No entiendo el 1º de enero ni el 25 de diciembre



Si, lo dije… ya fue… que explote todo.
En cualquier momento del año, si te invito a comer sobras es ofensivo, si te llamo para almorzar después de que juntos estuvimos de brindis hasta empezada la mañana, es una desubicación, y así un montón de detallecitos que en estos días todos vamos a vivir como perfectamente coherentes y proponerlas en otras fechas es una incoherencia. 
Que decir. No entiendo los almuerzos post fiestas.


Hay tradiciones que me hacen perder la paciencia.
No soy de las que se abruman en diciembre, no padezco la navidad, ni el folclore consumista, ni el exceso de buenos deseos y la mesa larga familiar. No me molestan, lo disfruto bastante. 
Sin embargo lo que si tiene un efecto poco feliz en mi persona, es el día después. El levantarse sin ganas con el cansancio de haber dormido poco, comido mucho y trasnochado lo suficiente…. Y hacer todo eso para ir otra vez a sentarse a la misma mesa (pero con el mantel manchado), con la misma gente (igual de cansada que yo y con pocas pulgas) a comer la misma comida (creo que esa es la peor parte), pero ahora en formato “sobras” (a lo sumo, con algún esfuerzo estético por parte de quien lo sirve para que parezca menos de ayer... aunque todos estuvimos ayer), y algún optimista que repunta el marketing del rejunte con frases que intentan convencer que al día siguiente el sabor está mejor, que frío es mas rico, que bla, bla, bla.... No es cierto! Son sobras.


Me molesta fuerte y no entiendo para nada el día después (aunque es el día posta, porque nos reunimos a esperar las doce en que este día nace, sea navidad o año nuevo)… me molesta ese esfuerzo innecesario de volver a juntarse a retomar los restos de la noche anterior.

No entiendo el almuerzo del 25 de diciembre o del 1º de enero… quizás si fuera cena me preocuparía un poco menos, pero no es así… es levantarnos todos los que tarde nos acostamos para volver a tratar de charlar los temas que ya agotamos o revivir frases de la noche anterior con comida rejuntada de por medio y cara de averiados.

Ciertamente me cuesta encontrar la lógica. Claramente, no entiendo la juntadita del día siguiente.

¡Feliz año nuevo a todos!





No entiendo como no amar el transporte público (10)



Siempre disfruto viajar con fulanos...
Me gusta compartir el viaje...
Y estos condimentos del camino... son un mimo en medio de la rutina del pasajero.


Viajar con show... es una de las mayores sorpresas del transporte público... y no hay forma de compartar este regalito de la vida urbana con cualquier virtud que puedan querer verle al auto particular.
Amo el transporte público con sus personajes y su incomparable talento popular

No entiendo... no entiendo como no amar entrañablemente el transporte público



No entiendo al paso (10)



Hay momentos en que la realidad y la ficción bailan una danza que los estrecha en un abrazo... como cuando los personajes de Pixar andan sueltos por las veredas de Rosario


No entiendo al paso... pequeñas cositas cotidianas,


No entiendo el invierno




Los inviernos sin nieve son menos inviernosos, pero tienen algunas cositas que nos delatan que el frío está entre nosotros para adecuar algunos hábitos.


Todos estamos de acuerdo en que el invierno se inventó para comer. 
La única diferencia que podemos tener en este tópico es lo que comemos. Algunos somos indiscutidamente chocolatosos, otros disfrutan más las sopitas, hay abanderados de las pastas, y militantes del café con leche, hay fans de las harinitas y adoradores de las bagnacaudas, pero todos, en invierno... elegimos la ingesta como bandera.


El invierno también te hace otros regalos… como las reuniones en casas, las lecturas con mantita, las ropas gordas que te abrazan, el humito en la boca de charlar en la vereda… 
El reto deliberado de las bajas temperaturas a nuestros cuerpos nos disfraza con narices rojas, nos sorprende con la solidaridad en la distribución desinteresada de fármacos de venta libre entre compañeros o en la trasmisión oral de remedios caseros. 7
Es cierto que en invierno nos enfermamos un poquito más, sí, pero eso nos sirve para construir montañas de pañuelitos descartables, plegar grullas con prospectos de pastillas y buscar la excusa para que nos mimen un poco o mimar a los más chicos.


