Me gusta viajar, me gusta recibir extranjeros y me gusta
probar cosas nuevas.
Hace un par de años, desarrollé una mini adicción por una
golosina mexicana (hay muchas que me gustan, pero esta es especial por lo
simple) y no entiendo de que se trata.
Lo primero que se hace difícil de entender es que en este
país, le llamen “dulces” a sus golosinas que son curiosamente todo, menos
dulces.
Se llama Miguelito y según su web oficial nace entre 1973 y
1974 cuando “Valente crea "Chamoy Miguelito Polvo Enchilado y de
Sabores", gozando inmediatamente de gran popularidad. Cabe resaltar que
éstos fueron envasados en la primera máquina para polvo diseñada por el propio
Valente.”
¿Qué es un Miguelito?, ni más ni menos que como dice su
pequeño sobrecito “azúcar salada, enchilada y acidulada”
¿Alguien entiende que es el azúcar salada? ¿acaso no suena
absolutamente contradictorio?
Me parece que el secreto está en dejar de hacerle tantas
preguntas, cortar una esquinita del sobre y permitir que el tradicional,
original y orgulloso sabor mexicano haga fuegos artificiales contra el paladar.
El Miguelito tiene un gusto picantón, salado, dulce y acido
que nadie sabe de qué se trata, pero enamora y fanatiza; Fiesta de sabores que
sorprenden, pero no disgustan. Desorientan por la multiplicidad de sensaciones
cuando la arenilla se desparrama por la boca haciendo gala de ese variado
espectro.
No hay mexicano que cruce la frontera sin su provisión de Miguelitos,
o que no los nombre con el brillito en los ojos de quien evoca a un ser
querido.
No entiendo el Miguelito, ¡pero como me gusta!
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