No entiendo; Es un blog de reflexiones simples sobre cosas de la vida cotidiana que están muy naturalizadas, pero no las entiendo.
No entiendo a Halloween
Vamos a empezar por no entender la festividad en general y su aterrizaje en nuestra cultura en particular, porque nada tiene que ver
con nuestra cultura o nuestras tradiciones, es natural que nos cueste entender
algo que no nos es propio. Por otro lado, adoptar esta tradición no es muy
diferente a celebrar San Patricio, San Valentín, San Jordi o hasta algunos
matices de la propia navidad.
De todas formas... no entender que se nos dió por adoptar un ritual con disfraces... misterio y golosinas... sería bastante necio. Es que estos condimentos nos divierten a todos y no necesitamos muchas más explicaciones para sumarnos a una celebración mas que el mero hecho de celebrar... jugar... reversionarnos... escapar de la rutina... decorar algún rincón... inventar un poco.
Sin embargo... de la versión original... nos faltó importar (afortunadamente) la parte que menos entiendo; Qué decir de una tradición extorsiva que educa a los niños en el poder de la presión desde el aparentemente inocente planteo de “dulceotruco”, que decir de un día para salir a tocar timbre y pedir porque sí.
Sin embargo... de la versión original... nos faltó importar (afortunadamente) la parte que menos entiendo; Qué decir de una tradición extorsiva que educa a los niños en el poder de la presión desde el aparentemente inocente planteo de “dulceotruco”, que decir de un día para salir a tocar timbre y pedir porque sí.
Un mensaje extorsivo como herramienta para alcanzar las
metas desde la infancia, llevando al sobredimensionamiento del azúcar como
final.
Disfraces, golosinas, supersticiones y hasta decoraciones de mal gusto... son cosas que tomé la decisión de no cuestionar... pero la extorsión y el azucar... ya no se me hacen tolerables.
No entiendo a Halloween... y no por ser extranjero... es por tener estos espantosos mensajes que no hacen falta para jugar a reirnos del miedo
No entiendo los jueves
Jueves… la antesala de la espera, el antes del prólogo…. La nada misma,
el intento desesperado de ser cuando no se es. El jueves tiene ganas de algo,
pero nada pasa…
Lo coronaron los estudiantes universitarios, en sus ganas de no tener clases los viernes y volver a sus localidades de origen el fin de semana. Los comerciantes lo tratan de posicionar como un día propenso a las celebraciones, como una instancia interesante de desarrollar, pero no hay caso, el jueves es ese amiguito que te crece a la sombra… tratando de entender como haces para estudiar, trabajar o ser un ser social, mientras usa tus mismas estrategias y no le resultan.
Lo coronaron los estudiantes universitarios, en sus ganas de no tener clases los viernes y volver a sus localidades de origen el fin de semana. Los comerciantes lo tratan de posicionar como un día propenso a las celebraciones, como una instancia interesante de desarrollar, pero no hay caso, el jueves es ese amiguito que te crece a la sombra… tratando de entender como haces para estudiar, trabajar o ser un ser social, mientras usa tus mismas estrategias y no le resultan.
Al
jueves le falta actitud, un poco de personalidad y bastante apoyo. Busca
legitimar algo que a otros días les sale bastante fluido, busca detener la
semana con algo de recreación, pero la sobra carga de responsabilidades. Nos
espera, nos invita y lo plantamos. Nos cocina, nos congrega y no resulta.
Claramente no es su culpa… necesitamos los jueves para otras cosas… le
agradecemos estar ahí para una actividad de una horita, para un paseíto antes de
cenar o un brindis pos laboral… pero no como él quisiera, no con las ganas que
el espera ser esperado con la esperanza que lo desespera.
El jueves tiene cara de resignación cada vez que elegimos las pantuflas y nos negamos a aceptarle el refugio. No entiendo el jueves en su afán de anhelar convencernos de que es parte de un fin de semana que lejos está de llegar a su fin, en su alegría no correspondida de ofrecer un alivio a lo que está en pleno furor... no entiendo porque el jueves no entiende que todavía hay mucho para hacer, que el descanso va a llegar, pero todavía no.
No entiendo como el jueves no valora el potencial del que es dueño por tratar en vano de ser algo para lo que no está hecho. No entiendo el jueves, y a mucha gente me recuerdan.
El jueves tiene cara de resignación cada vez que elegimos las pantuflas y nos negamos a aceptarle el refugio. No entiendo el jueves en su afán de anhelar convencernos de que es parte de un fin de semana que lejos está de llegar a su fin, en su alegría no correspondida de ofrecer un alivio a lo que está en pleno furor... no entiendo porque el jueves no entiende que todavía hay mucho para hacer, que el descanso va a llegar, pero todavía no.
No entiendo como el jueves no valora el potencial del que es dueño por tratar en vano de ser algo para lo que no está hecho. No entiendo el jueves, y a mucha gente me recuerdan.
No entiendo al paso (11)
No entiendo el vínculo de mi gato con la lima. Rarísimo.
Empiezo a limarme una uña y emerge desde algún lado y comienza a lamer la
lima con un amor poco usual. No sé por qué, no sé para qué, pero tiene esa
reacción, no para con la lima inerte, si hacia la lima en acto, e movimiento,
limando mis uñas.
No entiendo al paso... pequeñas cositas cotidianas,
No entiendo a septiembre
¿Qué es septiembre?
