No entiendo a los cochecitos



No quiero caer en el autoriturismo de suponer que hay un solo tipo de maternidad... ni quiero derrochar la sapiencia de un solo hijo y una antigüedad de quince meses en el puesto de madre. Tampoco hice las cosas de manera tan radical y en un rincón de mi casa... yace inmóvil un cochecito. 


Es casí parte indiscutible  del combo del bebé... Y si bien me resisti a varios artículos. ..Que alguien traiga un hijo al mundo y no le  compre un cochecito. .. Es demasiado impensado... incluso para mi. 

Cierto es que compre uno de los más baratos y el más liviano y menos aparatoso que encontre. Tuve la precaución  de chequear que se pueda cerrar con una sola mano (atenta a la ineludible realidad de sostener un bebe con la otra mano) y que no tenga huevito para el auto (me pareció que ese bodoque de plástico más pesado que el bebé mismo no podía ser cómodo para llevar cual canasta de Caperucita).  

Bastaron un par de salidas breves a vía pública para descubrir que el cochecito y yo no teníamos química. Las imperceptibles irregularidades de la vereda hacían saltar a la peque dentro de su transporte... La inoperancía de la mama primeriza aportaba descontrol... cruzar calles era una situación de stress irremontable y pisar gente era algo imposible de evitar.

Los comercios con dos escaloncitos en la entrada se volvían fortalezas impenetrables y la búsqueda de ascensores en lugares a los que siempre accedi por escalera fue todo un tema. 
Estaba claro... esa cosa y yo no podíamos convivir.  

Por otro lado... La tripulante de la nave tampoco era feliz en el paseo y lentamente todo fue llevando a que ese adminiculo dejará de ser bienvenido en la rutina.

Tantas cosas podría decir en contra de los cochecitos... Que me parece ridículo que la gente los siga usando.
Claramente no entiendo los cochecitos y la rarisima sociedad que los inventó y aun no los destierra.

(Continuará...)


No hay comentarios:

Publicar un comentario