No entiendo a la primavera. No entiendo como no se queda,
como se hace extrañar, como nos invita a redescubrir. No entiendo cómo logra
que hasta los más apurados sonrían delante de una flor, como sucede que nos
enamoramos de las enredaderas que se habían pelado hace meses y de los
arbolitos callejeros que parecían huesudos y espectrales apenas unas semanas
atrás. No entiendo como la primavera de manera despiadada nos hace extrañarla
para reaparecer petulante y presumida rondando el 21 de septiembre en este lado
del mundo.
No entiendo como de las ramas brotan hojas, como de los
pimpollos empiezan las flores, como cantan los pajaritos, como mutan los insectos… no entiendo como pasa
y la mejor explicación que encuentro son las hadas haciendo magia por las
madrugaditas para que todo eso aparezca así, de la nada, así, dejándonos a
todos extasiados; es de un nivel de perfección que solo la mitología puede explicar.
Nadie entiende la primavera, que aparece solita y justo
cuando estábamos distraídos. Que nos saca suspiros y nos reconcilia con lo sencillo y simple. La primavera nos encanta como en
los cuentos contados por abuelas, como en las canciones de la seño del jardín y
como las voces de la infancia en la que por primera vez descubrimos al bicho bolita, a la vaquita de san Antonio o la mariposa monarca. Cada vez que
aparecen, es un nuevo milagro que nos roba el aliento.
De nada sirve entender a la primavera, a sus perfumes y sus
regalos, a sus pausas y sus recuerdos. Nos trae la niñez bien vivida y nos
invita a la calle. Rompe el letargo del frio y nos saca de la madriguera. Quiebra
la rutina de lo inevitable para armarnos la agenda de lo deseable, lo
disfrutable y lo real. En el afuera, donde está la vida, lejos del sillón y de
la tele, cerca de la picadura de bicho y del yuyito que pincha cuando nos
sentamos en él. Lejos del artificio urbano y entretejido con la verdad de lo
que somos y a donde pertenecemos.
Te esperaba que llegaras, te esperaba primavera. Y lo mejor
es cuando no te espero, y venís caminando despacito a sorprenderme en un
rincón, de mi patio, de la plaza, del mundo. La sorpresa de que la vida da la
vuelta y los ciclos están para dejarse maravillar.
No entiendo la primavera, pero está re buena.
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