Enero es un mes en
pausa, uno que llega después de mucha espera, en medio de mucha esperanza, pero
rara vez concreta algo. Enero es el único mes del año al que recibimos con
fiesta, brindis y deseos… pero a la vez, es un mes que llega para irse, porque
nadie lo toma muy en serio y nada cambia ciertamente en enero.
También es el mes
de la lista de pendientes del año pasado (que puede quedar intacta hasta el año
que viene), menuda herencia!, es un mes que promete darnos tiempo (o se lo
hacemos prometer) y nos lo tomamos para perder tiempo.
Mucha cosa
cerrada, mucho sabor a vacaciones, a hoja en blanco, a todo por hacerse, y eso está
genial, pero hay mucha excusa de cansancio atrasado, calor agobiante y pachorra
de arrancar el año. Nada parece no poder esperar a febrero.
Enero de chicos
sin uniforme y de horas pico que pican menos. Enero de sol y saliditas con amigos, de playas y
piletas, de ombligos a la vista y ropa de mil colores. Enero de pieles
pegajosas y abrazos pegoteados. Enero de hacer planes con responsabilidad y cajonearlos
sin culpa. Enero para activar, pero para esperar, para reír, para reencontrar,
para imaginar y crear un año en el que
estamos entrando y tiene todo el potencial que le queramos asignar.
Enero de balancear
el balance de diciembre y para diseñar la balanza que vamos a empezar a cargar. Poner a punto la
agenda, divagar objetivos y salir a pasear. Nochecitas de parque, alegrarse del
viento y llamar a esas personas que (al menos una vez al año) nos gusta volver
a ver.
Enero slow, entre
la relajación y la ansiedad, entre la calma y la tempestad, porque no es para
siempre, es lento pero se termina y vuelve el ritmo, el movimiento y lo de
siempre o distinto… así pasa, suele pasar… y enero lo sabe, se siente en el
aire pesado y pastoso… se va sin dejar huellas y abre paso al inicio del año,
al inicio de verdad, porque enero es casi el prólogo, ese grupito de páginas
que para algunos es la parte más importante del libro y otros nunca lo leen…
No entiendo a
enero con su sabor a helado y los colores del atardecer con amigos… no, no lo
entiendo, pero cada año me toca sobrevivirlo con alegría.
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