Indiscutiblemente es el mes de la primavera y todo lo que
ella implica culturalmente en nuestras sociedades tan escindidas de la vida
natural.
Septiembre es florecer de las plantas, pero también florecen
las familias en los parques y florecen los encuentros de amigos en las noches y
florece la vida académica que entra en cuenta regresiva para cerrar etapas como
todos los años.
Septiembre es pic nic, porque nos acordamos de entrar en contacto
con el pastito y reconciliarnos con el sol que nos faltó en invierno.
Septiembre es adolescencia y estudiantina, porque el día del
estudiante nos pone en agenda esa etapa de la vida, de hormonas, de alcohol y
de carcajadas a los gritos, porque celebran la vida de esa manera.
Septiembre es renacer, porque la naturaleza nos muestra con
sus brotes que lo que parecía seco y muerto solo estaba esperando el momento de
mostrar su esplendor, y todo llega, y todo pasa, y todo cambia, en todos los ámbitos
de la vida. Es descubrir los árboles que estuvieron de incógnito el resto del
año, y ahora se dejan identificar gracias a la coloración de sus flores.
Septiembre es salir a pasear, buscar excusas, recorrer
nuevos rincones de la ciudad y de otras ciudades, inspirados por el verde de la
renovación, que con lo amigable del clima y sus presumidas flores, perfuman y colorean
nuestra rutina y nuestras escapadas
Septiembre es el mes de las primeras quemaduras del sol,
volver a casa con un satisfactorio (y no por eso menos molesto), ardor en todo
el cuerpo que se acompaña con un tono fucsia que tiñe los antes cubiertos
cuerpos.
Septiembre para muchos es la combinación de alergias y alegrías,
estas palabras que tan parecidas y tan
diferentes se mezclan en la nariz y los que padecen las primeras cuestionan las
segundas, entre estornudos y fármacos que le sacan un poco la magia al
idealizado segmento del año
Y no entiendo porque, pero a septiembre se lo asocia con el
amor, y por eso mismo, no hace falta entender a septiembre para sonreírle y
dejarse llevar por todas las propuestas que trae para compartirnos.
No entiendo las nacionalidades
Empecemos por decir que si entiendo que para organizar un territorio, necesitamos que sea de un tamaño acotado y que por mas pequeño que sea, siempre va a tener complejidades por la heterogeneidad de sus habitantes... correcto... lo que no puedo entender, como ya me ha pasado con otros temas, es el fanatismo.
Si las nacionalidades son un invento social, cultural, territorial, no veo porque deben mutar en algo identitario y generar sentimientos y pasiones que rara vez se vinculan a accionares positivos... la mayoría de las veces devienen en odio, discriminación y maltrato entre habitantes que se ubican entre lineas imaginarias diferentes y cantan himnos con distintas melodías y visten emblemas de distintos colores... pero todo eso es un invento.
El problema de las nacionalidades es agrupar en un "nosotros" y dejar afuera a un enorme grupo identificado como "los otros", imprimiendo a este vinculo la competencia, la soberbia y las comparaciones que ya todos sabemos que son odiosas.
No sería novedoso ni original hablar de lo poco que entiendo las guerras y creo que ya me expresé acerca de la xenofobia... y es porque me parece incomprensible que siendo todos humanos tengamos problemas de esta naturaleza. No puedo creer que nos genere empatía o rechazo el color de un pasaporte. Y es que sabemos que hay países mimados y países condenados y no tiene ningún sentido esta distinción.
Tengo serios problemas para entender las nacionalidades y más precisamente los nacionalistas radicales, impetuosos, intransigentes y combativos que dejan la vida por su bandera arrancando otras vidas.
Son cosas muy raras las que pasan incluso dentro del "nosotros", ese criterio homogeneizador de diferencias insalvables que se marean en un todo siendo una masa multiforme que solo funciona discursivamente... porque, después de todo, hablar de nacionalidad es simplemente una categoría conceptual, y bastante vacía.
"A veces ciudades diferentes se suceden sobre el mismo suelo y bajo el mismo nombre, nacen y mueren sin haberse conocido, incomunicables entre sí"
Italo Calvino. Las ciudades invisibles
No entiendo las nacionalidades, porque los países no existen más que en el relato, son un territorio
elegido por alguien hace mucho tiempo, alguien que nos convenció de ir todos para el mismo lado y sentir que somos
lo mismo… aunque no, porque un país no es su geografía, ni sus dirigentes, ni
sus tradiciones, es un nombre y un arbitrario corte irregular en un mapa
imaginario que se consolida a causa de mucha sangre y hoy ni nos acordamos de
eso, y nos parece muy natural hablar del amor a la nación, aunque no exista.
No entiendo las nacionalidades. Me gustaría que hacia adentro existiera la cohesión que representan y hacia afuera latieran en otra frecuencia con los miembros de nacionalidades diferentes. Creo que el gran tema es la nacionalidad terrícola que no estamos logrando coordinar y ese mega país que no se está sintiendo bien.
No entiendo las cuatro estaciones
Las cuatro
estaciones…
Verano… otoño…
invierno… primavera…
Tres meses cada
una…
El sol… las hojas…
la nieve… las flores….
Así me las
enseñaron a mí… con Vivaldi agasajándolas de fondo. Lo cierto es que no es
cierto… o ciertamente no lo sé. No estoy segura de su absoluta inexistencia,
pero tampoco el calendario parece darles entidad.