Los días más cortos nos devuelven al nido con ganas de interiores y nos reencontramos con nuestra casa para sumergirnos en almohadones, comidas, lecturas y el muy postergado calor de hogar... las duchas calientes nos disuelven el frío de los exteriores y nos dejan poner las pantuflas. Las mascotas están de fiesta y se acurrucan a compartir lo blandito de la temporada, porque en invierno estamos todos mulliditos, con ropas peluditas y colores cálidos que desafían el clima con el poder de la sugestión.


Nadie entiende mucho el invierno y unos cuantos lo rechazan con palabras feas, pero a mí me enamora de las jornaditas de procrastinaciòn y los abrazos  gorditos con los seres queridos.


No entiendo a Agosto



Agosto empieza con “A” de alegría, cuando las vacaciones de invierno nos dejaron contentos y listos para enfrentar la segunda mitad del año
Agosto, sigue con “G” de grullas, cada el seis de ese mes mientras recordamos esperanzados el aniversario de aquel espantoso día de Hiroshima y plegamos con la convicción que nos congrega a construir la paz cotidiana
Agosto, con “Oredonda, como un globo, porque es el mes de los niños y la chocolatada compartida, el mes que celebra la infancia y hace fiesta en cada barrio para invitarnos a jugar
Agosto con “S” de sol, como el que reaparece para regalarnos algunas tardecitas tibias que nos reencuentran en el parque.
Agosto con “T” de tormenta, porque nos regala la furia de Santa Rosa que parte el cielo para hacernos vibrar con el fenómeno atmosférico que anuncia su despedida
Agosto que termina con la “Ode omisión, porque es un mes con perfil bajo, que silba despacito y sin hacer mucho ruido, pasa inadvertido entre la humanidad



Agosto pasa sin dejar huella, , antes de la maratón de fin de año... agosto de mucho viento y rutina sin sobresaltos, no tiene muchos relieves y llega cuando estamos con el piloto automático encendido, surfeando el año, con la rutina estable y las cosas regularmente en su lugar


No hay mucho que decir de agosto, no entiendo el hechizo que lanza sobre nosotros cuando nos hipnotiza con dominguitos que invitan al aire libre y nos acorrala con heladas matutinas, pero todo con una sonrisa calma que nos hace quererlo sin querer, porque no es extraordinario, pero viene bien, porque no siempre tiene que ser todo explosivamente bueno.


No entiendo las grullas




Semba-Tsuru, Mil grullas…

...es una creencia popular japonesa que asegura que siguiendo la milenaria técnica de origami, plegando mil veces la grulla, se logra alcanzar la larga vida y felicidad.


Estoy en mi infancia… escuela primaria, primeras lecturas elegidas sin que la seño o mamá nos inviten a leer. Decisiones profundas. La tapa del libro anuncia “No somos irrompibles”, un libro clásico de biblioteca áulica de mi generación, leo el prólogo y es justo lo que esperaba. Entre los cuentos, paso las hojas entusiasmada, y entonces se abre una bisagra eterna en mi mundo: Mil grullas
Elsa Bornemann cuenta la historia de dos chicos que juegan juntos, hasta que la guerra hace su triste paso por las jóvenes vidas de estos enamorados. Yo atravieso renglones sumergida en la historia real de una ciudad lejana que en 1945 vio desvanecerse a medio millón de japoneses. Yo, en pantuflas en mi casa de Rosario, me imagino el corazón hecho un bollito de un nene que plegó durante toda la noche cuadraditos de papel para salvar la vida de su amiga. Mi primer cuento sin final feliz.

Años más tarde escribo una poesía y me animo a leerla en público en un grupo de adultos interesados en la literatura. Soy por lejos la más joven, leo con voz temblorosa y el aplauso me pone muy colorada

“No era cielorraso pintado en color fuego,
No había sido inventado por un niño cuentero,
No era año nuevo, noche buena o navidad,
con fuegos artificiales de un color en especial
El cielo de Hiroshima,
cielo rojo fue ese día,
la guerra fue fatal
terminando por completo con el pueblo japonés,
pueblo que, sabes, que no volvió a ver el sol”

Nunca me olvidé de esos versos, nunca me olvidé de las grullas.

Muchos años después, estaba por casarme y decidí plegar mis mil grullas. Ya eran tiempos de internet y en la búsqueda de tutoriales, apareció una acción por la paz que tenía sede en mi ciudad. Tuve que encontrarlos, tenía que ser parte de ese grupo.

