Días de abecedario es un
juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de
recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea
es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo
que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite. Aquí vamos
con la “Y”
Foniátricamente disfruto un
montón de la y, que la tienen todos, pero en argentina la mimamos muy
especialmente y le damos una fuerza impresionante y característica. Nadie la
pronuncia como nosotros.
Nuestro Patrimonio lingüístico no es solo las
palabras y sus significados, ni sus acepciones y cositas, también es lo
divertido de saber que el español mima la “ñ” y El argentino ensalza la “y”
Hay algo en lo binario que des hace tiempo viene
haciendo ruido, y el yin yang es un intento milenario de romper con esa
polaridad, es un símbolo de no diferenciación que propone no pensar los opuestos
como antagónicos (pese a seguir entendiendo la existencia de esos opuestos en
tanto tales), que postula la superposición de los matices, el encuentro en lo
diferente, la convivencia de lo contradictorio.
Encontrar lo masculino en lo femenino, entrelazar
la luz y la oscuridad, combinar le día y la noche y entender que todo existe
junto y mezclado, circular y salpicado, armónico y equilibrado.
No podemos seguir pensando en lo dual porque sería
desconocer lo múltiple, seria negar un innegable abanico de matices y la
existencia misma con toda su complejidad.
Este símbolo del taoísmo es un indicio, pero se
queda corto… hay mucho más que negro en blanco y blanco en negro, hay magia en
el “entre” y un sinfín de grises. El símbolo de la dualidad olvida que hay
mucho más que dos en todos los temas imaginables, en las fuerzas opuestas hay más
que oposición, lo que se supone que complementa no puede evitar convivir, esa armonía
es inevitable, la luna no se ve sin la luz del sol, no existe el hombre sin la
mujer, ni la mujer sin el hombre. No hay más que un bella simplificación de
esta verdad en ese símbolo, no hay sino resumen de un despliegue inabarcable de
una mirada complejizante que sin duda muchos monjes (¿?) taoístas han tenido,
no hay forma de recriminar que no lo sepan, seguro lo han sabido, y la popular
imagen ha perdido parte de su mensaje en la multiplicación simplista de su misión.
No entiendo el yin yang más que como una simplificación
de una verdad bella, mística y múltiple, más que como un resumen de un montón
de cosas que se interimplican de manera inevitable… como la complejidad misma.
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