El mundo actual muestra el nuevo fenómeno de la elección de
patria.
Un proceso completamente novedoso en el que una persona, en
un momento de su vida se plantea dónde va a ir a ejercer ciudadanía.
Son muchísimos los jóvenes que eligen donde vivir, sin ningún
cariño por la tierra que los vio nacer, sin ningún reparo por la familia de la
que se desarraigan más o menos para siempre.
No eligen donde estudiar (con alguna previsión de volver),
no eligen donde el corazón les late (migrar siguiendo un amor), solo se
plantean el mundo como objetivo al que se lanzan casi sin raíces, sin lazos
territoriales más que los que eligen como un punto de su vida proyectada al
infinito.
Que cambió desde aquellos días en los que el trabajo fuera del lugar de
nacimiento debía compensarse con un plus por desarraigo, en el que la empresa
asumía las angustias que esto conllevaba? Acaso no hemos crecido escuchando bucólicas
historias de abuelos que odiaron verse obligados a dejar sus pueblos?
Ahora, lo pichoncitos de sapiens sienten que las fronteras
son caprichosas cicatrices del globo terráqueo trazadas al azar y que su
huellas pueden borrarlas y en este camino es válido elegir donde vivir porque
prefieren el calor tropical, porque les gusta la nieve, porque buscan desafíos,
porque extrañan el mar, porque aspiran a una vida más relajada, porque les
atraen las urbes ruidosas, porque si… porque en ningún lugar está escrito que
estén atados a sus suelos y porque hay mucho que los espera por ahí… porque
pueden pasar navidades en un pub o festejar el cumpleaños del abuelo por skype,
porque pueden soplar velitas en un hostel y sentirse en familia rapidito en
cualquier grupo de pares.
Nunca me pregunte donde quería vivir, porque soy muy de acá y no imagino donde podría estar mejor… por eso, aunque no lo discuto… no
entiendo la facilidad con la que actualmente se elige migrar donde diga la
intuición.
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