Distinguiendo las bibliotecas entre muebles y edificios,
vamos a dejar en claro que entiendo perfectamente los edificios, los edificios
biblioteca me parecen importantísimos, son lugares donde buscar materiales y
encontrar todo, pero quiero cuestionar la existencia del mueble de mi propia
casa… las bibliotecas en tanto mueble hogareño tienen una realidad diferente.
Siento que el
libro de papel es irremplazable, siento que me hace feliz leerlo, pero cuando
estoy por llegar al final suelo empezar otro para no terminarlo. Terminar de leer un libro propio implica sacarlo de la
mesa de luz y condenarlo a la biblioteca de la que saldrá contadas veces a
alguna consulta o préstamo.
Las bibliotecas de
las casas guardan amorosamente aquellos libros que los moradores de esas casas
ya leyeron, ya conocen y archivaron… son libros trofeo o libros curriculum y
hasta en cierta forma, son libros agotados, con historias ya dichas que difícilmente
les hagan volver a contar.
Se me hace triste
que todo ese potencial quede sin beneficiario, que sus páginas no sean
compartidas, que sus lomos sean todo lo que muestren el resto de sus vidas y
que el tiempo sea verdugo de lo que ya no volverá a florecer e irradiar.
Entonces me cuesta
mucho, trato de no terminarlos, trato de no comprarlos (pido, intercambio,
postergo) y trato de liberarlos… los que han cumplido su ciclo conmigo, esos a
los que no voy a volver, los regalo, los libero o los presto sin condición de
regreso, mi biblioteca personal cuenta con ejemplares vivos, de consulta, de
relectura, el resto, trato de que circulen, que fluyan, que vivan, trato que se
oxigenen y que muestren su luz en otras sombras… ante cualquier necesidad, la
biblioteca edificio e internet estarán con la información necesaria para
refrescar contenidos en caso de que llegara a ser completamente necesario.
No entiendo mucho
mi biblioteca, y trato de no abandonar libros ahí.
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