Días de abecedario es un juego propuesto por
alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace
varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir
utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo
que se pueda… según lo que esa letra nos invite. Aquí vamos con la “H“
Hay vidas que en algún momento entran en pausa, en paréntesis, en suspenso.
Hay vidas que tiene huecos y eso afecta las vidas que rodean esas vidas.
Hay vidas que se dejan de vivir, mientras otras tratan de que no deje la vida.
Un día escribí un cuentito para tratar de entender los hiatos de la vida, un día, en la ficción dibujé el hiato de una tal Nerina.
“Nerina movió una mano”, contaba su mama en el pasillo.
“Nerina no era de hacer esas cosas” coincidía un grupo de amigos cerca de una
ventana. “Nerina tienen que estar en casa pronto” recordaba su hermano a un
muchacho. “Nerina ya aprendió lo que tenía que aprender” decía su padre a una
pared. “Nerina está evolucionando favorablemente”, sonrió un gordito de
cachetes rosados con guardapolvos blanco.
Nerina la peleaba en silencio desde esa cama de hospital
público al que había llegado mezclando su carnet de conducir con un montón de
alcohol. Su cuerpo inmóvil encerraba una conciencia absoluta que luchaba por
expresarse y tranquilizar a esa familia que la lloraba desde hacía días.
“No valió la pena”, se repetía en el silencio interrumpido
por los ruiditos inaguantables del aparataje infame que la mantenía con vida.
“No fue una noche que merezca ser la última”, reflexionaba. Su papa tenía
razón, el aprendizaje había sido sobredimensionado pero efectivo y Nerina ya
estaba en condiciones de recuperar el dominio de su cuerpo y retomar su rutina
adolescente.
Pocos días después, todo aquello había sido un hiato
doloroso y sufrido que había quedado atrás.
No entiendo los hiatos de las vidas.
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