Como todo en la
naturaleza está pautado, pero es flexible, son ciclos, y a ese movimiento le asoma la irregularidad y devienen en imprevisibles efectos con resultados aparentemente aleatorios, pero seguramente explicables.
Individualmente, cada una de ellas presenta ciertas características complejas de asimilar... para no extenderme demasiado, recuerdo cuestiones que no entiendo de cada una de ellas y en los siguientes links ya las hemos problematizado de manera independiente;
¿Será que todavía existen las cuatro estaciones?
Estoy casi segura, sin ninguna prueba, que el sol sigue viendo a la Tierra dibujar elipses a su alrededor, y eso, como hace rato, debería seguir generando las cuatro estaciones.
Sin embargo, atmósfera adentro, los inquilinos del planeta azul estuvimos haciendo algunas travesuras poco prudentes que podrían indicar que el clima ya no sea tal cual lo repetíamos en aquellos versitos de la escuela primaria.
No siento que coincidan con el calendario, ya no existe el momento de guardar la ropa que no vamos a necesitar por un par de meses, no es tan riguroso el invierno, es bastante más inclemente el verano, siento a destiempo la floración de la primavera y le falta fresco a casi todo el otoño... no logro identificar con claridad las etapas, creo que eso me tiene confundida, o contrariada.
No entiendo las cuatro estaciones, su potencial vigencia, o su inminente desaparición... sus motivos planetarios de existir y sus razones antropocéntricas de desaparecer... no entiendo, pero celebro los cambios, cuando sean.
No entiendo las barritas de azufre
Viernes que duele en todo el cuerpo y la rutina no da tregua. Amanecí con una contractura espantosa y siento continuas ganas de tirarme en plena vía pública a llorar en el suelo.
Muevo la cabeza buscando algún movimiento que genere alivio, solo empeora y descubro más dolor dentro del dolor.
Camino, sufro, pienso... no se me ocurre que más hacer. Paso el día sin mejorar. El rostro deformado de dolor. Llegando la hora de dormir tengo una idea que debió haber sido mi primera opción.
Busco en el fondo del cajón de las medias esa bolsita de celofán comprada y archivada años atras. Saco un rollito desparejo de inconfundible olor y textura curiosa. Lo hago rodar sobre mi cuello y lo oigo estallar con sonido metålico. Miro sorprendida los pedazos mientras recupero milagrosamente mis ganas de vivir. Repito el ritual tres veces en poco tiempo. Cada barrita estalla rapidamente y me devuelve la plasticidad de una parte de mi cuerpo. Solo tenia tres barritas de azufre. Estoy muchisimo mejor.
No sé como no se me ocurrió antes. No sé que efecto tiene... no sé si va por el lado de la ciencia o de la entrañable brujería doméstica. Solo sé que otra vez... dio resultado y un resultado escandalosamente inmediato.
Pasada la sorpresa y recuperada la movilidad de mi cuerpo... me dispongo a investigar y me entero que las barritas de azufre absorven la electricidad estática del cuerpo, crujen y se parten. Asi de simple. Se usan desde hace un siglo en Latinoamérica y son una novedad en Europa. No tienen contraindicaciones, se usan en caso de contractura, lumbalgia leve, corriente de aire, cefalea y limpiezas energéticas.
No entiendo bien como funcionan... pero te resuelven el problema de forma rápida, simple, indolora y no invasima. Casi un milagro.
No entiendo a junio
¿Mitad de año? ¿Confirmado? ¡Flash! ¿Como pasó?
En esta parte del mundo, el calendario le dió oficialización al invierno, sin nieve, sin la crudeza de otras latitudes, pero con fresquitos que nos reducen las ganas de intemperie y esas narices rojas que nos contracturan todo el cuerpo.
Hola Junio lleno de pañuelos y estornudos, de tecito y sopa, de excesiva calefacción en los comercios y contrastes terribles con la temperatura de las veredas, junio de fin de cuatrimestre y cierres que nada cierran porque están en el medio.
En medio de este clima tan clásico aparece lo que se conoce como "El veranito de San Juan".... un puñadito de días con temperaturas desubicadas que nos devuelven a los parques y nos permiten secar la ropa al sol, porque junio es frío pero tiene guiños de ojo para todos y nos iba a dejar sin un cálido abrazo.
Además tenemos celebración patria, porque entre los colores del otoño, pintamos la ciudad de celeste y blanco y le ponemos fuerza al sol dorado que el día de la bandera hace brillar en cada rinconcito, mástil, balcón, puerta de escuela o solapa de nuestros abrigos (que haríamos con las escarapelas si el día de la bandera fuera en febrero, como corresponde a su creación?).
Junio también tiene cara de jueves... porque es el prólogo a las vacaciones de invierno, que son un efímero paréntesis escolar nacido para renovar energías en un momento en que el año carece de demasiados relieves. Si las vacaciones son como un largo fin de semana en medio del año escolar, junio es ese jueves que las presagia y nos llena expectativas, y por todo eso lo queremos y por todo eso no lo entendemos, porque le da la bienvenida al invierno, pero nos regala un verano... porque nos hace ver el cielo gris, pero nos propone dibujar el sol, porque no nos va a dar pausa, pero trae gustito a vacaciones... porque es sin ser e invita sin ofrecer.... porque junio es la bisagra del almanaque y las ganas de volver atras o correr hasta el final, pero esa asfixia de estar en el medio la tiene bien resuelta con sus contrastes e ironías, con sus hibridaciones y desvarios, con esa cadencia confusa que nos hace tenerle estima, porque junio es como nosotros y no sabe muy bien que hacer.
