Ya me ensañé bastante con rituales poco felices, por lo que me pareció
equilibrado pasar a otro tipo de rito no más comprensible, pero si más
festejable. Hoy no entiendo el ritual de egreso de las carreras de nivel superior.
Oh sí.
Y no lo entendí nunca.
Como todos los rituales, se aleja de lo universal para ser un hecho
propio de algunas regiones, y creo que en este caso, está acotado a la República
Argentina. Ciertamente la investigación ínfima que hice buceando en la web no
arroja resultados de casi nada, ni una pista del origen de esta costumbre, nada
se sabe, nada se puede aprender.
Me preocupa el rito del egreso. No entiendo que celebremos a un nuevo
profesional con un lanzamiento de alimentos sobre su cuerpo, rasgándole la ropa
y golpeándolo en la puerta de la universidad.
Para quienes desconozcan la práctica a la que hago alusión, paso a
narrar de que se trata este final de la carrera universitaria; El potencial
egresado ingresa al edificio, rinde su último examen y pasa por el baño a
cambiar su look para salir con ropa vieja y exponerse a un aluvión de harina,
huevos, aderezos, yerba, aceite y comida en estado de putrefacción. El menú
puede estar acompañado de algún brebaje indefinido manufacturado por las mentes
creativas del entorno del egresado y se pueden sumar elementos de cotillón como
espuma, serpentinas y papel picado. En ocasiones se agrega pintura, bebidas, o puré
de tomate. Cuando los ingredientes ya escurren pesados desde la cabeza del
flamante profesional, algún amigo enarbola tijeras y se acerca a cortar en
tiras la ropa que lleva puesta, conservando en ocasiones el mínimo pudor, o
transgrediendo esta línea, según el estilo de los responsables del agasajo. Con
el egresado semi desnudo, puede aparecer un nuevo paso en el ritual que consiste
en cortar su cabello, afeitar su cuerpo o escribirle cosas en la piel. Este
mágico momento suele culminar con el paseo en baúl del auto para presumir el
modelo terminado por la ciudad y llegar al domicilio a renegar con la ducha
mientras los allegados comienzan la celebración domiciliaria que suele
extenderse hasta la madrugada en algún bar. Todo documentado en las fotos de
rigor.
Un acto totalmente incomprensible. Un acto difícilmente evitable.
Aquellos profesionales que estén en desacuerdo con este tipo de celebración, se
ven en la obligación de ocultar la fecha del último examen y corren el riesgo
de ser sorprendidos en fechas arbitrarias por el entorno que no concibe la idea
de que la carrera se dé por finalizada sin la ceremonia de maltrato, humillación
y vejaciones.
Si bien el desperdicio de comida durante el suceso y el desperdicio de
agua a su término ya es escandaloso, hay algunos intentos por virar esta
tradición infundada que intentan proteger el patrimonio público, veredas,
universidades, edificios y mobiliario urbano que se ven desmejorados y atraen
fauna indeseable por la suciedad que divierte generar y nadie toma a su cargo
limpiar.
No lo entendí nunca, y traté Infructuosamente de evitarlo.
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