Noche fría en el microcentro de la ciudad, noche helada a
creer de Cecilia. El viento molestaba demasiado y la bucólica neblina
completaba una imagen absolutamente desoladora. No era tarde, quizás las diez
de la noche.
Cecilia salía de estudiar con la idea de caminar hasta su
casa rápido y directo, tomar calles habitadas y apretar el paso para que el
camino sea más llevadero. No era una gran distancia y su idea era de la de
todos los días. Acomodó su bolso en el hombro, tironeo las mangas de su abrigo
para cubrir sus dedos del frío y comenzó su recorrido cotidiano.
Pocos pasos había hecho cuando vio la luz, esa seductora
lucecita roja aparecía entre la niebla de un día casi londinense tentándola a
sucumbir ante su brillo hipnótico.
Lo primero que pensó fue NODEBO, lo primero que se le vino a
la cabeza fue la importancia de ser responsable y no ceder a las tentaciones
mundanas.
Minutos después y casi como automatizado, su brazo se
levantaba hasta formar un ángulo recto con el resto de su cuerpo, y con un
gustito amargo por haber perdido la batalla contra sí misma, Cecilia se
descubrió sentada en el cálido asiento trasero del taxi al que no se pudo
resistir.
Todo por esa sexi lucecita roja.
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