No entiendo el pedido de mano dura
Ya era tiempo de poner en palabras lo difícil que se me hace
escuchar a la gente que cree que llevar una vida fuera de los márgenes de la
ley es una opción. Que vivir inmerso en la violencia es una opción.
Mucha gente, mucha critica, poca empatía, ningún conocimiento
de la situación. ¿Cómo hacer para creer que salir de casa para hacer las cosas
mal es una decisión que cualquier pibe puede tomar con libertad de opciones? ¿Cómo
hacer para creer que esa es la solución más fácil, la salida elegida, la
respuesta a algún problema?
Lo increíble es que existen tantísimos en situación de
solucionar algo arruinando tanto más. Un parche en la contingencia, un presente
para ningún futuro, una inercia de tanto pasado, una mirada entre tanta
ceguera, una vez que se vuelve todas las veces, un consejo que se vuelve
mandato, una alternativa que no logra balancearse con otras, porque no hay
otras…. Porque no se puede, porque no se pudo o no se va a poder. Y hace falta
tapar el hueco de hoy. De la comida de hoy, de la salida de hoy, de la pilchita
de hoy, de alguna cosa que los haga sentir más que los nadies de siempre (con
lo fácil que es cuestionar esto desde la cama calentita, con la heladera llena
y el entorno que te banca)
Y no estoy diciendo nada que no se haya dicho…. Ni pensando
de manera innovadora, porque la situación es de siempre, cambian las caras,
cambian los nombres, cambian las estadísticas, los apelativos y algunos titulares
para hablar siempre de lo mismo y seguir mirándolos feo y sintiendo que las
decisiones que toman los encasillan de “malos” que por cuestiones divinas salen
al mundo a arruinar familias, que los pierde la droga, el consumismo, la
frivolidad y nunca nadie los miro a los
ojos para buscar su historia tan igual y tan única en medio de las demás.
Nunca pensar de donde vienen, que les pasó, en medio de que,
con que estimulo…. El llanto de un abuelo, la usencia de una madre, los mocos
de un hermanito, la muerte de un perro, el dolor de un amigo, la indiferencia
de un amor no correspondido, la enfermedad, todas las carencias, pocos abrazos,
muchos sopapos, realidades de las que evadirse en todos los momentos de la vida
y el resultado nos pone a todos a convivir en la misma calle, en una dura calle
donde somos lo que se ve y lo demás no se pregunta, donde somos lo que hacemos
y no lo que nos hicieron, como si lo eligiéramos en ese momento, como si no lleváramos
vida vivida, como si el presente lo cubriera todo y nos condenara a ese
instante, ese arrebato, ese gatillo, esa cartera, una agresión, una respuesta a
quien no tienen toda la culpa de lo que hay en el mundo, pero se dio así y es
un error y es un horror, y no es justo, pero es así, porque las cosas no
siempre se eligen y no siempre corresponden… y no importa nada más que ese
ratito… y se puede entender y es re duro, pero solo es un emergente de lo mucho
que se sumerge y se amasa para abajo con montañas de dolor que a nadie le
importa ver ni curar ni nada de nada, porque nada se espera para los nadies y
ellos lo saben y por eso están como están.
Por eso y por todo lo que rodea el “eso” donde están es que no entiendo el pedido
de mano dura, es que veo lo que no se ve y no hay forma de negar lo que no se ve… no existe imaginar
esa persona eligiendo un día la vida que lleva, porque no son cosas que se
eligen… son cosas que te pasan o no te pasan… y está buenísimo saber de qué
lado te tocó estar, pero no podes pensar que ese lado es una decisión libre,
porque el mundo es mucho más variado y cruel que lo que fantaseamos con saber
ver y todo el tiempo nos estamos perdiendo de algo y cuando condenamos, nos
perdemos de mucho más.
No entiendo la rutina
Trato de no tener rutina… no sé qué tal lo logre…. Todos necesitamos algún
esquemita que nos ordene con algún criterio la jornada, para que el tiempo
tenga un carril por el que fluir más o menos armonioso.
Alguito de rutina es saludable, el problema emerge cuando cada uno de
los rincones de nuestro día es absolutamente previsible y carece totalmente de
inesperados, o peor aún, cuando los inesperados desestabilizan y desagradan, porque no estaban invitados a la
agenda propuesta. Cuando cruzarse con un amigo que hace rato no veíamos se
vuelve un desperdicio de tiempo al que no accedemos y lejos de ir a tomar algo proponemos “ver cuando
nos juntamos” (algo que no estaba pasando y probablemente no pase). Cuando un
velatorio es peor noticia por lo forzado de llegar a la cita que por la pérdida
de la persona a la que hay que ir a despedir. Cuando un árbol florecido nos es
indiferente y no podemos sentarnos a leer un poema sin culpa… ahí la rutina nos
confirma que ganó la batalla y todos los días (mayormente las semanas) están condenadas
a la dictadura del deber ser… hasta que las vacaciones nos inviten a establecer
temporalmente una nueva rutina en otro escenario y nos haga creer que estamos
listos para volver a ser engranajes de esa máquina que diseñamos y habitamos
con increíble perversión para esclavizarnos a nosotros mismos a cambio de una
pretendida estabilidad, un manojo de certezas y una inventada eficiencia.
Alguna vez, intenté tener una rutina de escritura… Alguna vez escribí
sobre una rutina….
