Siempre el transporte público regala momentos amorosos, de esos que te hacen sonreír en plena rutina. Hoy... otra vez, no entiendo como no amar el transporte público.
Subir al cole una mañana de sábado, medio dormida, algo
contrariada.
Ver que suben dos chicos en la terminal, recién llegados, cargados
de equipaje.
Verme espejada en mis paseos a otras latitudes.
Ellos piden
permiso al chofer para comprar boletos a otros pasajeros que tengan saldo en
las tarjetas recargables que usamos los locales para pagar el viaje.
Sentí la
fuertísima necesidad de regalarles el tramo. Rápida y ansiosa, me ofrezco a
pagar sus pasajes y ellos se empeñan en abonarme el monto correspondiente. No
acepto, los convenzo con el argumento de que alguien, algún día, lo haría por mí.
Ellos entienden mi concepto. De repente les nace la idea, buscan en sus
mochilas y mi mañana potencia su brillo cuando recibo un fanzine de producción propia a
cambio del gesto (no quiero leer que fue a cambio del pago, quiero confiar en
que los humanos nos vinculamos a través de gestos, actitudes).
Aqui pueden leer a la autora del fanzine.
Y allá voy... otra
vez en los viajes cotidianos por mi ciudad... descubriendo el espíritu humano que
se filtra entre los bloques de cemento y nos muestra que la sociedad de
mercado nunca hará que dejemos de ser personas.
bello gesto! bello encuentro de sensibilidades bellas.
ResponderEliminarmaravilloso... hay que estar atento...
ResponderEliminarLa magia existe.