Así como
suena, sin eufemismos ni metáforas, cuando los pobladores de esta remota
porción del mundo decidieron agradecer los favores del espíritu femenino que
habita la cueva Phra Nang, les pareció que llevarle penes era una buena opción.
La Playa
Phra Nang es un paraíso turístico protagonizado por una cueva que permite que
sus estalagmitas y estalactitas sean acariciadas por el mar turquesa.
Cantidades de locales y extranjeros llegan a sus aguas en visitas relámpago de
esas que los tours ofrecen para conocer varias islitas y seguir viaje hasta la
siguiente casi sin pestañear.
Sin embargo en este hito del recorrido hay algo
muy particular, en una cueva del sur de Tailandia existe un enorme
santuario con penes tallados en todos los tamaños. La cueva está repleta de esculturas fálicas
que según explican tienen un ancestral significado de culto. De madera y de
piedra, pequeñitos y gigantescos, con detalles de pintura y lacitos atados
alrededor, sobre el altar, sobre la arena, entre las formaciones rocosas de la
cueva; penes.
Las leyendas hablan del poderoso espíritu de la cueva, y las versiones difieren en la finalidad de estas ofrendas. Desde relatos de pescadores que le atribuyen a la princesa moradora de la cueva la gracia de volver sanos del mar o la abundancia en la pesca, hasta mujeres que le imploran fertilidad durante la luna llena, o viudos que ofrendan estos amuletos para evitar apariciones de sus difuntas esposas.
No entiendo el culto a los penes en Tailandia, es una de esas cosas bizarras que tiene Asia.
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