Se abrieron sus ojos diez minutos antes de que sonara el despertador,
como todas las mañanas. Se quedó en la cama hasta escuchar su alarma, a ojos cerrados, disfrutando el último ratito
de cama.
Cuando se levantó algo en su cuerpo se activó, quizás el “modo rutina”.
A partir de ahí, todo se volvió automático, como todas las mañanas. Baño,
ducha, cepillado de dientes. Bajar las escaleras en bata de toalla y ser
recibida con la efusividad de Kapuscinski, su incondicional salchicha de
treinta centímetros de alto. Casi como un trámite le acaricio la cabeza y ya en
la cocina le sirvió leche, mientras ponía agua en la pava y pan en la tostadora de manera mecánica.
Café con leche para tres, tostadas con dulce de leche y una con
mermelada que se fue comiendo mientras subía las escaleras. Frente al baño,
casi coreográficamente, saludó a Lucas, un beso de paso, parte de la rutina “Buen
día, ya está listo el desayuno", le dijo después del beso con una sonrisita. “Gracias,
voy bajando, que se apuren las nenas”… Como
siempre.
Ella entró a su cuarto y mientras se vestía instaba a sus hijas a
despertar en el cuarto contiguo. Cuando terminó de cambiarse fue a ayudarlas
con los uniformes y las tres bajaron
esquivando a Kapuscinski que volvía a intentar sin éxito ser parte de aquel conocido show. Desayuno al paso
y todos al auto para encarar el día. Dos a la escuela, ella a la oficina y
Lucas camino a la fábrica de las afueras de la ciudad, como todos los días.
Cada uno en su lugar, como las piezas del ajedrez alineadas para
comenzar la partida y sabiendo que al final del juego volverán todas a la misma
caja (esperando que haya una nueva partida con iguales posiciones y el mismo regreso a la caja)
¿Cuál será el sentido de repetir ese esquema durante toda la vida y
perpetuarlo en las sucesivas generaciones? ¿Dónde está el tiempo de
disfrutarnos, y cuál es el momento para conocernos?
Cada uno en su tarea, cada miembro de la familia cumple su rol y como
dentro de un reloj que ignora el tiempo, cada engranaje hace que el otro gire
sin saber que el fin último de cada engranaje no es el a felicidad de ellos,
sino el objetivo del reloj.
Si hubiera tiempo para pensar en esto, dejarían de hacerlo. Pero no hay
tiempo, solo hay esquema, coreografía, rutina, y un perro que lo entendió todo,
pero no lo sabe explicar.
No entiendo la rutina, pero es una de esas cosas que queda afuera de la caverna de Platón y no está bien visto que la gente sepa que uno quiere salir a ver que más hay.
No entiendo a Marzo
Tengo una obsesión con entender cuando empieza el año (aunque para cada persona debe haber una fecha diferente)... ya lo cuestioné muchas veces... pero estoy casi segura que el primero de marzo deberíamos descorchar algo y brindar por el año nuevo... poner el pie oficialmente en el suelo y saber que ahora las cosas se van a empezar a mover.
La educación formal tiene en nuestras sociedades un peso enorme que hace que vayamos acomodando nuestro calendario a la escuela... aun los que no asistimos... aun los que no se vinculan con las aulas y calendarios académicos en su vida adulta.
¿Será que quedamos formateados desde nuestro transito por la escuela y pese a no seguir ahí... nuestros años homenajean aquella cadencia?
¿Será que marzo nos convenció de empezar a pensar cuando el llega?
¿Será que el verano no nos deja pensar bien?
¿O que las alfombras de hojas crujientes nos indican el inicio del año con mas calidez que las alegóricas hojas de muérdago que no nos evocan más que marketing anglosajón de climas ajenos y tradiciones mal implantadas por la tele en nuestros hogares?
Sea como sea... cuando las zapaterías y librerías se visten de marzo... el año empieza a tomar color. Cuando los guardapolvos invaden las góndolas de los supermercados, sentimos que de verdad viene otra vez el año con toda la fuerza que suele mostrarnos.
Y ahí está marzo... volviendo a llenar el transporte publico de niños y las veredas de uniformes.
Hola marzo de agendas meticulosas y rutina estable para alegría y colapso de todos.
No entiendo porque necesitamos pedir permiso al calendario escolar para iniciar el ritmo de nuestro año.
No entiendo el Zodiaco
Días de abecedario es un
juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de
recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea
es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo
que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite. Aquí vamos
con la “Z”…
...si, la última… hemos resuelto el desafío, hemos llegado al final de
este bonito juego. Hoy se terminan los días de abecedario.
Y llega ese momento de
confesar que me parece una real paparruchada hablar de los signos del zodiaco.
No voy a ser ni la primera ni la última en hacerlo… solo voy a ser una más
diciendo “todo muy lindo, los astros y la vía láctea, pero nada que ver”
Es que se me hace
insostenible tratar de asociar personalidades, actitudes o infortunios al sol,
la luna y las estrellas. Y no es que no crea que el universo es un todo
conectado, es solo que no creo que haber nacido en marzo te haga más creativo
que a un nacido en octubre. Simplemente se me hace raro tratar de achacar a la
fecha de nuestro natalicio el resto de aciertos e infortunios, como si los
pasos después de nacer no influyeran en nuestros espectros de suerte y
desgracia, éxitos y fracasos.
