No entiendo a noviembre (2)



Hace unos días, escribí sobre noviembre, y no escribí nada de sus muchas lluvias, esas lluvias terribles en las que el cielo se cae y la ciudad se estremece. Las lluvias de noviembre son perfectas. Les saqué montañas de fotos, las miré de atrás de montones de ventanas, las habité en infinidad de situaciones y cuando escribí sobre noviembre, no las nombré.


Después encontré un papelito de hace un par de años en el que ya había escrito algo sobre noviembre... bastante parecido al que escribí hace algunas semanas… tampoco hablaba de la lluvia, pero si de sus flores lila, y esas si que son bien noviembre.

Para no ser ingrata con mi pluma del pasado (del año pasado o de hace algunos más…. no sé... no tenía fecha), a continuación otra mini oda a un mes clave, que parece que ya me había hecho pensar en otro momento.

Es noviembre. Se nota.
Se nota en las caras de preocupación de la gente que camina en la vereda. Es noviembre en el peinado revuelto de los estudiantes que palpitan sus exámenes. Es noviembre para las viudas que empiezan a pensar que otra vez llegan las fiestas y no está el amor de sus vidas para brindar.
Llega noviembre y la gente está muy preocupada por preocuparse, por entristecerse, por pasarla mal.
Es noviembre y todos están apurados, todos tienen cosas que cerrar, que entregar, que ordenar, porque ya casi se termina el año y parece que el que viene tiene mucho para dar, o por lo menos eso le van a exigir.
En noviembre todos corren y como es noviembre nadie los ve, sin embargo, ahí están, en su mejor momento y haciendo un show que parece que nadie quiere ver, están los jacarandás completamente en flor.
Muchos de ellos pasaron el invierno escondidos, plantaditos en parques y veredas, camuflados con otros árboles, con sus troncos gastados y retorcidos y pocas hojas.
Pero llegó noviembre y ahí están; violeteando la ciudad y regalando flores al viento que las menea y las acomoda formando alfombritas color lavanda.
Están hermosas, pero con la humildad de los grandes, sin ningún tipo de soberbia, enfloraditos como si nada. Pero es noviembre y difícilmente alguien les dé una palabra de gratitud, porque es noviembre y la gente está muy ocupada y preocupada como para mirar flores y ver cómo cambia la ciudad por unos días. En noviembre, cuando el jacarandá hace su show, los espectadores están muy apurados y no se pueden parar a mirar,  y ahí están, más lindos que nunca, tan nobles como siempre.



No entiendo a noviembre, y parece que hace rato me invita a pensar.





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