No entiendo como no amar el transporte público (4)



Aceptar  un reemplazo docente en un barrio alejado siempre representa un desafío, no por el barrio, ni mucho menos por la gente, sino por mi facilidad para perderme combinada con mi dificultad para pedir ayuda.
Así fue como encaré la ida preguntando al colectivero por la intersección que necesitaba y cuando (después de muchos minutos sin ver calles conocidas) tomó una de las dos calles que venía repitiendo en mi cabeza para recordar bajar del bus,  tuve ansiedad por adivinar cuál sería la transversal que estaba buscando y pánico por pasarme algunas cuadras.  Cuando mi corazón (¿?) lo creyó pertinente, toque el timbre decidida y me bajé.


Pocos segundos bastaron para que descubra mi error y rápidamente pregunté a un hombre, que me dijo que estaba lejos de mi destino y me indicó “ese colectivo te lleva, decile al chofer que te avise” y señaló el coche del que yo acababa de bajar y al que me volví a subir mirando al conductor con sonrisa de “si, ya sé que soy muy boba”.
Entonces llegué a una esquina en la que señor que manejaba me dijo muy amablemente  y recordando la pregunta que le formulé al subir (la primera vez) cual era mi parada; “esta si es”.

Empecé a caminar hasta lugares que parecían escuelas, con tanta cara de perdida que un señor de barrio se ofreció a acompañarme. Visitamos tres escuelas hasta encontrar la que yo buscaba. Charlamos, me contó del barrio y nos despedimos.
Llegué.
El reemplazo terminó y nuevamente estaba en la calle,
Las explicaciones de la directora sobre donde tomar el colectivo habían sido muy claras (con el detalle de que ninguna de las calles que nombró estaban en mi inventario de lugares conocidos).

Agudicé mis sentidos (ponele) y encontré una parada y un bus de línea conocida llegando hacia mi ¡estoy de suerte!, pensé… y me subí. El conductor me abrió la puerta y también abrió una enorme sonrisa mientras decía “Flaquita! Como andas?” justo  la vez que yo le preguntaba si iba para el centro. Le respondí con otra sonrisa y unas cuantas palabras, pero no reformulé la pregunta. Me senté y cuadras más tarde y ante la cantidad de nombres de calles desconocidas, ya di por hecho que estaba en la línea correcta, pero en sentido equivocado.
- NO estamos yendo para el centro, ¿no?
Tuvimos una charla divertida, y en una parada iluminada, el chofer me indicó que líneas tenía que esperar. Y allí estaba, más lejos y más perdida que cuando empecé a querer volver a casa, pero sabiendo que mi staff de colectiveros buena onda, siempre me rescatan de mi misma… y el paseo por el barrio con el vecino buena onda oficiando de guardaespaldas y guía, estuvo genial.

Como no amar el transporte público… si todo esto no me hubiera pasado yendo a dar clases en auto particular.

Soy mis historias, y no entiendo como no amar el transporte público.




No hay comentarios:

Publicar un comentario