Aprendí los pasos. Plegué grullas, me casé, seguí plegando. Me sumé a Mil Grullas por la Paz, la acción pública de Rosario que cada seis de agosto expone montones de grullas de papel a montones de kilómetros del lugar en el que nació la leyenda. 
Conocí gente. Plegué con otros. Enseñé a plegar. Expliqué la guerra como si tuviera explicación. Doblé papelitos junto a dedos chiquitos, dedos arrugados, dedos largos, dedos torpes, dedos ágiles… todos los dedos del mundo pueden construir la paz.
Cada año, las grullas me hicieron distintos regalos. Personas, momentos, juegos, lágrimas. Cada año, en algún lugar, alguien me preguntó la razón por la que mis manos siempre juegan con cuadraditos de papel.

El acto de plegar una grulla es tan simple, pero tan complejo como la mismísima sinfonía de la paz. Cada pliegue requiere una prolijidad que lleve al equilibrio la pieza, y cada una implica una dedicación que el conjunto no resta.
Pienso en niños plegando grullas, pienso grupos de gente en una mesa y papeles cuadrados, pienso en patios de escuela con grullas, pienso en brazos abrigados con camperas gordas, que pese al invierno sacan las manos de los bolsillos para plegar. Pienso en discusiones y pliego grullas, pienso en momentos tristes y pliego grullas, pienso en gente querida mientras pliego grullas. Un niño desconocido en la espera de un aeropuerto, pliego una grulla, comparto una sonrisa. La fila del banco, un momento de espera, espero entre grullas. Una reunión de trabajo, tensa, dinámica o aburrida, se charla distinto mientras se pliega una grulla. Una golosina muy rica, pliego el papel. El boleto de colectivo, el esfuerzo del trabajo cotidiano, pliego el papel. El ticket del supermercado, el pan de cada día, pliego el papel. La nafta, un pasaje o un peaje... pliego cada viaje. Invento rituales dentro del ritual de las grullas. 

Las amontono en cajitas por toda la casa, las enhebro de a cincuenta, las entrego cada año al viento de agosto en el que Hiroshima sobrevuela Rosario para que no nos olvidemos que la Paz es tarea de todos.
Cada año, en Rosario, se despliega la paz, se elevan los deseos colectivos, esos que las sociedades se olvidan de tener, lo grupal, lo que nos une, nos convoca, a todos. ¿Quien podría no querer la paz?


No entiendo las grullas, pero ellas me entienden a mi.


No entiendo las vacaciones de invierno




No entiendo la interminable fila del cine, el teatro o el espacio cultural al que muchos chicos no van durante el resto del año pero es impostergable hacerlo entre esas dos semanas que las escuelas cerraron sus puertas para obligarlos a cumplir con tareas impuestas por los padres, tíos, abuelos, padrinos y demás personas que necesitan sentirse buenos guías espirituales de las generaciones futuras, aunque quizás en el resto del año no se hacen presentes en la vida de los chicos y no intentan encontrar ratitos para compartir tiempo de calidad.


Abuelos con las manos repletas de camperas y racimos de paraguas soportando muchas horas de nietos en medio de multitudes de niños y gastando altas cifras en cosas que pocas veces lo valen, es una imagen repetida. ¿Quién los culparía de no querer hacerlo nunca más?

Una tía coquetea con el payaso que intenta convertir un globo en un perrito para su sobrino, que los mira a ambos con cara de pocos amigos. Una señora grita en la boletería de algún lugar en el que ya no hay entradas mientras zamarrea del brazo a su hijo que no sabe si es peor no poder entrar o padecer la reacción de la madre. Una hermana mayor interrumpe todos los juegos de un chiquito para que mire a cámara… “Foto, Gordi, Foto…”, el juego es solo la escenografía de una historia de instagram para muchos. Un tío juntó valor y sacó a pasear cinco sobrinos de edades diferentes y no tiene idea de cómo elegir una película adecuada para todos. Diez vendedores ambulantes ensordecen la fila del teatro promocionando productos de espantosa calidad y generando caprichos en los niños que esperan para entrar a ver un show que no vale la pena, pero todavía no lo saben. Muchos automovilistas discuten en el estacionamiento de muchos shoppings. Tres nenes malcriados lloran a gritos para deleite de la cajera de la juguetería a la que un papá divorciado le quiere hacer decir cosas que lo salven del drama. Alguien repite "te dije que no tengo plata" en algún lugar, ante algún producto a algún niñito. Una señora apura a un niño para que termine de jugar y vaya a otro juego, porque “no se puede quedar toda la tarde jugando a lo mismo” (¿por?). Una abuela atormenta con su teléfono a un pequeño niño para tomarle una foto con un extraño muñeco gigante que camina hacia él causándole horror.

