No entiendo – Diario de encierro #6



Postal sonora

Vivimos en casa interna, pleno centro, pero poco ruido. Por momentos los fines de semana suenan pájaros. Por estos días, de la nada de siempre, se escucha aún menos. Rara vez la voz de un vecino. Poca atención le presté a las palomas. En las madrugadas (que las habito todas) se oye el camión del basurero. Ni una bisagra, ningún portazo, ningún grito. Pocas veces música ajena. Esporádicamente José (el perro de al lado). No hay bebés que lloren, gente que discuta fuerte. O al menos, no me entero. Solemos estar muy pendientes de nuestros propios juegos.

Hay días que a determinada hora se propone cantar una canción, o agitar una cacerola, las efemérides, las novedades, todo quiere buscar lugar en la agenda del aislamiento, sobran campañas con horario para aplausos, ruidos y silencios, por los políticos, los femicidios, los soldados de Malvinas, los chicos que están en sus casas…. Y van surgiendo formas todo el tiempo… pero la hora de los doctores es una cita obligada

A las 21hs cada día el sonido es el mismo. Aplausos, silbidos, gritos, algunas palabras que no llego a comprender. Todos los días a las nueve de la noche y por unos cinco minutos en todas partes se aplaude a los médicos que están poniendo el cuerpo en los lugares de donde nos pidieron que nosotros lo saquemos. Este ruido tiene un alto acatamiento por esta zona silenciosa de la ciudad.

Se siente esa mezcla de orgullo por los conciudadanos y angustia terrible por saber como lo están viviendo. Es de esos aplausos que te aprietan la garganta, porque parece que hay que llorar aunque el resto del tiempo nos olvidemos las razones que nos tienen en casa. La hora del aplauso a los médicos es casi sagrada, no hay que mirar el reloj para sentirlo. Es como un despertador que te sacude a la razón de todo esto. 
Irrumpe la cena y pone sobre la mesa el tema de conversación que no se puede/debe soslayar. 

Cenando hasta que suenan los médicos
Una comunidad aislada se junta en el viento en un cuestionable y cuestionado gesto de gratitud o una desesperada forma de querer ser parte de algo. Salir de casa por la ventana en forma de aplauso para encontrarse en el mismo viento con los vecinos. Y ser algo más que un conjunto de soledades, y ser más que individuos, más que individualidades.


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