No entiendo la estandarización del arte


Y un día escribí sobre eso. Hoy comparto las ganas de entender que un artista no quiere formar parte de un proyecto en el que no cree. Lo escribí en 2010, y por respeto al paso del tiempo, no edité ni una coma. Este textito me regaló una linda relación con la artista que movió mis emociones en aquel terrible lugar.

Para ponerlos en situación, contextualizo un poco el fluir de esta leyenda. Yo trabajaba en un lugar horrible al que todos veían lindo, un lugar muy comercial que pretendía disfrazarse de cultural. Tanto es así que, aquella vez, trajeron una curadora para que desparrame los baleros intervenidos por artistas sobre unos tablones (cual parripollo de club de barrio, pero con pretensiones museológicas).

Vista aérea de la muestra. Tablones llenos de objetos en un corralito.

Como el showcito era insostenible, al gerente se le ocurrió que los empleaduchos escribiéramos un par de renglones sobre el balero que nos pareciera más lindo (si, todavía hay gente que cree que el arte tiene que ser lindo).
Allá fui… miré, elegí y escribí.
Pasen y vean.


Historia del balero

No quería que “mi balero” se convirtiera en un objeto de arte. 


El arte como sobreviviente de la industria cultural, se ubica en la cultura de masas como un elemento difícil de incorporar. El contexto de producción artística, choca con el resto de la mercadería que el mercado ofrece a los consumidores en su tiempo libre.
Quizás en este pensamiento podamos comprender la necesidad de Marga, que ve con pena el balero recibido y elige no exponerlo para el reducido público que gusta del consumo reflexivo.
El objeto de arte, político por definición, se opone a la lógica lúdica que le es intrínseca al balero y en su imposición de intervenirlo, la artista reconfigura la propuesta e intenta liberarlo, darle al juguete la posibilidad de volver a ser.
Esta primera rebeldía de la artista convocada, encuentra su correlato en una segunda rebeldía, a cargo de los niños encargados de revivir el objeto clásico caído en desuso; se niegan a jugar con él.
Llegado el momento de entregar el producto a la muestra temática, la alternativa se plasma en la devolución de la pieza en su estado original adjuntando una nota que expresa la situación por la cual este balero no tiene marcas de transformación.
Quienes montan la pretendida muestra incurren en la tercer rebeldía por la que tiene que atravesar este objeto y rechazan en la práctica lo que aceptan en la teoría. Explicito:
El texto que acompaña el balero culmina con la expectativa de que algún niño juegue y hasta se adueñe del juguete (en alusión a la idea de la artista convocada); el mismo texto inicia (con la frase que cito al inicio de esta reflexión) con una negativa de poner en el nivel de concepto una pieza que la artista elige mantener en la acción.
Quienes invitan a Marga a intervenir un balero, rechazan la intervención. De qué manera? En una doble negación de su mirada artística. En primer lugar, niegan su idea de dejar que ese balero recupere su función y sea instrumento de juego y hasta propiedad de algún niño que participe de la exposición (como intentó hacerlo antes de que sea expuesto). En segundo lugar, a este balero se le niega la voluntad de la artista, que inicia la esquela expresando la necesidad de no volver arte al objeto.
Inserto en una compilación grotesca de piezas multicolores, el balero no intervenido compone la pieza más notoria (y más discreta) de esta exposición.
Merece ser puesto de relieve en un intento de graficar la falta de respeto por las ideas ajenas, la falta de interés  por las motivaciones y propuestas, y,  porque no sumarle, la falta de comunicación que se evidencia en el hecho de que esta pieza no invita a hacer arte a la artista, no invita a hacer juego al niño y no logra que los que montan la muestra le den el lugar y la libertad que la obra reclama y la artista postula.

La existencia de esta pieza, engrampada a la mesa del revoltijo que pretende ser exposición, resume la confusión de la que fue víctima y ahoga su desgarrador grito de clemencia. Aflige su identidad y se cosifica volviéndose nada.


No entiendo esta necesidad fetichista de que muchos artistas deban hacer arte sobre un objeto designado por una organización y no entiendo cómo esta practica se vuelve cada vez más frecuente. Aquí, retomamos el debate.


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