Tienen las vacaciones una cosa de obligación que les hace un cortocircuito raro,  hay unos detalles de que compartir no es consumir (en el más amplio sentido del término) que me hace pensar en las inevitables caras de fastidio de los adultos que recorren esos espacios con chicos de una forma tan poco disfrutable que hace entendible que no quieran repetirlo hasta el próximo año… unas panzadas de actividades con sobrecarga de expectativa en un clima poco amigable y con temperaturas que tampoco suman al disfrute.

Padres y parientes muestran su afecto sobreviviendo a amontonamientos humanos con la pretendida ilusión de que ese sacrificio vale el amor de un infante, al menos hasta el próximo julio. Circulan resignados a dar lo que haga falta para que sus chicos cumplan el ritual de lo que las vacaciones implican. No entiendo la obligación de comprar el pororó, la gaseosa, el helado, el libro, el juguete y la cajita feliz en esos días. No veo genuinas un montón de muestras de amor con carita de consumo.

¿Sabrá esta gente que hay cine todo el año?  ¿Qué hay niños todo el año? ¿Qué podemos espaciar un poco las cosas lindas para dar gratos momentos sin tanta presión? Hay juegos, paseos y actividades de igual o mejor calidad a las que asistir con menos stress y atravesando experiencias menos tormentosas.

Quisiera entender las vacaciones de invierno sin otra vez sentir que es la rutina de la no rutina y que si no hay escuela corresponde seguir una serie de paso ya trazados que son los que todos disfrutamos y todos los chicos merecen… porque quiero pensar que ya sabemos que los chicos no todos son iguales y sus interese y necesidades tampoco.

No entiendo las vacaciones de invierno, la voracidad de consumir sin medida, de pasar por todo sin que el disfrute sea el objetivo. Lo hacemos porque es lo que hay que hacer según alguna entidad superior y al costo que sea, aunque eso implique no disfrutar nada.



No entiendo esta muñeca



Definitivamente la lógica de mercado tiene previsto hacer colapsar el planeta y va a convencer a los niños de sumarse al plan.
Son varias las marcas y muchos los ejemplos de juguetes que promueven el contaminante e  infinito consumo con matices de sorpresa y entretenimiento; bolas, huevos, cajas, bolsas… son muchas las variantes de productos que al comprar desconocemos y nos prometen sorprendernos al quitar las capas de embalaje. Además, en todos estos casos, lo que encontramos es coleccionable, acumulable y lo divertido es abrirlo (retirar la basura que lo recubre) y no tanto jugar con él. De ahí el furor audiovisual que YouTube celebra con el boom de los Unboxing (largos videos de gente desenvolviendo juguetes sorpresa)
Las modas nunca las entendí y la terrible influencia del mercado sobre la infancia, menos aún.... Por consiguiente, me cuesta comprender que por estos días, mientras muchos tratamos de revisar nuestras prácticas de consumo en pos de la sustentabilidad, se les esté invitando a las infancias a abrir y tirar envoltorios para encontrar un juguete probablemente repetido cuyo fin último es ser acopiado junto a otros muchos parecidos… al parecer, la parte creativa y saludable de jugar con el juguete, es la menos relevante, y la diversión, se reduce al momento de vacío consumismo, de abrirlos y ya…. Salgamos a comprar otro, para abrirlo y frustrarnos porque no es el que teníamos ilusión de que nos toque y  salgamos a comprar otro para abrirlo y lamentarnos porque nos tocó uno repetido, y salgamos a comprar otro….. y así… residuos, sinsabores, incompletitud, sensación de que nos hacen falta mas…
Podemos encontrar en esta tipología de juguetes, un montón de variables…. Los nombres son un poco extraños (incluso, de este lado del mundo, nuestros peques no saben pronunciarlos), pero queda la posibilidad de googlear, para conocer cada versión; Num Noms, Hatchimals Colleggtibles, Pikmi Pops, Roblox Toys, Shopkins, Care Bears Care-moji, Disney Tsum Tsum Mystery, Lost Kitties. Smooshy Mushy, Surprizamals, Cutie Fruities Minis, Gift Ems… en definitiva… hay miles… hasta podemos suscribirnos para recibir una Kawaii box cada mes, que es una caja llena de cosas que no necesitas y ni sabes que las compraste, pero prometen ser “tiernas”
Hoy me senté a escribir las muchas cosas que llevo tiempo pensando en torno a las populares y pequeñas muñequitas L.O.L. Surprise, las más populares dentro de esta tipología de juguetes que desconocemos al momento de la compra.


