No entiendo a diciembre




Cierres, balances, y caras diversas; alegría, ansiedad, expectativa y proyectos…. Diciembre esta re loco y nosotros le hacemos compañía. El fin del año productivo, del ciclo lectivo y la navidad, de este lado del mundo, llegan juntos…. Y nos encanta  potenciar el stress en medio de un clima humano y ambiental que no da lugar a casi más nada, toda la energía, está puesta en eso.


Hace calor. Llega el verano. Terminan las clases. Las rutinas son muy raras, porque el año se está terminando y porque ya no tiene mucha onda ir a trabajar, porque son casi vacaciones o para muchos o para el del escritorio de al lado o para los chicos… pero se termina algo y algo hay que hacer y la decoración festiva invade la ciudad y hay nieve de mentira en todas las calles de 35º de sensación térmica y hay mamás sudando en la cocina de muchas casas que quieren festejar con pavos, pandulces y budines, en lugar de brindar con helado.

Las fiestas como algo programático y necesariamente feliz nos imponen la presión de la sonrisa, esa que muchas veces no queremos enarbolar, esa que quizás no sentimos y nos genera culpa. Muchas veces, mucha gente, no tiene ganas de sentir una noche de paz, una noche de amor. Muchas veces, mucha gente no tiene ganas cenar en familia, de despedir el año con los compañeros de la oficina, de ir a la pileta con los de la facultad. Muchas veces, mucha gente no quiere acordarse de la infancia a la que las fiestas remiten, no quiere acordarse del abuelo que no está más, no quiere acordarse de que no le alcanza para llenar de regalitos el maltrecho pino plástico que el ocho de diciembre otro ritual nos hizo armar en un rincón donde (lógicamente) molesta.

En diciembre la sociedad te pide que seas feliz, que estés contento porque se acaba algo (que no es cierto, pero no importa), que hagas el último esfuercito para llegar a la meta (que no está necesariamente al término del almanaque, pero no importa). Diciembre exige emociones que todos debemos  compartir y si no te parece, sos raro. Te falta espíritu.

Tranquilitos y mansos, pero a las corridas, las peatonales se vuelven hormigueros, el transito se desorganiza. Es tiempo de no tener tiempo y las despedidas dejan de ser actos sociales disfrutables, para ser horribles compromisos con los que cumplir, porque “viste como son estas fechas” y así estamos… diciéndole feliz navidad al taxista, mientras le azotamos la puerta del auto para correr a pisar gente en la fila de un comercio o llenamos de regalitos a los amigos mientras medimos y cuantificamos sus muestras de amor hacia nosotros, lejos, muy lejos de la generosidad y el acto de dar, todo pasa a un acto de cumplir, medir y reprochar, por dentro o a viva voz, mirar y analizar, cuestionar y sobrevivir… porque pronto llegara enero con su cara de chico nuevo al que no se le puede pedir nada.


Por todo eso y mucho más, a diciembre, no lo entiendo… pero no pasa nada, porque ya se termina el año.


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