Se me hace más cercano el
pensar que esta semana hay cosas que genera la luna, o que el humor nos muta
por la proximidad de Urano (¿?), pero me complica mucho más creer que un
divorcio sea evidente por culpa de un capricorniano o un talento empresarial
sea fruto de un autentico taurino… sobran los ejemplos.
Estoy tratando de ser clara
en que no niego que los astros y nosotros convivimos y nos acompañamos, pero
los signos del zodiaco son bastante poco efectivos como testimonio de esta conexión.
Todos conocemos más de una persona de cada signo y podemos ver lo infinitamente
diversos que son (si, porque él es libra con la luna en Venus y aquel es libra,
pero con ascendente en Escorpio… podrán decirme… de hecho... ya me lo dijeron...)
Ciertamente no soy una
entendida en el tema y solo me tropiezo con estas frases en bocas múltiples que
se alegran o apenan de la fecha de nacimiento de mis parientes por los
supuestos dogmas que eso acarrea.
No entiendo y capaz eso se
debe a que soy acuariana
No entiendo el YinYang
Días de abecedario es un
juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de
recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea
es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo
que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite. Aquí vamos
con la “Y”
Foniátricamente disfruto un
montón de la y, que la tienen todos, pero en argentina la mimamos muy
especialmente y le damos una fuerza impresionante y característica. Nadie la
pronuncia como nosotros.
Nuestro Patrimonio lingüístico no es solo las
palabras y sus significados, ni sus acepciones y cositas, también es lo
divertido de saber que el español mima la “ñ” y El argentino ensalza la “y”
Hay algo en lo binario que des hace tiempo viene
haciendo ruido, y el yin yang es un intento milenario de romper con esa
polaridad, es un símbolo de no diferenciación que propone no pensar los opuestos
como antagónicos (pese a seguir entendiendo la existencia de esos opuestos en
tanto tales), que postula la superposición de los matices, el encuentro en lo
diferente, la convivencia de lo contradictorio.
Encontrar lo masculino en lo femenino, entrelazar
la luz y la oscuridad, combinar le día y la noche y entender que todo existe
junto y mezclado, circular y salpicado, armónico y equilibrado.
No podemos seguir pensando en lo dual porque sería
desconocer lo múltiple, seria negar un innegable abanico de matices y la
existencia misma con toda su complejidad.
Este símbolo del taoísmo es un indicio, pero se
queda corto… hay mucho más que negro en blanco y blanco en negro, hay magia en
el “entre” y un sinfín de grises. El símbolo de la dualidad olvida que hay
mucho más que dos en todos los temas imaginables, en las fuerzas opuestas hay más
que oposición, lo que se supone que complementa no puede evitar convivir, esa armonía
es inevitable, la luna no se ve sin la luz del sol, no existe el hombre sin la
mujer, ni la mujer sin el hombre. No hay más que un bella simplificación de
esta verdad en ese símbolo, no hay sino resumen de un despliegue inabarcable de
una mirada complejizante que sin duda muchos monjes (¿?) taoístas han tenido,
no hay forma de recriminar que no lo sepan, seguro lo han sabido, y la popular
imagen ha perdido parte de su mensaje en la multiplicación simplista de su misión.
No entiendo el yin yang más que como una simplificación
de una verdad bella, mística y múltiple, más que como un resumen de un montón
de cosas que se interimplican de manera inevitable… como la complejidad misma.
No entiendo la Xenofobia
Días de abecedario es un
juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de
recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea
es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo
que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite. Aquí vamos
con la “X” (no entiendo porque el final del abecedario se pone tan complicado)
Nunca entendí la xenofobia,
no sé cómo nació, pero seguro nunca tuvo sentido, no debe ser que ahora se
volvió indignante. Viene causando daño desde tiempos remotísimos y en cada
contexto tomó formas diferentes, pero todas feas y absurdas.
Y es que es muy fácil mirar
al otro y no entenderlo. Sin embargo, no hace falta ni explicarlo, solo toca
entender que es otro, con su otredad a cuestas, con sus ancestros y sus
variables.
Hay momentos donde somos el otro. De hecho, siempre que nos encontramos con un "otro" estamos siendo el "otro" para él. ¿Que motivos podemos tener para conferirle odio? ¿Que motivos pueden llevarle a odiarme?
Hace algunos años elegí
vacacionar en un país en el que se notaba mucho que yo no era de aquellas
tierras, lo hago cada vez que puedo, y los resultados son diversos. En aquel
momento, sucedió que la gente me hacía sentir mucho más distinta que las otras
veces que había sido distinta en latitudes diferentes. Un taxista con ganas de
ser hospitalario resumió el pensamientos de otros muchos “Si baja el sol se
vuelve peligroso. En África a las seis de la tarde te matan”. Eso nos dijo,
mientras nos retaba por haber estado circulando en el barrio donde tomamos el
taxi sin las precauciones correspondientes (todavía no sé cuáles serían). Ciertamente
sonaba exagerado, y hasta un poquito absurdo. No nos gusta estigmatizar a la
gente, ni a los países y mucho menos (como en las palabras del taxista) a todo
un continente, no nos gustan los prejuicios a ninguna hora, aun a las seis de
la tarde.
Tomamos la anécdota como una
desbocada intención de hospitalidad de aquel taxista negro que también nos había
dicho que los barrios en los que no viven las personas blancas son muy
peligrosos (si, él, desde su boca negra, agitando sobre el volante sus manos
negras, nos hablaba del peligro que corríamos por culpa de los negros).
