No entiendo a los zurdos...

...si, suena a declaración política, pero está muy lejos de eso, porque a los que no entiendo es a los seres humanos a los que el hemisferio derecho del cerebro les prevalece sobre la otra mitad; el zurdo, así como lo conocemos en las primeras etapas de la vida (antes de entender de política).
No entiendo la cantidad de años que batallaron para caer hoy en la no admitida derrota. Desarrollo;
Todos hemos escuchado acerca de los beneficios y problemas de este fenotipo. Durante años se castigó, torturó y humilló a todo aquel que se resistiera a standarizarse en el uso prioritario de la mitad derecha del cuerpo (escribir, tejer, manipular herramientas, ejercitar, coordinar coreografías...) y hoy, con los avances al alcance de la mano (la izquierda, por supuesto), la guerra fue ganada por la mayoría diestra.
Soy zurda y me enorgullece que me feliciten por ello cada 13 de agosto en el que se recuerda nuestra efeméride, soy zurda y perdí yo también esa batalla. No lo entiendo.
Después de escuchar horrorizados los relatos de nuestros abuelos que fueron o vieron ser atados y golpeados a los niños zurdos de su época, mientras creíamos que eso era una atrocidad de antaño, no entiendo como el mouse dio oficial y silenciosamente por perdida esa batalla. No entiendo a los zurdos.

No entiendo a la gente quejosa...



... y realmente es una gran responsabilidad escribir esto, porque cualquiera podría pensar que me estoy quejando de ellos y todo se convertiría en un oximoron, pero no. No los entiendo.
Estamos hablando de personas del estilo de las que si les preguntas como están, nunca van a decir "Bien", y si algo en su vida parece estar "bien" ya vendrán ellos a sacarte de tu error y tratar de ayudarte a que mires mejor.


¿Cuál será la satisfacción? Porque no hablo de quejas puntuales o quejas a las personas que deberían (a criterio de alguien) cambiar algo; hablo de gente que como forma de vida y medio de comunicación elije la queja. Esa queja liviana, la que no tiene objetivos macroestructurales ni busca cambios de ninguna profundidad; la queja porque sí. Esa queja que no llega ni a carta de lectores, ni mucho menos a imaginar tomar cartas en el asunto.

El otro punto que me resulta incomprensible es el egocentrismo del quejoso y hasta el nivel de competencia. El padecimiento más grande o la situación más terrible, es la de ellos. No hay forma de que escuchen problemas ajenos sin interrumpir para quejarse ellos. Tienen la gran necesidad de victimizarse y no al mismo nivel que el resto de los mortales. Un ejemplo; si alguien les cuenta que la pasa mal, el quejoso argumenta (corriendo el foco de la charla al propio ombligo) que él está peor… y desarrolla amplia y monopólicamente su caso;
 
Persona: Me diagnosticaron una enfermedad terminal
 
Quejoso: Te re entiendo, sin ir más lejos, anoche se me partió una uña, no sabes lo que fue, no te puedo explicar el dolor. Estaba en el dormitorio, no en el mío, en el de mi hermano, buscando un par de medias en el cajón. Y el tercer cajón de la mesita de luz tiene como un bordecito levantado, porque la compramos en la carpintería de ese inútil que trabaja muy desprolijo y los cajones no cierran bien… (inserte aquí una exhaustiva descripción del fatídico acontecimiento e involucre muchas personas que habrían contribuido a que el hecho tenga culpables)
 
El quejoso es ese ser que pone la pelota siempre en cancha de otro. Nada de lo horrible del mundo lo tiene por responsable, es simplemente victima de su entorno, del gobierno, del clima o el universo. Los temas (todos!) que lo motivan a quejarse no tienen la solución a su alcance (y hasta está autorizado por las circunstancias a proceder mal; después de todo, sólo es una víctima). Sin embargo, las personas con este perfil, siempre encuentran una solución, pero una solución que otro tendría que haberles dado. Ellos, ¡ellos! no pueden activar ningún mecanismo que no sea la queja laxa, y no solo no lo entiendo, sino que en el fondo, me producen una profunda pena, porque tienen un horizonte súper chiquitito.
Creo que están molestos (entre otros muchos motivos) por la cantidad de puertas que se les cierran con cada argumento, o por la cantidad de cosas que se pierden por estar “imposibilitados” de accionar sus propias vidas y ganar (o pelear) esas batallas.
No entiendo cual es la gracia de autoproclamarse el más infeliz del mundo, pero el quejoso busca serlo y allá va; abanderado de sus pequeños terribles infiernos.
No entiendo a la gente quejosa.