Me encanta escuchar sus canciones, leer sus cuentos, repasar
su maravillosa obra. María Elena es uno de los iconos de mi vida (aunque casi
escribo “de mi infancia”, no sería justo… trasciende ese pedacito y la abarca
toda).
Cuentos como “La Plapla", o “Morrongato del zapato”,
canciones como “El twist de Mono Liso” o “La reina Batata”, “La canción de
tomar el té” o “Don Enrique del Meñique”, me llevaron de la mano en mis
primeros años, pero ya más grandecita, “Un elefante ocupa mucho espacio”, como
cuento y “La cigarra” o “El país de NoMeAcuerdo” como canciones me hicieron
pensarla desde otra mirada, más centrada en la historia nacional, en las
desgracias de mi tierra y las prohibiciones de sus obras en los años oscuros de
mi Argentina.
Sin embargo, aunque tuve tortugas toda mi vida y la canción
de “Manuelita” me llegara entrañablemente, una canción que me acompañaba mucho
era la “Canción del Jacarandá”…
Este árbol significa mucho para mi… es uno de
los primeros a los que le aprendí el nombre y en mi imaginario actual, me
remite a la puerta de la casa de mi abuela Isabel, a juntar florcitas del suelo
mientras mis papás se despedían de ella y mis tíos.
Durante años, el único
jacarandá que podía identificar era el de la puerta de la casa de mi abuela. Y
durante muchos años, ver esas florcitas aparecer en noviembre evocó su recuerdo
nítido y cotidiano, tan simple como aquellas flores que nadie esquivaba
pisar.
De todas formas, no comparto la mirada de mi autora querida…
no termino de entender si lo suyo fue exceso de patriotismo, pero no puedo ver
como ella que este árbol proporcione
“…una flor y otra flor celeste…”
No puedo
evitar ver las flores de un incuestionable color lila!
No entiendo porque María Elena ve posible hacer escarapelas con las flores del Jacarandá.
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