Querida Ceci;
Te escribo
para pedirte que te hamaques….
Eso.
Que te vayas
corriendo a la plaza y te subas a esa hamaca de madera, que parece el invento más
maravilloso del mundo, incapaz de ser perfectible, porque ya es perfecto.
Disfrutala,
con fuerza, con energía, con envión, como si estuviera por desaparecer. Porque
va a desaparecer.
Una de las
cosas más bellas de la visita a la plaza, pasó por los controles de vaya uno a
saber quién y decidieron que la madera era peligrosa, o cara, o incorrecta, y
de buenas a primeras, sin mucho preámbulo, ya no existen. Al principio
probaremos con las nuevas, después buscaremos las de siempre en plazas
postergadas, a las que la innovación demoró en llegar, pero en algún momento, llegará
y ya no tendremos en Rosario una hamaca como las que nos gustan tanto.
Te escribo
para pedirte que te subas y remontes vuelo, que te eleves hasta ver debajo de
tus pies el cielo lleno de nubes; eso que aunque sea solo cuestión de
perspectiva, nos pone el corazón al galope. No es para siempre.
Acá, en el
futuro, cuando nos sentamos en una hamaca, de esas que están en el mismo lugar
en que vos las usas, pero están hechas de goma; las caderas se te apachurran y sentís
que algo quiere que te bajes. Es una lástima. Ya nadie podrá hamacarse parado o
de a varios (uno parado y otro sentado; ¡nos encantaba hacer eso!), o
simplemente cómodo.
Quizás sea
por eso que ahora los chicos tienen hamacas en sus casas (dobles, de plástico, de soga, nunca es lo mismo), como una de esas
muchas formas de privatizar la vida en el espacio público, ese lugar tan mágico
que es la plaza, y se está mudando a las casas, donde los toboganes no se
comparten y hamacarse no conoce de esperar el turno o interactuar con chicos de los
que no sabemos su nombre. Eso está pasando mucho, porque los papás creen que
eso es bueno… que se yo…
Yo las extraño.
Y mirá que
hay un montón de cosas para modificar, pero se metieron con las hamacas, y
ahora ya no son lo que eran. Sin ánimos de volverme una de esas personas rígidas
que se resisten al paso del tiempo y repiten patéticamente que en el pasado era
mejor, me veo en la obligación de escribirte para que te hamaques, porque más
allá de la valoración que se pueda hacer del cambio… no será lo mismo.
Eso es
un hecho.
Esta
publicación forma parte del proyecto “30 días de escribirme”, propuesto por el
blog escribir.me (todos invitados a jugar!)
Día 13: escribile una carta a tu yo
del pasado
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