero hay otros. Hay otros jóvenes (¡y no tanto!) llamados inmaduros, vagos, atorrantes, delirantes y quizás también fracasados; esos son los que nunca aspiraron al placebo de la estabilidad (o si, pero ya no). Son los que no se consideran lo suficientemente grises como para dejar de soñar, son los que no se conforman con quince días al año para la felicidad.
Y quizás desde la misma oficina, o desde donde les toca estar, esos otros están buscando la forma de seguir su sueño o de ir soñándolo en el camino. Y cuando la gente los mira raro, se preocupan un poquito hasta que se dan cuenta de que cada vez hay más personas tan raras como ellos, que deciden caminar por el costadito de esa cosa grande en la que habría que insertarse, y con la creatividad como principal recurso, se envalentonan a ser lo que de chiquitos quisieron, o lo que de más grandes eligieron.
Generalmente, lo que buscan, es definido como felicidad (que comparte muchas letras con estabilidad, pero no se le parece en casi nada).
Para todos ellos, el viaje se comparte. Viaje empírico o metafórico. Viaje tan largo o corto como sea necesario. Viaje como medio o como fin en sí mismo.
Los que entendemos el viaje (en el sentido enorme de la palabra) como algo mucho más profundo que un paréntesis de quince días, nos mantenemos en la senda de no dejar que nos roben la utopía.
(Porque; la utopía sirve para caminar)
No entiendo el mito de la estabilidad, pero tiene muchos feligreses.
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