No entiendo como no amar el transporte público (3)



Me levanté tranquila para ir caminando con tiempo, pero… algo hizo que de todas formas se me hiciera tarde y tuve que apelar al costoso recurso de tomar un taxi… me gustan los taxis, pero estoy intentando no gastar el 90% de mis ingresos en sus honorarios. No tuve opción, la vida me arrastraba a las fauces de un taxista (o a pagar el alimento que sus fauces digieren a diario).

Levanté la mano ante la luz roja con la palabra “libre”, apenas me subo y lo siento ¡viene fumando!, me llamo a la templanza y trato de no enojarme, es temprano… no da empezar el día con quejas. Le digo donde voy, me hace un chistecito sexista, sonrío como si hubiera sido gracioso, o por lo menos eso intento.

Veníamos mal, pero el viaje finalmente valió la pena; la charla emerge y a las pocas cuadras lo dice; “te voy a contar algo, que te juro que es verdad”, lo que sigue es su historia, pocas pruebas tengo de la verosimilitud del relato, solo me dejé llevar por el guión y logré encontrar un lindo momento en la calidez de la confidencia.


La historia de Néstor

Según relata, el año pasado (2014) tenía muchas ganas de viajar a Brasil a ver la semi final de Argentina con Holanda, aquel partido que nuestra selección ganó y desembocó en la final que le valió la derrota ante Alemania. Con estas ganas y mucha certeza de que era la forma de viajar, fue a jugar cien pesos a la quiniela. Su plan era simple; jugar, ganar y viajar.

Una tarde de frío, lo detiene una pasajera que tiene que ir lejos, al parecer el frío hace que ella decida invertir en el servicio de taxi para no esperar el colectivo, se la escucha contrariada y le cuenta al taxista que quiere ir a Brasil a ver la semifinal del mundial de fútbol, pero ninguna de sus amigas está interesada en acompañarla. Néstor propone: “Si me gano la quiniela nos vamos a ver el mundial, flaca”. Y ella acepta “Tachero te tomo la palabra!” Se desvían en el recorrido y van juntos a conocer el resultado de la casa de juegos. Néstor, el taxista,  se ganó $50.000
Cuando ante la sorpresa él le dice que le paga el viaje, ella le invita un café. Comparten una larguísima charla y se conocen un poco más… ella está por recibirse de psicóloga, tiene un buen trabajo y vive con sus padres. Él le pide que lo acompañe a ver si podía cobrar el monto ese día y con lo que le pagan se van juntos a la empresa de turismo. Pasaje en mano, Néstor averigua “¿Tenes parrilla en tu casa?”
La noche termina de asado en la casa de ella y esa madrugada el taxista comía pastelitos con los padres de su pasajera. Como despedida, de una increíble jornada, el conductor recibe un "piquito" de quien fue su compañera de viaje en aquel sueño que se concretó una semana en Brasil y es actualmente su novia.


No entiendo como no amar el transporte público… y, seguramente, ella lo entiende menos que yo.



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