A las pocas horas tomamos un
bus de JoBurg a Pretoria. No habíamos tomado en cuenta el horario de arribo,
llegamos a destino casi con la noche. Abordamos un transporte público local
pidiendo a los pasajeros indicaciones y a la luz natural que se quede un ratito
más. Teníamos que encontrar la casa de una pareja que nos iba a alojar y
bajamos del vehículo con algunas pistas y pocas certezas. El atardecer se
vaticinaba en el ocaso. Con un inglés improvisado nos interpeló una señora
desde una ventana, aprovechamos su curiosidad para reforzar nuestros indicios
sobre la calle que buscábamos. La señora desapareció de la ventana y apareció
en la puerta. No conocía la calle, pero quería acompañarnos. Nos guió a la casa
de un pariente, le contó la situación y comenzamos a avanzar los cuatro. Un vecino
fue interrogado y se unió al movimiento. En una esquina, un vigilador privado
no logró responder sobre la dirección que buscábamos y fue obligado por la
señora a venir con nosotros (abandonando su lugar de trabajo) “Eres el
encargado de la seguridad, son blancos y están perdidos. Es de noche, si algo
les pasa será tu culpa” le gritó la señora para convencerlo.
Preguntando, sumando gente. Encontramos
el destino. Éramos seis cuando el encargado del edificio correcto nos abrió la
puerta. El camino amarillo llegó a su fin, el león, el espantapájaros y el hombre
de hojalata volvieron a sus hogares satisfechos.
Después de las seis de la
tarde, en África te matan, o te pasan cosas como esta, que aparecen africanos
absolutamente decididos a ayudarte sin que lo pidas.
Y es que tiene un montón de sentido que el otro, el extranjero, el desconocido, no necesite matarte, o lastimarte, o hacerte sentir poco querido. No hubo un sólo momento de ese u otros viajes en que nos hayamos sentido en riesgo. Muchas veces quisieron convencernos (en destino y fuertemente antes de viajar) de los peligros que implica ser el diferente en cualquier parte.
No entiendo la xenofobia, no entiendo hasta cuando vamos a vivir con el fantasma del odio y sus muchas formas, con los miedos de lo desconocido tratando de sacarle la magia a la sorpresa de la diversidad y la riqueza que nos aporta.
No entiendo el Wabi sabi
Días de abecedario es un
juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de
recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea
es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo
que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite. Aquí vamos
con la “W” (tarea nada sencilla)
Poco se y mucho me resuena la
filosofía japonesa que de origen a la estética wabi sabi. Tiene algunos
principios simples y claros con los que sin conocerla había estado tratando de
amigarme y estoy cerca de convertirlo en mi bandera de culto.
Es un término estético, pero
viene del budismo y me parece muy interesante aplicado a la vida diaria, como
forma de perdonarse (perdonarnos) ser humanos. Las ideas del wabi sabi implican:
- Nada es perfecto
- Nada es permanente
- Nada está completo
Entender esto y entender que está bien, es lógico y es natural alcanza. No parecemos necesitar nada más para ser
felices en nuestra rutina.
Encontrar esa fascinante
belleza en la imperfección de la vida nos reconcilia con nuestros devenires. Para
esto tenemos que dejar solo lo esencial (porque no le podemos tolerar
imperfección a tantas cosas)
En tiempos modernos de
obsolescencia programada y cultura del descarte, me parece precioso que podamos
buscar bancarnos los defectos y verlos bellos en lugar de necesitar evitarlos.
Encontrar placer en la
irregularidad de las maderas, las cerámicas, las fibras naturales, los tejidos
artesanales y no en los pulcros acabados pulidísimos que parecen venir de otros
planetas. Poner en valor lo rustico, lo viejo, lo que tiene historia y el paso
del tiempo con sus marcas visibles. Lo dicen los decoradores, pero me gustó
llevarlo al autoamor, al aceptarse y valorarse con todo lo que la vida vivida
nos puso arriba, a nosotros, a nuestro entorno afectivo, y en última instancia
a nuestros objetos.
Al pareces, una persona wabi
es para los japoneses un humilde por elección en sintonía con la naturaleza
(suena tan budista como indiscutible), es feliz con poco (un camino de ida que es encantador cultivar,
mas allá de las cosas, con los pequeños momentos).
Por otro lado, sabi es la progresión
natural, la carga del tiempo vivido, bien vivido, otra palabra que remite a
objetos, pero podría hacerlo a personas. Implica que los objetos han estado
cuidados, limpios y protegidos, pero el paso de la vida se puede ver igual.
Este movimiento estético celebra
las cicatrices en las superficies, el tiempo como regalo, y no como
castigo, como algo que es real y no hace falta disimular, objetos con espíritu y
corazón.
Pensar en personas en los términos
que estos decoradores nombran objetos y ambientes; penumbra, intemperie,
perecedero, desgastado, modesto, asimétrico, áspero, sencillo, lleno de
grietas; es fácil, así somos, así nos relacionamos. Wabi sabi es una forma de
pensar y estar en el mundo.
No entiendo como no salimos a
la vida con estos principios de fugacidad de la existencia atados en el cuerpo,
orgullosos de nuestras huellas visibles y las sentibles. Con un ciclo de vida
que nos crea y nos recrea para ser lo que podemos ofrecer al que se nos quiera
acercar. Con eso claro, disfrutar el hoy y las pequeñas cosas es una
consecuencia natural. Como vivir.