Empecemos por presentarlas; se trata de una bola de plástico rígido, cubierta por varias capas de plástico desechable que finalmente encierran una diminuta niñita de plástico (en una versión nueva hay un muchachito, pero el resto, son niñas) que puede ser una de las muchas que tendremos el afán de coleccionar. Lo primero que nos sorprende es su costo altísimo,  sabiendo que tener una no alcanza, porque hay que coleccionarlas, la elevada cifra llama un poco la atención, puesto que la colección es casi infinita, porque a la amplia variedad de muñecas se le han sumado variables en las diferentes “series” que aportando cambios muy mínimos, nos incentivan a no dejar de estar atentos al mundillo L.O.L. (aquí se pueden conocer las diferencias https://munecaslol.com/lol-surprise-todas-las-series/)
Las bolas de L.O.L. se anuncian con el pretencioso compromiso de ofrecer siete sorpresas y podríamos pensar que se trata de siete juguetes, pero no… no son siete juguetes, y la sorpresa no es tan sorprendente. Lo que encontraremos en las primeras capas de envoltorio son anticipos de la muñeca y lo siguiente son sus partes. En concreto, las primeras tenían las siguientes instancias:
1. Mensaje secreto: un papelito con dibujos que nos anuncian a que subcolección de la colección pertenece la muñeca que se oculta en esa esfera
2. Stickers para marcar en la lista de colección cual es la “habilidad de la muñeca” (llorar, hacer pis, escupir…)
3. Una mamadera, botella, cajita de leche para darle de beber a la muñeca
4. Zapatos  
5. Ropa  
6. Accesorio sorpresa (vincha, lentes, corona, pañuelo…)
7. La muñeca


En síntesis: Basura-basura y la muñeca despedazada que es la única cosa en líneas generales, entonces, ya no compremos una muñeca en una tienda, porque a los niños se les está enseñando a comprar juguetes sobre envueltos que ni saben exactamente que juguete es.
En torno a la característica de “coleccionable”, me parece (junto a lo anti ecológico) una de las peores trampas comerciales…¿hay algo más perverso que exacerbar el consumo y potenciar las diferencias económicas entre niños? Y para colmo, se trata de una colección infinita, porque cuando estas por pagar las suficientes bolas como para completar la “lista de colección” que la muñeca trae consigo… aparece una nueva temporadas con cambios mínimos, o las pequeñas hermanitas de las anteriores, o sus mascotas… o quien sabe que esté por venir.

De repente me sentí Lisa Simpson al momento de defenestrar a la Stacy Malibu que la llevaría  a crear la Lisa Corazón de León, y es que la generación de estereotipos y mensajes espantosos para entretenimiento de las nuevas generaciones no es un problema nuevo, lo novedoso deberían ser las soluciones, o los juguetes alternativos que empiecen a volverse hegemónicos, porque es terrible que cada vez estemos más convencidos de que jugar es aprender valores, sentidos y modos de ser en esta comunidad, y aun así, los chicos jueguen con conceptos tan hartamente comprobados como nocivos para las ciudadanías esperables.

No entiendo el innegable éxito de L.O.L., la muñeca que odia el planeta


No entiendo lo descartable



Vivimos en un planeta cuyos recursos deberíamos optimizar y el condenable reino de lo descartable no para de crecer hasta niveles de obsolescencia difíciles de entender.
Lo descartable nos aparece como fácil, barato, rápido y práctico, y nosotros, revestidos de un imperdonable cortoplacismo, nos dejamos seducir por la propuesta y allá vamos, como si elegir esos productos no tuviera consecuencias, como si la necesaria toma de decisiones opuestas a esta corriente no fuera impostergable para marcar la diferencia en un planeta que pide a gritos que lo dejemos de intoxicar.



En la mayoría de los casos, hablar de cosas descartables, es sinónimo de plástico; vasos, platos, cubiertos, manteles, botellas, bandejas, embalajes, packs, bolsas y más bolsas. Usamos mucho plástico para la comida y para la higiene… sospechosamente los más frecuentes momentos de nuestra vida. Increíblemente, el plástico es un material muy duradero, lo cual hace muy posible su reutilización una buena cantidad de tiempo, mientras que su fabricación involucra elementos naturales no renovables… lo cual, es más desastroso aun.


