No entiendo la Isla de Pascua




Días de abecedario es un juego propuesto por alguna de las personas a las que leo (sigo tratando de recordar cual) y hace varios años trato de juntar las ganas de hacerlo. La idea es escribir utilizando cada una de las letras del abecedario. Lo que sea, lo que surja, lo que se pueda… según lo LLque esa letra nos invite.  Aquí vamos con la “I“


Pasar por Isla de Pascua es mucho más que tardes de sol y playa. Recorrerla y escuchar a sus guías es muchísimo más profundo que aprender las técnicas de construcción de sus legendarias cabezotas, podríamos decir que está mucho más cerca de ser un viaje por el futuro que un relato del pasado. En esta Isla rebautizada por los europeos sobre el final de la cuaresma se aprende que el equilibrio es mucho más que una metáfora y es casi como ver la explotación de los  recursos naturales de nuestro planeta a escala pequeña.


Aquí, donde los amaneceres son increíbles y el océano se siente más inmenso que en otros lugares, un grupito de tribus hizo las mismas cosas que la humanidad viene haciendo desde hace miles de años, y es que los humanos no podemos parar de repetir nuestros mismos errores, y en una isla alejada de todo es más rápido ver el impacto que estas acciones generan.


Hace muchos años, en el medio del océano Pacifico, los RapaNui, como sus pobladores originales se llaman, vivían en su paradisíaca isla y homenajeaban a sus ancestros mediante la construcción de enormes representaciones de piedra volcánica que al colocarle los ojos, poseían la protectora mirada de aquellos difuntos sobre su tribu. Para la construcción de estos altares, utilizan elaboradas técnicas de tallado sobre la cantera del volcán Rano Raraku


Estos gigantes moais se trasladaban desde el volcán a los distintos asentamientos de la isla mediante la técnica de rolación sobre troncos y una vez en su posición definitiva recibían sus ojos de coral y obsidiana en una ceremonia que indicaba que el agasajado comenzaba a habitar el enorme rostro cuidando a su gente.


Con el tiempo, las diferentes tribus necesitaron lucir mejores tributos a sus protectores mediante el encargo de moais cada vez mayores y con mas detalles de personalización en sus estructuras. 
La competencia por la altura del moai y sus delicias escultóricas llevaron a aplicar todos los recursos de la familia y de la isla en la búsqueda de mejores altares, haciendo esto que se descuiden los trabajos de agricultura, ganadería y pesca, entre otros asuntos. Como resultado, sobrevino la crisis de recursos. Sin alimentos, ni territorios cercanos en los que buscar, se originaron enfrentamientos entre tribus y en medio de la crisis social, los rapanui sintieron que sus ancestros los habían dejado sin protección y derribaron ellos mismos los moais.


Épocas de guerra, violencia y depredación llevaron a la isla a la desertificación que actualmente se puede ver, a excepción de los espacios que ya pasaron por la ardua tarea de reforestación y algunas huertas familiares. Los únicos animales no acuáticos que podemos encontrar, prácticamente son pollos. 
Cuando los europeos llegaron entre los siglos XVIII y XIX, encontraron una pequeña población muy vulnerable a las enfermedades como la tuberculosis y la viruela.

Se estima que para 1877 los rapanui que recuperarían la magia de la isla no eran mas de 110.
En la actualidad, los isleños viajan dos veces al año, cuatro horas de avión, con pasajes subvencionados para abastecerse de todos los elementos básicos  que en la isla no es posible producir. El único ingreso de casi todos sus habitantes es de manera directa o indirecta el turismo y mantienen disputas permanentes con el gobierno chileno, cuya legitimidad cuestionan.

No entiendo como no vemos que la historia de la Isla de Pascua  es la humanidad terrícola a escala, dedicando sus esfuerzos a banalidades, olvidando las prioridades y disputando competencias estériles entre grupos que deberían ver provechosa la solidaridad y complementariedad de sus diferencias.

… y vamos hacia eso.


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