No entiendo la Vocación
Días de abecedario es un
juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de
recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea
es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo
que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite. Aquí vamos
con la “V”
Desde chiquitos escuchamos
hablar de la vocación, del llamadito, o el talento innato para hacer algo, para
ser alguien. No todos lo escuchamos, no todos a tiempo, muchos ni sabemos si lo
escuchamos o nos imaginamos la voz que nos convenía oír… sin embargo, estamos
rodeados de personas cuya vocación los mueve a hacer cosas increíbles y
personas que apagaron esas voces para sumirse en una profunda negación de si mismos.
Esa convocatoria extraña a una forma de vida, ese interés profundo que nace desde muy adentro es lo que nos hace mezclar un poco de lo que tenemos y otro poco de las herramientas y conocimientos necesarios que buscamos, para seguir el camino que creemos que es el nuestro.
Pensando estas y otras cosas, un día escribí un cuentito... y acá va.
Se levantó sonriendo en mitad
de su sueño. Soñaba con su familia, con un almuerzo familiar en el que estaban
todos. Estaba la abuela Delia con la mirada dulce, estaba el abuelo Emilio con
la carcajada estruendosa, estaban sus padres, contentísimos, sirviendo la mesa,
estaba su hermana, contándole cosas graciosas de la semana laboral, estaba su
hermano, presentando novia nueva, estaba Haras, la labradora dorada que desde
cachorra viva con ellos en el coqueto barrio porteño que la vio nacer. Estaban
ellos y estaban otros, los muy cercanos y los no tanto. Y se levantó sonriendo.
Se acercó a la ventana y
corrió la cortina. Era domingo. El sol entró y desde el marco inferior de la
ventana emergieron tres cabecitas profundamente oscuras, tres cabecitas rapadas
con enormes bocas repletas de dientes excesivamente blancos. Inés devolvió la sonrisa y fue a abrir la puerta.
Un viento suave peino la tierra de la vereda y como un suspiro caliente besó el
cuerpo de Inés. Viento africano, aire de
Mozambique.
Más criaturas se acercaron a
la puerta para llenar de cariño físico a Inés y mezclar el portugués natal con
el español que tímidamente venían aprendiendo en la escuela.
Ante el alboroto y para no
perderse el revuelo, de abajo de un sillón salió un perrito petiso, bigotudo y
bastante chueco que moviendo una cola larga y despeinada se ganó el
protagonismo de la improvisada reunión.
Inés miro su nueva mascota,
sus nuevos amigos, su nueva casa y recordó su sueño reciente. Evocó a su
familia. Que nostalgia de Buenos Aires sentía a veces. Las risas aumentaron de
volumen y ahuyentaron los pensamientos de Inés que se unió a los juegos de los
chicos del barrio.
Mañana otra vez seria lunes y la salita de cuidados médicos le
seguiría confirmando que estaba justo donde tenía que estar. La vocación de la
doctora Inés estaba muy lejos del coqueto barrio porteño que la vio nacer. Y la
distancia cuesta, pero ella es increíblemente feliz.
No entiendo como la vocación nos mueve y nos conmueve de maneras maravillosas e insospechadas. Somos capaces de mucho cuando descubrimos a que venimos.
No entiendo los Unicornios
Días de abecedario es un
juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de
recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea
es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo
que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite. Aquí vamos
con la “U”
Me gusta la fantasía, me
gusta la magia, me gustan los personajes mitológicos, pero me tienen harta los
unicornios.
Yo entiendo que la moda, el
marketing y los patrones de consumo lo están manteniendo en la cima de la
popularidad, pero me encuentro sobrepasada en mi capacidad de ver productos
muchos con variadas versiones de este animalejo.
De patas largas y estilizadas o con cuerpos rechonchitos, de cuernos coloridos o dorados, dulces o malvados, en
mochilas y agendas, en tazas y remeras, en todos los accesorios que sean
capaces de imaginar. Los unicornios nos esperan con enormes alas o con tímidas
alitas para llevarnos de viaje por la estandarización; los otrora sinónimo de
irrepetible (al decir de Silvio Rodríguez) han hecho el movimiento pendular que
los ubica del otro lado y ahora todos somos unicornios (con ayuda de una
repetida vincha de plástico)
Frases sobre utopías acompañan
la silueta e invitan a soñar, volar, creer y ser original (menuda paradoja),
tanto que los monocuernos han migrado de los caballos alados a otros animales
como caballos sin alas, gatos, delfines y más, tanto que las crines
multicolores invaden las fiestas de cumpleaños y los salones de las escuelas,
tanto que las cocinas de las abuelas y las carteras de las tías están repletos
de ellos, tanto que no los quiero ver más.
¿Faltara mucho para que
sirenas, minotauros o dragones le ganen protagonismo al emblemático caballito? Me
parece muy compatible cualquiera de estas opciones con los mismos productos y
hasta con idénticas frases…. ¿O todavía tenemos que esperar que alguna productora
audiovisual le ponga nombre y tema musical al bichito estas vacaciones de
invierno?
No entiendo hasta cuando hay
que naturalizar las nenas cornudas y los enjambres de artesanos ofreciendo
cuanta chuchería sea posible con el citado bicharraquito, no entiendo como no
se cansan, como no se corren de un lugar tan común, de un algo tan visto,
remasticado y re mil usado. Harta de los unicornios.