No entiendo
a quien se le ocurrió que la persona que está físicamente deficiente tenga que
estar afectivamente aislada.
Se entiende que
en algún momento haya sonado lógico el aislar a la persona enferma de los males biológicos que
exceden a las salas de resguardo, también se entiende que la cantidad de tubitos y
cañitos que puede necesitar la persona que
posee debilidad en su sistema vital necesiten conectarse en un lugar
calmo, libre de riesgos. Se entiende que para el facilitar el trabajo y la circulación del personal médico que
tiene a su cargo el restablecimiento de la salud del internado, también son óptimos estos lugares.
La terapia intensiva a hace del sujeto un objeto de estudio y lo analiza fuera de contexto, lo deshumaniza y lo ubica en una cama dentro de una rutina de exámenes y tratamientos con un huequito para que los seres queridos pasen a tener contacto y un breve informe de cómo fue la evolución en las horas de aislamiento.
Estandarización de procesos, rutinización de los cuerpos, burocratización de las familias y gestión de la vida íntima.
No entiendo
que con los avances de las investigaciones no se haya operado un cambio en los
sistemas sanitarios, dado que está harto comprobado que el amor cura.
No entiendo
la privación del apretón de manos, de la
palabra al oído, del contacto amoroso con los seres que sufren por él, que
sufren a su par.
No entiendo cómo
se puede aislar a una persona que puede estar atravesando sus últimos ratitos y
no es justo ni para él, ni para sus afectos ese aislamiento.
Una hora de
visita, un ratito de contacto con un ser pasado de fármacos para que trates de
que se sienta acompañado.
La terapia intensiva me enoja. Nunca voy contenta a
esa visita, porque nadie quiere estar en esa sala de espera, aguardando el
apellido del paciente, que además es tu
pariente. No quiero que alguien regule la cantidad de mimos que se le puedan
propinar. Me enoja porque llego triste y veo a mi persona querida sola, y veo a
otros que no reciben visitas y veo angustia y veo procesos deshumanizados y
gente que cumple con su trabajo con distintos grados y niveles de vocación y
compromiso.
Me da miedo
porque veo en la sala de espera que
algunos rostros dejan de asistir, veo que después del informe se multiplican
las lágrimas de algunos grupos de afectos…
veo muchas cosas que no quiero ver… y duele un montón.
Termina el
horario de visita, hay que irse, te obligan a irte, a dejarlo ahí solo, en ese
lugar sin colores, sin nosotros, sin el cariño y sin el contacto… y te obligan
y te dicen que es por su bien y uno se permite dudar y se merece llevarse a su
ser querido al parque. La terapia intensiva tiene mucha intensidad para los que
estamos afuera, sin drogas que nos hagan perder noción de lo que estamos
atravesando (como si pasa con el que está adentro).
No entiendo
la terapia intensiva, estoy convencida de que es de otra época, y que prontito
va a cambiar sus reglas y a reconocer que los afectos sanan.
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