Sin embargo, mientras cientos de organizaciones con argumentos científicos motivan a abandonar el consumo de plásticos de un solo uso, erradicar las bolsitas de nylon y reducir las compras con envoltorios excesivos, no paran de aparecer nuevas alternativas de cosas que antes no se tiraban, pero ya las podemos tirar. Los productos que se vendían sueltos, vienen con su envoltorio descartable, los pañales que antes se reutilizaban, ahora se pueden tirar, los productos recargables, escasean y entre lavar y tirar, elegimos ahorran un cuarto de minuto y hacer un bollito un vaso, una bandejita o un tenedor de plástico. Basta.


La palabra descartable remite al doble daño de extraer de recursos, aplicar energía y procesos de dudosa sustentabilidad para obtener un producto por el que alguien va a pagar para usarlo uno a pocas veces y tirarlo, contribuyendo a la abominable generación de residuos con todos los males que esta implica; en el peor de los casos, deposición final en montañas de basura que no paran de crecer, ocupar espacio y generar enfermedades a los que viven cerca y mucho tiempo para degradar estos materiales, en el mejor de los casos, descartarlo como residuo reciclable (en los pocos casos en que eso es posible) y volver a invertir energía y procesos en que ese material vuelva a ser algo útil que posiblemente en poco tiempo se vuelva a descartar y así…



No entiendo la cultura del descartable a la que nos hemos aficionado, como si tuviéramos un mundo plan B para cuando terminemos de colapsar este.


No entiendo las neuronas espejo



Cierto es que no las entiendo, y cuando me puse a leer... me entusiasmé escribiendo un cuentito... que no responde claramente a la definición de neuronas espejo... pero si me llevó de paseo con la actitud de elegir imaginarse espejando a otras personas, este momento de duda, donde no sabemos si seguir el camino y pegar un volantazo y tomar otro... ahí cuando elegimos mirar al resto, para ver si alguien mas tiene las claves de nuestro existir


Otro viernes a las seis de la tarde. Julia cerraba la puerta de aquella oficina para la que trabajaba a cambio de un salario, pero sin ninguna satisfacción. La llave crujió en la cerradura aprisionando los problemas ajenos hasta el lunes en que Julia volvería a abrir esa puerta para sentir esos problemas como propios a cambio de dinero.
Se acercó a la esquina para cruzar la calle y un taxi retuvo su atención. Se imaginó conduciendo ese auto sin rumbo por la ciudad a merced de que algún fulano se suba al asiento trasero para indicarle un nuevo destino, incierto cada día, sonrió.
En la siguiente esquina una pareja entretenía conductores con sus destrezas circenses el tiempo que duraba la luz roja del semáforo. Julia sintió ganas de aprender aquellas artes y decidir cómo y dónde montar sus shows, arrancar sonrisas, despertar admiración de chicos y grandes. Sonrió.
En otra esquina encontró un revuelo. Muchas voces, mucha gente y en el medio, un periodista empuñando un micrófono para interpelar a los presentes. Quizás Julia sería feliz recorriendo el lugar de los hechos, entrevistando testigos, buscando noticias, generando contenidos de prensa. Volvió a sonreír.
Esa tarde, entre llamados telefónicos y timbrazos, Julia había leído sobre las neuronas espejo, un grupo de células dedicadas a reflejar acciones ajenas (como el contagio del bostezo o las ganas de ser taxista, artista callejera o periodista). Según la ciencia, estas neuronas explican que un bebé llore porque otro lo hace y que casi podamos sentir dolor por ver a una persona herida. Son la clave de la imitación como medio de aprendizaje y quizás la explicación de las ganas que experimentaba Julia de ser como cualquiera, menos como ella misma.

Otro viernes a las seis de la tarde con la posibilidad de elegir no volver a aquella oficina el lunes.

No entiendo las neuronas espejo, ni entiendo a quienes no cuestionan cada día su recorrido por esta vida...


No entiendo la sinestesia




No se si todos deberíamos ser sinestésicos... por momentos se me hace muy interesante que lo fuéramos.

Si no tuvimos la suerte de que nuestro cerebro se desarrolle de forma atípica y nos permita volvernos sinestésicos, estaremos toda la vida viviendo el mundo según el esquema de pensamiento que procesa la información sensorial por separado.

Alicia en el país de las Maravillas by Pablo Bernasconi <3

Cada uno de los cinco sentidos nos brinda datos acotados y un disfrute multisensorial solo será posible haciendo esfuerzos de abstracción, metáforas y rituales tendientes a producir alucinaciones.
Sin embargo, como personas no sinestésicas, el juego de mezclar los sentidos no resulta feliz para inventar mundos nos son inasibles.

