No entiendo como desconocemos la masacre camboyana



Así, como si hubieran tapado un país entero con una sábana, la historia reciente de nuestro planeta hizo desaparecer el capítulo en el que un tercio de Camboya fue masacrado.

Así, como si fuera una anécdota que alguien se olvidó de contar, una foto que nadie tuvo tiempo de sacar o un ratito absurdo para los miles de años de humanidad en la tierra. Así, desapareció el régimen de los jemeres rojos de los medios de comunicación que ya existían todos. Porque en el año 1975 ya había tele, había radio y estaba la imprenta, pero nada.

Cráneos en el memorial de un campo de exterminio

¿Quién sabe algo de Camboya? ¿A quién le importa? Los adalides de la solidaridad internacional se saltearon ese rengloncito finito y nadie dijo nada. Ni los comunistas ni los capitalistas, los de la derecha o los de la izquierda, los que ven la vida color rosa ni los que la entienden siempre negra, nada dijeron los que eligen el invierno ni los que prefieren verano, todos, pero todos, miraron para otro lado cuando en Camboya mataron a muchísimas personas.


Hoy a la distancia (cortita, pero distancia) esas personas son estadísticas, parrafitos bucólicos. Pero si le ponemos un poco de sentimiento a la noticia que nos llega tarde, esos números de muchas cifras, esos datos con varios pares de ceros, esos relatos con centenares de víctimas inocentes, todo eso, es gente, como vos, como yo, gente que siente, que sufre y que muere, por delirio ajeno, por capricho despótico, por ideas raras.

Algunos restos humanos que siguen apareciendo cuando llueve en lo que fueron las fosas comunes

Se llamó Pol Pot y era petiso, nada amenazador a simple vista. Creía en la vida agraria como camino y destino del comunismo puro y tenía pánico a los saboteadores de su proyecto. Durante los setenta, estuvo a cargo del gobierno y del ejército de los jemeres rojos, su organización guerrillera. En proporción, supero a Hitler, pero en marketing, nadie lo conoce; nadie en nuestra zona habla de él… nadie en la escuela de occidente estudia las consecuencias que aun hoy ese país padece como secuelas de esos años no tan lejanos.

Entre 1975 y 1979 el país perdió hasta su nombre, se empezó a llamar Kampuchea Democrática. Al año 1975 lo nombraron año cero, y desde ahí, comenzarían a escribir la nueva historia, lejos del capitalismo, y la monarquía, incomunicados del resto del mundo, alejados de las fábricas, las escuelas, la moneda, los hospitales, el mercado, el concepto de familia y todo lo que no fuera de los orígenes del hombre y su cultivo de la tierra. 

Todo comenzó, tras la Guerra de Vietnam, la salida de los Estados Unidos y el derrocamiento del general Lon Nol (que regía una dictadura militar desde 1970), el 17 de abril de 1975, cuando la población estaba esperanzada porque se acababa la guerra civil y nada podía ser peor. 

Los disciplinados e inexpresivos guerrilleros adolescentes que entraron, impermeables a todo soborno o ruego, esa misma tarde supervisaron la evacuación de toda la población de las grandes ciudades. Los que se negaron a seguir las órdenes fueron inmediatamente fusilados. Los heridos, operados convalecientes, desnutridos y enfermos fueron forzados a vaciar los hospitales. Los muertos eran abandonados donde caían. Se destruyeron todos los documentos y archivos, los libros fueron arrojados al río Mekong y se incineró el papel moneda. Todo el que admitía ser un burócrata, empresario, profesor, médico o ingeniero era fusilado, incluso usar gafas con cristales gruesos se volvió peligroso. En una semana vaciaron las ciudades, se aniquilaron las clases propietarias, intelectuales y comerciantes para poner fin a las diferencias sociales.

Árbol de matar. Contra él, los verdugos golpeaban a los chicos más chiquitos

La voluntad del régimen para conseguir el poder total, se lograría acabando con los vínculos familiares e interpersonales que se suponían fuentes de valores morales y defensas grupales naturales frente al poder estatal; algo que no podía permitirse. El gobierno también monopolizó el acceso a cualquier fuente de alimentos, se llegaron a destruir árboles frutales, para eliminar fuentes no controladas de nutrición y cualquier intento de mejorar la dieta era mortal, aunque fueran lombrices, sapos y lagartijas atrapados en los campos. Todos los sospechados de desacuerdo con el régimen eran eliminados, junto con sus familias, sin importar la edad de sus miembros.

Sujetadores para los tobillos de los prisioneros

Los padecimientos terminaron el día 9 de enero, cuando los vietnamitas entraron en Nom Pen y nacía la República Popular de Kampuchea. Para ese entonces, con la dureza del régimen polpotista, la mayoría de los camboyanos anhelaban la victoria vietnamita.
Pol Pot y sus seguidores habían gobernado Camboya durante menos de cuatro años, de abril de 1975 a enero de 1979, y su único legado fue matar entre un quinto y un tercio de sus compatriotas, por cuatro años, que suena a poquito, pero en cantidad de víctimas, es un tiempo desolador. 

Antecedentes personales del acusado Kaing Guek Eav, alias Duch, el ex jefe de la prisión S21

Todos los líderes de aquel moviemiento salieron impunes para las Naciones Unidas y muchos de los altos mandos, formaron parte del nuevo parlamento. Pol Pot, jamás mostró arrepentimiento alguno. Siempre creyó que la salvación de Camboya estuvo en su mano, faltándole tiempo en su mandato para concluirla. Murió consumido sólo por la vejez, sin ser juzgado como rebelde de una causa sin sentido.

No entiendo como tampoco la historia presente se toma el trabajo de juzgarlo.

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