No entiendo a Rosario




Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo que esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “R”


Una de las cosas que tiene mi vida (y sin ánimo de ser autorreferencial), es haber nacido en la ciudad de Rosario. Decía un antiguo eslogan municipal “Rosario, la mejor ciudad para vivir”, y es cierto. Es una ciudad hecha a escala humana;  no es enorme y desangelada, ni pequeña y fantasmagórica, no tiene montañas, ni tiene mar, no tiene glaciares, ni volcanes, ni rascacielos, ni subterráneos. Rosario, como decía otro eslogan local, está hecha de gente. Es una ciudad hecha de personajes, hecha de cultura, de infancia y de césped. 


Rosario está hecha de arte, del arte de Berni y de Fito, pero también el arte de Messi y hasta del Che, todos nacidos bajo este cielo, que ostenta la grandeza de haber sido también cuna de la Bandera Nacional, enarbolada por vez primera un verano de 1812 en estas barrancas,
Rosario es educación, porque fue designada Ciudad Educadora, y porque además de un montón de acciones y proyectos de pedagogía urbana, tiene excelentes universidades públicas, gratuitas e irrestrictas en las que miles de personas transforman sus destinos cada año.


Rosario también es una Ciudad de los Niños, suscribiendo a esta idea al igual que muchas otras ciudades del mundo que asumieron el compromiso de escuchar a los chicos y convertir sus voces en políticas públicas.
Esta ciudad que mira a los chicos, los agasaja con el tríptico de la infancia, compuesto por tres espacios públicos en los que las familias pueden recrearse celebrando la naturaleza, la imaginación y la creatividad entre propuestas que abrazan el alma y nos regalan imborrables momentos.


En Rosario hay una extensa red de ciclo vías, y una calle recreativa que cada domingo despeja muchos kilómetros de tránsito vehicular para recuperar el uso del espacio público y habitar la vereda entre vecinos. Es capital del helado artesanal… y eso dice mucho! 


Rosario es sus ferias los fines de semana, sus museos y bulevares, sus parques llenos de rondas de mate, es espectáculo en los lugares turísticos, pero también en cada recóndito barrio, es su gente y sus historias, es su agenda cultural siempre gordita y generosa, es su río marrón, y su inmenso amor por el visitante, la palabra amiga al extranjero, porque los rosarinos descendemos de los barcos y existimos porque fueron viajeros nuestros abuelos, porque entre la gente que andaba de paso se formó un caserío que nos dio origen hace más de doscientos años y porque la segunda guerra nos desembarcó en estas tierras buscando la felicidad en medio de la nostalgia, y así, de la diversidad de costumbres y de idiomas, de las variadas tradiciones y texturas, nacimos los rosarinos, como guiño de ojo a la mezcla que redunda en cosas buenas y hay que venir a ver de que se trata esto.
Rosario es gastronomía y pic nic, es espacio verde y cemento, es su centro peatonal (que no queda en el centro, porque nacimos junto a la barranca) y sus grandes centros comerciales, es sus artistas callejeros y sus megaeventos, es de esos lugares que no se pueden explicar, porque hay que vivirlos, experienciarlos y dejarnos llevar.
A Rosario se llega por curiosidad, de casualidad, porque es muy difícil explicar que tiene de especial.

No entiendo a Rosario que se deja acariciar por el Rio Paraná, esta Rosario que es una ciudad embanderada de celeste, esta Rosario, que es una ciudad sin Este.

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