  • Que sabor tienen las palabras que disolvemos en el paladar?
  • De qué color son las letras cuando las soltamos por la boca?
  • Que forman las notas musicales en el aire?
  • A que huelen los colores? Y las formas?
  • Que sabores son pinchudos y cuales son esponjosos?
  • Cuál es el sabor de la música? Y que color tiene?
  • Como suenan los colores?
  • Que gusto tienen las texturas?
  • De qué color son los números?
  • Son más dulces los colores verdosos? O los amarillos?
  • Que sonidos son ásperos y cuales son mullidos?
  • Es acido o amargo algo rugoso?
  • Hay olores fríos?

En el caso de los sinestésicos estas preguntas no las responden por asociación, sino con base en su percepción; involuntaria y automática. Ante el estímulo de uno de los sentidos, experimentan sensaciones de otro y perciben con los dos. Esto es otra prueba de que el mundo no es preexistente a nuestra experiencia de él. La realidad es individual, creada por nosotros.

No entiendo como no me tocó ser sinestésica… quizás para permitirme inventar mundos de sensorialidades superpuestas a mi voluntad.


No entiendo el Rio Paraná (1)



No entiendo como lo hace, pero el rio que  acompaña mi ciudad tiene muchas formas de ser vivido, sentido y conocido… se ocupa de contarnos algo a cada uno de los que le pasamos cerca…  y con cada uno establece un vínculo, que como todos los vínculos, fluye, muta y se renueva.

*****

El río se ve más lindo esta mañana, me acerco para mirarlo brillar bajo un tibio sol de agosto que traza un sendero dorado desde el cielo hasta donde estoy. Camino en paralelo al curso del río y el sendero dorado siempre va del sol hacia mí. El mensaje es absolutamente claro. Mientras cardúmenes (¿?) de camalotes navegan con calma hacia el sur, el astro rey me señala el brillo, el fulgor, la fuerza y la calidez de sus atributos, que me son conferidos a diario. Sus dones se vuelven míos, me llenan y hoy los siento. Absolutamente claro. Sobre el agua destella un senderito y yo camino, el sendero también.


El río marrón se ve azul fuerte y la fuerza se llena de viento suave que invita a la permanencia.
En pleno centro, zona donde el río se luce pero no moja. Hay muchos ríos en mi río y con muy pocos converso. El de hoy me habla manso y claro, me contagia, me potencia y me invita. El río de hoy tiene ganas de darme un empujoncito y el sol baja por él y me llama.
No es el de siempre pero es el mismo. Panta rei, todo el tiempo, aunque no lo vea. Panta rei, todo el tiempo mientras corremos. Hoy me habla, absolutamente claro.

*****


No entiendo a este Río Paraná


No entiendo a los que no portean



No debe ser fácil andar por el mundo siendo bebé. Ir de mano en mano... pasar de nadar a respirar. .. Tener que aprender a usar tu cuerpo y hacerte a la idea de que el cuerpo en el que vivías.... No es tu cuerpo, es uno que esta al lado tuyo, pero se llama mamá.

Para suavizar estas novedades no hay nada más obvio que la crianza con apego... Un método que es lo mas parecido al que usan casi todos los otros seres vivos del planeta. .. Pero nuestra especie lo cuestiona bastante.
El método de crianza... No es el tema de hoy. .. Hoy nos centramos en el modo de transporte de la cria de sapiens.

Ya me ocupe de explicar que el cochecito y yo no tenemos buena relación.  Lo considero un artefacto inútil y torpe... Sin embargo... Hay bebé y hay que moverse con  él.

Creo que lo pensé por primera vez en África. Estaba de vacaciones (sin el mas remoto interés en la maternidad) y me sorprendía que... Muy pocas y breves veces había escuchado niños llorando. 


Los  niños africanos no lloran . Porque lloraría un niño que esta pegado al cuerpo de su mamá?
Atarse un niño al cuerpo es embarazarse otra vez... Y eso es genial para ambos. También es darle la oportunidad al padre o los abuelos de estar un poquito embarazados también.


Es compartir los latidos del corazón.
Es como hacer upa... Pero teniendo las dos manos libres (recuperando la capacidad de lavar platos o colgar ropa... Cosas que con una sola mano... No se pueden hacer).


Esta bueno para la postura... Para distribuir cuidadosamente el peso... Para moverse con libeatad por la ciudad... subiendo escaleras o viajando en colectivo sin complicaciones.

Atarse un bebe al cuerpo es lo mejor que le puede pasar a un bebé. Le permite viajar cómodo y seguro... Eso es relajante para cualquiera. A su vez puede comer... dormir y ver el mundo desde la proximidad con su persona de confianza...

No entiendo a los que no usan elementos de porteo de bebés. Los cochecitos son un invento para adultos que no tiene muy en cuenta a los niños.


No entiendo a los cochecitos



No quiero caer en el autoriturismo de suponer que hay un solo tipo de maternidad... ni quiero derrochar la sapiencia de un solo hijo y una antigüedad de quince meses en el puesto de madre. Tampoco hice las cosas de manera tan radical y en un rincón de mi casa... yace inmóvil un cochecito. 


Es casí parte indiscutible  del combo del bebé... Y si bien me resisti a varios artículos. ..Que alguien traiga un hijo al mundo y no le  compre un cochecito. .. Es demasiado impensado... incluso para mi. 

Cierto es que compre uno de los más baratos y el más liviano y menos aparatoso que encontre. Tuve la precaución  de chequear que se pueda cerrar con una sola mano (atenta a la ineludible realidad de sostener un bebe con la otra mano) y que no tenga huevito para el auto (me pareció que ese bodoque de plástico más pesado que el bebé mismo no podía ser cómodo para llevar cual canasta de Caperucita).  

Bastaron un par de salidas breves a vía pública para descubrir que el cochecito y yo no teníamos química. Las imperceptibles irregularidades de la vereda hacían saltar a la peque dentro de su transporte... La inoperancía de la mama primeriza aportaba descontrol... cruzar calles era una situación de stress irremontable y pisar gente era algo imposible de evitar.

Los comercios con dos escaloncitos en la entrada se volvían fortalezas impenetrables y la búsqueda de ascensores en lugares a los que siempre accedi por escalera fue todo un tema. 
Estaba claro... esa cosa y yo no podíamos convivir.  

Por otro lado... La tripulante de la nave tampoco era feliz en el paseo y lentamente todo fue llevando a que ese adminiculo dejará de ser bienvenido en la rutina.

Tantas cosas podría decir en contra de los cochecitos... Que me parece ridículo que la gente los siga usando.
Claramente no entiendo los cochecitos y la rarisima sociedad que los inventó y aun no los destierra.

(Continuará...)


No entiendo las manchas limpias (2)



Ya expliqué que son las manchas limpias (pueden recordarlo acá
Las  manchas limpias desfilan por la vida esperando a que descubramos que son obras de arte, cuadros pintados por la casualidad en rincones hermosos de nuestra rutina.
Pequeños llamaditos de atención para contemplar cunado pasamos apurados por los días. Guiños de ojo de la oportunidad de jugar sin que nadie sepa que estamos jugando, porque... como dice Dolina que dice Barri... resolvemos seguir jugando en secreto.

No estoy del todo segura que todos podamos ver las mismas formas en las manchas limpias (y no le quiero poner ninguna carga psicológica al juego), es por eso que comparto fotos sin especificar donde están los dibujos que veo, y supongo, que si con decir que hay en la imagen no pueden verlos, podrán encontrar otras cosas... 

Una mañana, mientras trataba de no despertarme, vi desde mi cama una cara que me miraba entre mi ropa sin ordenar.


Un atardecer en Uruguay, creí que Mufasa me hablaba desde el cielo como en mi infancia vi que le habló a Simba.


En el tanque de agua que se ve desde mi ventana, hay una mancha de humedad sospechosamente parecida a un cuadro de Pablo Bernasconi perteneciente a la serie "Finales" sobre la novela "Ana Karenina"



En un revoleo de ojos me encontré con un robot con flequillo exhausto de tanto trabajar como aire acondicionado, el calor lo está llevando al limite de sus fuerzas y sus ojitos se ven cansados. 



Durante un viaje en auto de noche, un paquete de miniRodhesias abollado, a contraluz, se volvió la silueta perfecta de un perrito, que nos acompañó gran parte del viaje (no se si lleguen a verlo, pero en vivo, era muy genial).

























En el nudo de una cortina vi un bichito tragándose, o escupiendo, o teniendo por lengua la cortina misma


También tuve un conejito cachetón de rasgos muy nítidos, nacido de una manzana


Y un delicado pajarito que no le teme al frío y se asoma con sus delicadas plumas desde un pedazo de hielo


El mundo es un gran juego donde muchas pequeñas cosas nos esperan para sacarnos una sonrisa, no entiendo a las manchas limpias, pero acepto la invitación que me hacen de abrir la puerta para ir a jugar.